miércoles, 1 de junio de 2016

La Epístola a los Hebreos (Parte I)

Por diversos motivos esta epístola ha sido atribuida a distintos autores, pero la opinión general la acredita a la pluma del apóstol Pablo. En cierta iglesia, cuya localidad no está especificada (ver cap. 13-19, 23), había muchos judíos cristianos que, bajo la presión de una recia persecución y los vilipendios de sus compatriotas, se hallaban tentados a renunciar a su fe cristiana y regresar al judaísmo. A ellos escribió el apóstol a fin de combatir esta tendencia retrógrada, presentándoles un solo argumento, a saber, que el cristianismo era muy superior al judaísmo, por cuanto el antiguo pacto mediado por Moisés había sido superado por un pacto mejor, ministrado por Cristo. El desarrollo del tema está interrumpido de cuando en cuando por un paréntesis, para señalar las graves consecuencias que se acarrearían los que abandonaran las sublimes verdades del evangelio. La superioridad del cristianismo radicaba en el hecho de la SUPERIORIDAD DE CRISTO por cuyo motivo el escritor presentó prueba sobre prueba para demostrar que Él era:
     I.        SUPERIOR A LOS PROFETAS (1:1-3).
    II.        SUPERIOR A LOS ANGELES (1:4-14).
Primer Paréntesis (2.1-4).
  III.        SUPERIOR A LOS ANGELES (Cont.  2:5-18).
  IV.        SUPERIOR A MOISES (3 y 4).
Segundo Paréntesis (3:7-4:16).
   V.        SUPERIOR A AARON (5-1-10)
Tercer Paréntesis (5:11-6:20).
  VI.        SUPERIOR A AARON (Cont. 7-1-28).
VII.        LA SUPERIORIDAD DE LA FE (Cont. 13:1-25).
VIII.        SUPERIOR EN SU MINISTERIO (8:1-10:25).
Cuarto Paréntesis (10:26-39).
  IX.        LA SUPERIORIDAD DE LA FE (11:1-12:14).
Quinto Paréntesis (12:15-29).
I.  CRISTO SUPERIOR A LOS PROFETAS (Cap. 1:1-3).
Estos eran hombres pasajeros con mensajes fragmentarios, por el contra­rio, Cristo era el eterno Hijo de Dios cuyo mensaje completo y final fue res­paldado por el sacrificio de sí mismo y su ascensión a la diestra de Dios.
II.  CRISTO SUPERIOR A LOS ANGELES, COMO DIOS (1:4-14).
Él era Creador (vv. 2, 10-12), Hijo de Dios (v. 5), Objeto de adoración (v. 6), y Rey supremo (vv. 8-9). Los ángeles eran seres creados siervos, adorado­res y súbditos (vv. 6. 7. 13. 14).
Primer Paréntesis (2:1-4).
Amonestación contra la INDIFERENCIA que tiene en poco la palabra de Dios.
III. CRISTO SUPERIOR A LOS AN­GELES COMO HOMBRE (2:5- 18).
Aunque Él era mayor que ellos como Dios, de pura gracia se hizo menor que ellos por su encarnación como Hombre, a fin de "gustar la muerte por todos" (v. 9) y así llegar a ser el Autor de la salvación y el Santificador de los salvos, para luego llevarlos como hijos suyos a la gloria (vv. 10-13). Además, por su muerte llegó a ser el Vencedor de Satanás y el Pontífice de su pueblo (w. 14-18). En virtud de todo esto lo vemos "coronado de gloria y honra" (v. 9). ¿Cuál ángel podría hacer tanto, o alcanzar tanta gloria? (v. 5).
IV.  CRISTO SUPERIOR A MOISES (Cap. 3:1-6).
El escritor llamó a los hermanos santos" a considerar al Apóstol y Pon­tífice, Cristo Jesús. Como Moisés (apóstol o enviado) Cristo era fiel, pero, "de mayor gloria que Moisés era estimado digno", por cuanto era el Constructor y Dueño de su casa (la iglesia) y actuaba como Hijo sobre ella. Moisés había actuado como un mero servidor en la casa de Dios, Israel (cap. 3:3. 6).
Segundo Paréntesis (3:7-4:16).
Amonestación contra la INCREDULIDAD. Los israelitas habían sido llamados a salir de Egipto para entrar en el descanso de Canaán, pero, por el camino provocaron a Dios por su incredulidad y, como consecuencia, perdieron el descanso prometido (3:7-11). Los judíos cristianos fueron exhortados a no dar lugar a la incredulidad, sino a proseguir adelante con fe (3:12-19). El descanso proporcionado por Cristo era mejor que aquél que fue ofrecido por Moisés o Josué (4:8), luego más grande sería su pérdida si no lo alcanzaran (4:9-11). Debían examinarse a la luz de la palabra de Dios., y acudir a su Pontífice, por el socorro necesario para salvarlos del desaliento y para retener su profesión de fe en El (4:12-16).
V.  CRISTO SUPERIOR A AARON (5:1-10).
Un Pontífice según el orden de Aarón debía tener ciertas calificaciones con respecto a su oficio, aptitud y nombramiento 5:1-4). Cristo tenía todas en mayor grado; fue nombrado a un sacerdocio más elevado, era más apto para simpatizar por cuanto había sufrido más y en su oficio era el Autor de la salvación eterna (vv. 5-10).
Tercer Paréntesis (5:11-6:20)
Amonestación contra la INDOLENCIA que predispone al pecado fatal de apostatar. Aquellos judíos cristianos eran tentados a renunciar a la verdad, porque no habían progresado en su conocimiento de la palabra de Dios, y, por ende, en el conocimiento de las glorias y oficios sublimes de Cristo (vv. 11-14). Por eso se les exhortó a ir adelante a la perfección en vista de las terribles consecuencias de no hacerlo (6:1-8), y el apóstol expresó su confianza de que dejarían de ser perezosos para ser imitadores de los que por fe y paciencia heredarían las promesas (vv. 9-12). Tenían una promesa garantizada por Dios para animarles a echar mano de la esperanza propuesta. Esta esperanza era Jesús mismo que había entrado dentro del velo celestial, donde Aarón nunca pudo entrar (vv. 15-20).
VI. CRISTO SUPERIOR A AARON (Cont. 7:1-28).
Habiendo dicho por tercera vez que el sacerdocio de Cristo era eterno, según el orden de Melquisedec (5:6, 10. 6:20), el escritor procedió a demostrar la superioridad de éste al orden de Aarón: a) Melquisedec era un Rey-Sacerdote (7:1-2). Ningún pontífice aarónico podría actuar como rey, pero Cristo era Rey tanto como Pontífice, b) Melquisedec permanecía sacerdote para SIEMPRE; Cristo también vive para siempre (vv. 3. 23-25, 28). c) Aarón y sus descendientes pagaron "en Abraham" diezmos a Melquisedec y recibie­ron su bendición, y "sin contradicción lo que es menos es bendecido de lo que es más". Cristo era "más" (w. 4-10, 24- 20). d) El sacerdocio de Aarón no po­día hacer perfectos a los adoradores, por ende, fue sustituido por un sacerdocio superior prefigurado por Melquisedec y realizado en Cristo quien salva eternamente a los que por Él se allegan a Dios (w. 11-19, 28-28).
Sendas de Vida, 1977

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