Empezando en Mateo capítulo 5, tenemos una colección de las enseñanzas,
tal vez más claves del Señor Jesucristo. Estas han venido a conocerse como
"el sermón del monte" y siguen hasta el final del capítulo 7. Para mí
es de gran interés notar que de estos 111 versículos, el Señor dedica nada
menos que una séptima parte para decirnos cómo debemos utilizar lo que
poseemos.
Antes de leer este artículo, reto al lector PRIMERAMENTE a leer lo que
dijo el Señor mismo en Mateo 6:19-34.
Asumiendo que ya ha leído el pasaje, miremos con detenimiento los siete
puntos que Cristo nos da:
1.
No
nos hagamos tesoros aquí en la tierra: Cuando miro la tendencia que existe en
mi propio corazón, me doy cuenta de lo fácil que es utilizar mi dinero, mis
cosas, mis riquezas ¡para amontonar un "tesoro"! Pero si quiero
seguir al Señor, Él me ordena no construir mi propio "imperio", mi
casa, mi carro, o lo que sea. Esto no quiere decir que no puede ser la voluntad
del Señor que tengamos tales cosas; ¡claro que sí! Pero no deben ser mi tesoro.
Hacer lo contrario, no sólo es inmadurez espiritual, sino desobedecer
flagrantemente a nuestro Señor...
2.
Hagamos
tesoros en el cielo: ¿Por qué? Porque son los UNICOS que duran, ¡los únicos que
valen la pena! Dijo un misionero que fue martirizado en este siglo: "No
es ningún tonto el que pierde lo que no podrá guardar, para obtener lo que no
podrá perder" (Jim Elliot).
Bueno, ¿pero cómo
puedo hacer un tesoro en el cielo? Parte de la respuesta está en 1 Timoteo
6:6-10 y 17-19: "... Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos,
generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir...". Y en
la parábola de Lucas 16, el Señor nos muestra que podemos utilizar riquezas
materiales para hacernos tesoros en el cielo, si las empleamos para otros a
nuestro alrededor.
3.
Tengo
que ver la realidad desde el punto de vista de Dios: confieso que al principio
no entendí por qué el Señor habló de "los ojos" en la mitad de este
tema. Pero claro: si mi perspectiva es la de Dios, si yo veo mi vida y mis
riquezas como Dios las ve, tendré una
verdadera luz que me guie cómo obra. Pero, advierte Cristo, " si la luz
que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán
las mismas tinieblas? ¡Terminaré por malgastar lo que el Señor me ha
dado!
4.
No
puedo servir a dos señores: El Señor se toma el trabajo de advertimos que es IMPOSIBLE
servirle a Él y a las riquezas. No dice que es difícil, o que no podremos
servirles bien. Dice que terminantemente no se puede. Si amamos lo uno,
aborreceremos lo otro. ¿Palabras fuertes? Es Cristo mismo quien lo afirma; y es
El, quien nos presenta este ultimátum: "escogeos hoy a quién
sirváis", a tu salario, a tu moto, a tu educación universitaria, a tu
apartamento o a mí".
5.
No
os afanéis por la comida, o el vestido o el cuerpo: Es interesante notar que
Jesús se limita a mencionar estas tres cosas y no más. A un escriba que quiso
seguirle, el Señor le advirtió ¡que ni en guarida de zorros le garantizaba
dormir! (Mateo 8:20). El Omnipotente Dios del universo promete hacerse cargo de
nuestras necesidades básicas, y podemos confiar completamente en El. Y si en su
gracia nos da techo, dinero, transporte u otras cosas debemos ver esto como una
bendición adicional, ¡no como algo que
nos debe!
6.
Nuestro
Padre sabe de qué tenemos necesidad: "Porque él conoce nuestra condición;
se acuerda de que somos polvo... como el padre... se compadece Jehová de los
que le temen" (Salmo 103). Y es importante que Dios promete hacerse cargo
de nuestras necesidades, no de nuestros deseos. ¿Estoy dispuesto a aceptar que
mi Padre sabe mejor que yo? ¿A dejar que El decida lo que necesito?
7.
Buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia: En este verso está el secreto del
creyente que prospera porque "... todas estas cosas os serán
añadidas" (Mateo 6:33). Aquí está el llamado de Jesucristo. ¿Estoy
dispuesto a pagar el costo? La promesa es grande, pero el costo también. ¿A
quién serviré?
Sendas de Vida, Enero-Febrero 1986
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