lunes, 2 de enero de 2017

TERCERA EPÍSTOLA DE JUAN

La Recepción de los Siervos de Dios


En la Tercera Epístola, el apóstol nos anima a recibir y ayudar a aquellos que andan activos entre el pueblo de Dios, predicando el Evangelio y ministrando la verdad.
Él pone ante nosotros tres caracteres muy diferentes - Gayo, Diótrefes y Demetrio - y nos da una notable vislumbre del círculo Cristiano de ese tiempo. A partir de este retrato de cristianos de los comienzos, aprendemos que en esos tempranos días existían allí las mismas circunstancias y las mismas dificultades que surgen entre aquellos que buscan andar en la verdad en estos últimos días.
(Versículos 1-4). En la expresión "Gayo, el amado", vemos un santo de ánimo espiritual cuyos intereses estaban centrados en el pueblo del Señor. En unas pocas breves palabras el apóstol delinea las hermosas gracias Cristianas que caracterizaban a este hermano.
Primeramente, él era un creyente bien instruido en la verdad, ya que el apóstol puede hablar de "la verdad que está en ti"[1]Esta verdad estaba alojada en su corazón. Además, esto era conocido, no por algún alarde de conocimiento de su parte, sino por el testimonio dado por los hermanos.
En segundo lugar, él no sólo tenía la verdad, sino que daba evidencia de ello andando en la verdad. Su vida práctica era consistente con la verdad que él profesaba. ¡Qué mayor gozo puede tener un siervo que saber que aquellos que han sido bendecidos por la verdad que él ha ministrado, están andando conforme a ella! Este gozo tenía el apóstol mientras oía por medio de otros acerca de Gayo, su hijo en la fe.
 (Versículo 5). En tercer lugar, teniendo la verdad y andando en la verdad, él actuaba fielmente para con los hermanos y los desconocidos que dedicaban totalmente sus vidas al servicio del Señor.
 (Versículos 6, 7). En cuarto lugar, él era señalado no sólo por la fidelidad sino también por el amor. Es posible ser fiel pero carecer de amor, o, al buscar mostrar amor, fracasar en la fidelidad. En Gayo la fidelidad y el amor estaban felizmente combinados. Además, nuevamente notamos que su amor, así como su andar, no era asunto de jactancia de su parte, sino que otros dieron testimonio de ello.
En quinto lugar, Gayo era, aparentemente, un hombre de medios e hizo bien al usar sus medios para ayudar a encaminar en sus viajes a aquellos hermanos quienes, como predicadores itinerantes, habían salido por causa de Cristo, encomendándose ellos mismos enteramente a Dios.
 (Versículo 8). En sexto lugar, Gayo no sólo ayudaba a los santos en sus viajes, sino que se unía a otros para recibirles en sus casas y asambleas. Si, en realidad, este Gayo es aquel de quien el apóstol Pablo escribe como "Gayo, hospedador mío", él en su día hospedó al apóstol Pablo (Romanos 16:23).
En séptimo lugar, como resultado de su amor práctico, Gayo llegó a ser con otros un cooperador con la verdad.
No se escribe ni una palabra para indicar que Gayo era dotado como un maestro o predicador, pero él poseía esas cualidades espirituales, sin las cuales un don no sirve para nada, pero con las cuales él tendrá un gran lugar en el día por venir. Él se presenta ante nosotros como un santo humilde, benigno y consagrado, uno que apreciaba la verdad, andaba en la verdad, actuaba en fidelidad y amor, ayudaba a los santos en sus viajes, les daba la bienvenida en las asambleas, y ayudaba así a difundir la verdad. Pocas dudas quedan acerca de la razón por la que Pablo habla de él como "Gayo, el amado", ya que en Gayo estaba todo lo que podía provocar el afecto de los santos. ¿Quién no desearía fervientemente ser un Gayo?
 (Versículos 9, 10). Si en Gayo tenemos un hermoso ejemplo de un santo gobernado por la verdad, en Diótrefes tenemos una solemne advertencia acerca de la forma en la cual la entera vida Cristiana puede ser estropeada por la vanidad no juzgada de la carne. No hay ninguna sugerencia en cuanto a que Diótrefes no era un cristiano. Él era, evidentemente, un hermano prominente en una asamblea, y nosotros podemos concluir, por lo tanto, que era un hombre dotado, pero todo fue estropeado por su amor a la preeminencia. Él fue movido por la "vanagloria" contra la cual otro apóstol nos advierte, cundo escribe, "No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros" (Gálatas 5:26); y, nuevamente, él exhorta, "Nada hagáis por contienda o por vanagloria" (Filipenses 2:3).
Movido por la vanidad, Diótrefes amaba tener el primer lugar en la asamblea. Esta presunción, como siempre, le hizo tener celos de otros, y los celos se expresaron en "palabras malignas", y no contento con esto, él procedió hasta actuar violentamente, lo que le llevó, no sólo a rehusar recibir a los siervos del Señor, sino a expulsar de la asamblea a aquellos que lo hacían.
Nosotros bien podemos ser advertidos por medio de Diótrefes, ya que la carne está en nosotros, y por naturaleza todos somos presumidos. A menos que sea juzgada, ella nos conducirá a ignorar completamente la gloria del Señor, el bien de Su pueblo y el avance de la verdad. Cegados por la vanidad no juzgada, podemos olvidar fácilmente todo lo que es consistente en un cristiano, y como antes actuar en celos, dando paso a palabras malignas y actos violentos.
 (Versículo 11). Habiendo puesto ante nosotros estos dos diferentes caracteres, uno exhibiendo las gracias de Cristo, el otro los rasgos de la carne, el apóstol nos exhorta a rechazar lo malo y seguir lo bueno, probando así que tenemos una naturaleza que es "de Dios", en vez de demostrar que tenemos la carne en nosotros la cual "no ha visto a Dios."
 (Versículo 12). Finalmente, el apóstol trae ante nosotros en Demetrio a uno que era bien conocido por "Todos." Podemos concluir, por lo tanto, que él era uno de los siervos dotados que se movía entre 'todo' el pueblo del Señor ministrando la Palabra.
Él tenía tres características que todo siervo que trabaja bien puede desear fervientemente. Primeramente, en 3 Juan 12: "Demetrio tiene a su favor el testimonio de todos." (Versión Moderna). Es evidente, entonces, que él no era un hombre vano, seguro de sí mismo, buscando un lugar prominente, ni un chismoso maligno, parloteando contra otros. Si él hubiese sido un tal, nunca habría tenido a su favor el testimonio de todos los hombres. Además, la verdad estaba tan ejemplificada en Demetrio que ella daba buen testimonio de él. De haber sido de otra manera, la verdad le habría condenado. Finalmente, como él andaba según el ejemplo y la enseñanza de los apóstoles, ellos también daban testimonio de su integridad y consagración.
Cuan bueno es, entonces, cuando los siervos de Dios que se mueven entre las asambleas ministrando la Palabra son tan cuidadosos con sus palabras, con su andar, con sus maneras, que tienen a su favor el testimonio de todos, que ejemplifican la verdad que ellos enseñan, y moldean sus vidas de acuerdo a la enseñanza y la práctica de los apóstoles.
Que podamos nosotros, entonces, imitar la humildad y espiritualidad de Gayo, ser advertidos por Diótrefes, y buscar vivar de tal manera que, como Demetrio, tengamos a nuestro favor el testimonio de todos.
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - Abril 2005.-





[1] (N. del T.: traducción literal de 3 Juan 3 Versión Inglesa de King James que reza: "the truth that is in thee.")

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