¡Y ya vienes, Señor!
¡Y ya vienes, Señor!;
la eterna muerte
Huye gimiendo en voz aterradora,
Huye gimiendo en voz aterradora,
y el sepulcro vacío,
sin huesos, de repente
ha de gemir su espanto
ante el grito “¡Victoria!”
¡Y ya vienes, Señor, te
espero siempre,
con los ojos cerrados
ya contemplo la aurora,
cuando podré mirar las
heridas de tu frente,
cual brillante rocío
sobre rojas corales!
¡Y ya vienes, Señor, me
iré contigo
en un vuelo silente
cual paloma,
y al tomarte las manos,
dulce Amigo,
he de sentir las mías
pecadoras!
¡Y ya vienes, Señor,
siento tus ojos
como llamas que limpian
mis desvíos!
¡Mientras vienes,
Señor, dame tu manto,
Que en este mundo
desierto siento frío!
Renán Valencia Ángel
(Candelero Encendido,
Abril 1983)
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