“¿No volverás a darnos vida, para que tu pueblo se regocije en ti?” (Salmo
85:6).
Un estado de decaimiento es a menudo como un
cáncer; no sabemos que lo tenemos. Podemos irnos haciendo gradualmente tan
fríos espiritualmente que no nos damos cuenta cuán carnales hemos llegado a ser
en realidad. Algunas veces se necesita una tragedia, una crisis o la voz de
algún profeta de Dios para despertarnos de nuestra necesidad desesperada. Sólo
entonces podemos reclamar la promesa de Dios: “Derramaré aguas sobre el
sequedal y ríos sobre la tierra árida” (Isaías 44:3).
Necesito un avivamiento cuando he perdido mi
ánimo entusiasta por la Palabra de Dios, cuando mi vida de oración ha caído en
una insulsa rutina (o ha caído por completo), cuando he dejado mi primer amor.
Necesito un toque avivador de Dios cuando tengo más interés en lo que vierten
en la tele que en la reunión de la asamblea local, cuando llego a tiempo al
trabajo pero tarde a las reuniones, cuando no falto en mi trabajo pero mi
asistencia es espasmódica en la asamblea. Necesito ser avivado cuando estoy
dispuesto a hacer por el dinero lo que no hago por el Salvador, cuando gasto
más dinero para satisfacerme que en la obra del Señor.
Necesitamos avivamiento cuando guardamos
rencores, resentimientos y amargos sentimientos. Cuando somos culpables de
chismorrear y maldecir y recibimos palabras chismosas como si fuesen caramelos.
Cuando no estamos dispuestos a confesar nuestros errores o a perdonar a otros
cuando nos confiesan sus faltas. Necesitamos ser avivados cuando peleamos como
perros y gatos en casa, y luego aparecemos en la asamblea con una “cara de
reunión” como si fuéramos dulzura y luz. Necesitamos ser avivados cuando nos
hemos conformado al mundo en nuestro hablar, nuestro caminar y todo nuestro
estilo de vida. ¡Qué grande es nuestra necesidad cuando somos culpables de los
pecados de Sodoma, soberbia, saciedad de pan y abundancia de ociosidad! (Ezequiel
16:49).
Tan pronto como nos damos cuenta de nuestra
frialdad y esterilidad, podemos reclamar la promesa de 2 Crónicas 7:14, “Si se
humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren
mi rostro, y se convirtiesen de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los
cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”.
¡La confesión es el camino que lleva al avivamiento!
Oh Espíritu Santo, el avivamiento viene de Ti;
Envía un avivamiento, comienza la obra en mí.
Tu palabra declara que suplirás la necesidad.
Tus bendiciones ahora, imploro con humildad.
J. Edwin Orr
No hay comentarios:
Publicar un comentario