(a) El espíritu en el cual los males deben ser tratados
(versículos 1, 2)
Pueden surgir ocasiones cuando los males que se
manifiestan en el círculo cristiano pueden llamar, en forma justa, a la
reprensión. No obstante, al administrar la reprensión debemos reconocer lo que
es adecuado a la edad y al sexo, y cuidar así que la reprensión sea dada en un
espíritu correcto. La reprensión puede ser correcta y sin embargo puede tener
ningún efecto, o incluso herir, debido al espíritu equivocado en la que se da.
Una reprensión correcta en un espíritu equivocado es simplemente enfrentar la
carne en la carne.
Se debe respetar la edad, incluso si se precisa
reprensión. Un hermano anciano no debe de ser reprendido con dureza, sino con
toda la deferencia que un hijo tendría para con su padre ("No reprendas
con dureza al anciano, sino, más bien, exhórtalo como a padre" - LBLA).
Los jóvenes no deben ser tenidos en poco, sino reprendidos con amor como a
hermanos, a las ancianas con la deferencia debida a una madre. Se debe tratar
con las mujeres más jóvenes "con toda pureza", evitando así la
descuidada familiaridad que la naturaleza podría adoptar.
De esta forma, en todos nuestros tratos los unos
con los otros, el modo debe ser tal que nada se haga que pudiera ultrajar el
decoro y dar ocasión para el escándalo.
(b) Enseñanza con respecto a satisfacer las necesidades del pueblo de
Dios y advertencias contra la autoindulgencia en las cosas temporales (versículos
3-16)
(V. 3). En
primer lugar, se nos enseña a mostrar el debido respeto por las "viudas
que en verdad lo son". Una viuda que 'en verdad lo es', no es simplemente
una mujer privada de su marido, sino una que se caracteriza por ciertas
cualidades morales. Ya sea que esté en necesidad o no, las tales han de ser
tenidas en honor.
(V. 4). No
obstante, si tales mujeres tienen necesidad temporal, que los descendientes
demuestren su piedad práctica y recompensen a sus padres, porque esto es bueno
y agradable delante de Dios. Aquí vemos nuevamente que la piedad deja entrar a
Dios en todos los detalles de la vida, y procura actuar en un modo que
complazca a Dios.
(V. 5). El
apóstol nos da, entonces, las hermosas señales de una viuda que en verdad lo
es. Ella ha quedado sola ("desamparada" - VM), estando sin recursos
humanos; su confianza está en Dios - ella "espera en Dios" - y
depende de Dios, pues "persevera en rogativas y en oraciones noche y
día" (VM).
(V. 6). En
oposición a la viuda que en verdad lo es, el apóstol nos advierte contra todas
las que, en la casa de Dios, se entreguen a "los placeres
desenfrenados" (LBLA). Las tales aun viviendo, están muertas. Somos
exhortados a considerarnos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo
Jesús (Romanos 6:11). No podemos vivir para nosotros mismos y para Dios al
mismo tiempo. Si vivimos para nosotros estamos viviendo para el pecado, lo cual
es estar sin ley, o es la indulgencia de nuestras propias voluntades. Los
hábitos de autoindulgencia han de introducir la muerte espiritual entre el alma
y Dios.
(V. 7).
Semejantes advertencias son necesarias para que, andando en piedad, cada uno en
la casa de Dios no sólo sea aceptable y agradable a Dios sino también
irreprensible delante de los hombres.
(V. 8) Para
el cristiano, el hecho de no proveer para los suyos, y especialmente para los
de su casa, es hundirse por debajo de lo que es natural, y negar así la fe del
cristianismo que aprueba estas relaciones naturales y nos enseña a respetarlas.
Es posible para un cristiano, si actúa en la carne, comportarse de un modo que
es "peor que un incrédulo".
(Vv. 9, 10).
Sin embargo, puede haber casos individuales en el círculo cristiano, que no
tienen parientes que provean para ellas. Tales personas deberían ser puestas en
la lista de aquellas que pueden ser debidamente cuidadas por la asamblea. No
obstante, uno debe tener cuidado de no utilizar la casa de Dios como si fuera
meramente una institución para sostener a personas necesitadas.
En ocasiones, en efecto, la gracia puede ayudar a
las más abandonadas. Aquí se trata de un asunto de idoneidad para la inclusión
en una lista de aquellas que reciben la ayuda regular del pueblo del Señor.
Tales personas deben, mediante su vida, haber demostrado su aptitud para tal
ayuda. En personas de salud normal, la que es apta para la lista debe ser de
una edad cuando, bajo circunstancias comunes, ya no pueda trabajar para su
subsistencia; debe haber sido esposa de un solo marido, y una de quien se dé
testimonio a causa de sus buenas obras al haber criado hijos, al haber mostrado
amabilidad a los extranjeros, al haber lavado los pies de los santos, socorrido
a los afligidos, y, de hecho, "si hubiere seguido estrictamente toda buena
obra." (v. 10 - VM).
De manera muy bienaventurada esta Escritura muestra
cuánto puede hacer una mujer piadosa que es agradable a Dios y cuánto puede
hacer para ayudar al pueblo del Señor. Las omisiones, sin embargo, son tan
asombrosas como las buenas obras que se enumeran. No se dice nada acerca de la
enseñanza o la predicación o, de hecho, de nada que pueda llevar a la mujer a
un lugar de prominencia en una manera pública contraria al orden de la casa de
Dios.
(Vv. 11-13).
"Pero rehúsa poner en la lista a viudas más jóvenes, porque cuando sienten
deseos sensuales, contrarios a Cristo, se quieren casar, incurriendo así en
condenación, por haber abandonado su promesa anterior (Gr. Su primera
fe). Y además, aprenden a estar ociosas, yendo de casa en casa; y no sólo
ociosas, sino también charlatanas y entremetidas, hablando de cosas que no son
dignas." (LBLA). Las viudas más jóvenes no deben ser puestas en la lista.
Proveer para tales personas, como en el caso de las viudas, de hecho, las
conduciría a olvidar a Cristo como su único Objeto y, en cambio, a tener ante
ellas simplemente el deseo de volver a casarse, y llegar a ser así culpables de
haber quebrantado su primera fe. Es posible de este modo, no sólo perder
nuestro primer amor, sino quebrantar nuestra primera fe la cual, al comienzo de
nuestra vida cristiana, hizo que Cristo fuese el gran Objeto.
Además, poner a las viudas más jóvenes en la lista
solamente las animaría a la ociosidad y a convertirse de este modo en un
tropiezo, pues su ociosidad las conduciría a andar de casa en casa como
"chismosas y entremetidas" (RVR60). Un chismoso repite historias y
chismorrea a costa de los demás; un entremetido interfiere en los asuntos de
los demás, expresando libremente opiniones sobre asuntos que no son de su
incumbencia. En ninguno de los casos existe un solo pensamiento acerca de
ayudar al necesitado, o de procurar corregir algo que está mal, sino más bien
es la indulgencia de la carne en su amor por la difamación. Chismosos y
entremetidos, ya sea que repitan lo que es falso o verdadero, hablan en ambos casos
de "lo que no debieran". El predicador dice, "Revela los
secretos aquel que anda en chismes" (Proverbios 20:19 - VM); y, otra vez,
"todos los necios se meten en pendencias" (Proverbios 20:3 - VM). La
ley dice, "No andarás como chismoso entre tu pueblo" (Levítico 19:16
- VM). El cristianismo nos advierte en contra de andar "de casa en
casa" como 'chismosos y entremetidos'.
¡Qué cantidad de nombres han sido estropeados y quebrantados
Qué sentinas pestilentes han sido removidas
Por una palabra pronunciada en liviandad -
Por sólo una palabra ociosa!
(V. 14). La
opinión del apóstol es que las más jóvenes se casen y encuentren su esfera
adecuada de actividad en la vida hogareña, criando hijos y gobernando la casa.
Ya sea que se hable a los ancianos, a las viudas o a las más jóvenes, todos
deben recordar que ellos forman parte de la casa de Dios, y en la casa de Dios
no se debe permitir nada que dé al adversario ocasión de maledicencia.
(V. 15). De
hecho, algunas, a través del descuido de estas enseñanzas, ya se habían
apartado en pos de Satanás. Ellas podrían no admitir o no darse cuenta de la
seriedad del curso que estaban siguiendo; pero, evidentemente, en relación a
Cristo, el hecho de descuidarse y dejarse impulsar por el deseo conducirá a que
el alma sea seducida por Satanás y se desvíe a las tentaciones del diablo.
(v. 16). Las
viudas en las familias de cristianos han de ser mantenidas por la familia,
dejando libre a la asamblea para que ayude a las que en verdad son viudas.
(c)Las necesidades de los ancianos (versículos
17-21)
El apóstol pasa a instruirnos en lo que respecta a
la satisfacción de las necesidades de aquellos que sostienen una posición como
ancianos oficiales, y el espíritu en el cual se debe enfrentar cualquier
acusación contra los tales.
(Vv. 17,
18). "Los ancianos que dirigen bien sean tenidos por dignos de doble honor,
especialmente los que trabajan en la palabra y en la enseñanza. Porque dice la
Escritura: Al buey que trilla no pondrás bozal, y: Digno es el obrero del salario
de él." (NTIGE).
El trabajo de los ancianos era gobernar (dirigir)
en las asambleas del pueblo de Dios. Ellos son responsables de ver que el orden
piadoso sea mantenido en público y en privado. Se debía honrar a un anciano
tal; aquellos que hacían bien su trabajo debían ser tenidos por dignos de doble
honor, especialmente los que, además de cuidar a los santos, trabajaban en la
palabra y en la enseñanza. Además, sus necesidades temporales no debían ser
olvidadas. Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo son citados, como teniendo
igual autoridad como Escritura, para insistir en nuestra responsabilidad de
ayudar al obrero. (Deuteronomio 25:4; Lucas 10:7).
(V. 19). El
anciano, a causa de su servicio, estaría más sujeto que los demás al
malentendido y a la detracción. El tener que tratar a veces con las faltas en
otros podría conducir al resentimiento y a un mal sentimiento que podrían
manifestarse en una acusación maliciosa. Podría, de hecho, haber una causa
justa para una acusación, pero no debía ser recibida excepto de testigos.
(Vv. 20,
21). Los culpables, sean ancianos o no, cuyas faltas han sido totalmente
probadas por testigos adecuados, han de ser reprendidos delante de todos, para
que los demás también tengan temor. No obstante, todo lo que tiene forma de
reprensión debe ser hecho, no simplemente en presencia de todos, sino
"delante de Dios" cuya casa somos nosotros, delante del Señor Jesucristo,
quien es Hijo sobre la casa de Dios, y delante de los ángeles escogidos quienes
son ministros de los que forman la casa. De este modo la reprensión sería sin
"prejuicios" que formarían una opinión sin considerar debidamente
todo el asunto, y sin parcialidad que preferiría a uno antes que a otro.
(d) Cuidado en la expresión de comunión (versículo
22)
(V. 22). En
la Escritura, imponer las manos sobre otro es señal de comunión, más bien que
la comunicación de autoridad como la Cristiandad enseña. La falsa liberalidad
puede fingir una grandeza de corazón extendiendo descuidadamente la comunión a
aquellos que están siguiendo un curso equivocado. Podemos dar así nuestra
aprobación al mal y participar en los pecados ajenos. Debemos conservarnos
puros, una prescripción que demuestra claramente que nosotros podemos ser
contaminados por nuestras asociaciones.
(e) Enseñanza con respecto a necesidades
corporales (versículo 23)
(V. 23). Las necesidades de un cuerpo débil y que sufre no deben ser
descuidadas. Timoteo debía usar "de un poco de vino" a causa de su
estómago y de sus "frecuentes enfermedades". Timoteo no es culpado
por sus enfermedades, ni se sugiere que la continua ocurrencia de ellas
demuestra alguna falta de fe de parte de él; tampoco se le exhorta a procurar
que los ancianos impongan sus manos sobre él o incluso que oren por su
sanación. Se le manda usar un remedio común. Sin embargo, se trata "de
un poco de vino" y a ser usado a causa de un estómago
débil. Así que no hay excusa, en el consejo del apóstol, para beber vino en
exceso o utilizarlo por simple autoindulgencia.
(f) Advertencia
contra el juzgar por las apariencias (versículos 24, 25)
(V. 24). Al
juzgar nuestras asociaciones con los demás debemos guardarnos de ser engañados
por las apariencias. Los pecados de algunos son tan evidentes que no puede
haber dudas en cuanto al carácter y condenación de los tales. Otros pueden ser
igualmente malvados y aun así engañar por medio de una buena apariencia en la
carne. No obstante, sus pecados los perseguirán hasta el juicio.
(V. 25).
Esto puede ser verdadero de aquellos en quienes la gracia ha obrado. Con
algunos es obvio que sus buenas obras proclaman su verdadero carácter. Otros
pueden ser igualmente sujetos de la gracia y, con todo, sus obras pueden ser
menos públicas. Todo saldrá a luz a su debido tiempo.
Mientras leemos las enseñanzas y advertencias del
apóstol nosotros bien podríamos considerar la palabra, "el que piensa que
está firme, mire que no caiga" (1 Corintios 10:12 - VM). A partir de las
exhortaciones del capítulo es evidente que el creyente puede caer en una
condición en la cual él se deja estar en hábitos de autoindulgencia
(versículo 6); puede actuar de un modo que es peor que el de un incrédulo y
negar así la fe (versículo 8); puede rebelarse contra Cristo y quebrantar así
su primera fe (versículo 11); puede convertirse en un vagabundo ocioso yendo de
casa en casa, chismorreando y entremetiéndose en los asuntos de los demás
(versículo 13); y se puede apartar para ir en pos de Satanás (versículo 15).
Además, mientras leemos las enseñanzas, aprendemos
que los que componen la casa de Dios deberían procurar vivir de una manera que
sea buena y agradable delante de Dios (versículo 4); irreprensibles delante de
los hombres (versículo 7); no dando ocasión para la maledicencia (versículo
14).