sábado, 18 de julio de 2020

LA SEGUNDA EPÍSTOLA A TIMOTEO (6)

3. La senda del Piadoso en un Día de Ruina

 

Capítulo 2

 


(a) La condición espiritual necesaria para la senda de Dios en un día de ruina (versículos 1-13)


         (V. 1). La gracia espiritual es la primera gran necesidad en un día de debilidad. Por eso la exhortación del versículo del comienzo es, "fortalécete en la gracia que hay en Cristo Jesús." (2:1 - LBLA). Para resistir la creciente marea del mal, para caminar en una senda que el Señor ha señalado para los Suyos en medio de las corrupciones de la Cristiandad, y para continuar caminando con determinación en esta senda a pesar del fracaso, de la oposición y del abandono, se requiere gran gracia - la gracia que hay en Cristo Jesús. Cualquiera que sea la oposición que pueda haber para con la senda de Dios, cualesquiera sean las dificultades al perseverar en ella, cualesquiera sean las tentaciones a apartarse de ella, la gracia del Señor es suficiente para permitir al creyente vencer toda oposición, elevarse por sobre cada dificultad, resistir toda tentación, y obedecer Su palabra y responder a Sus pensamientos. Como alguien ha dicho, 'Cualquiera sea la necesidad, Su plenitud es la misma, no disminuida, accesible y gratuita.' La gracia espiritual es el primer requisito para los "hombres fieles" en un día de infidelidad. Además, la gracia de la que el apóstol habla es más que un 'espíritu agradable'. Implica que, en el Cristo resucitado y ascendido, a partir de la época del inicio de la iglesia en la tierra hasta el último día de su estancia temporal aquí, está cada recurso que capacita al hombre de Dios a mantener su vida de testimonio y servicio sin recurrir a ninguno de los recursos del hombre que tantos han adoptado en un día de decadencia. Escribiendo a los Corintios, el apóstol puede agradecer a Dios por "la gracia de Dios" que les fue dada "en Cristo Jesús"; y al instante él muestra que esta gracia es "toda palabra", el "conocimiento" y los dones con los que ellos habían sido enriquecidos en Cristo ("Siempre doy gracias a mi Dios por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús, porque en todo fuisteis enriquecidos en El, en toda palabra y en todo conocimiento, así como el testimonio acerca de Cristo fue confirmado en vosotros; de manera que nada os falta en ningún don, esperando ansiosamente la revelación de nuestro Señor Jesucristo." 1 Corintio 1: 4-7 - LBLA). Cada exhortación en el capítulo que estamos considerando sólo profundizará nuestro sentido de la necesidad de la gracia que hay en Cristo Jesús si hemos de responder a la mente de Dios.

         (V. 2). En segundo lugar, no sólo la gracia es necesaria, sino que los fieles deben poseer también la verdad, si ellos han de ser provistos con la mente de Dios para un día de fracaso y deben ser idóneos para enseñar a otros. Además, la verdad necesaria para un día de ruina no es solamente la verdad que se encuentra en la Escritura como un todo, sino, muy especialmente, la verdad comunicada por el apóstol en presencia de muchos testigos. En un día de ruina, los escritos apostólicos se convierten en una prueba muy determinante a través de los cuales se puede discernir a los "hombres fieles." "Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios nos oye; el que no es de Dios, no nos oye." (1 Juan 4:6).

         Entonces, para que durante todo el tiempo podamos poseer la verdad, Timoteo es enseñado a encargar "las cosas" oídas del apóstol a hombres fieles, quienes, a su tiempo, estarán capacitados para enseñar a otros. Es el camino de Dios que la verdad encerrada en los escritos apostólicos sea encargada a aquellos que son idóneos para enseñar a otros. La autosuficiencia y la presunción de la carne pueden congratularse a sí mismas de que pueden prescindir de la ayuda de otros; pero, mientras Dios es soberano y puede enseñar directamente desde Su palabra, Su modo habitual es mantenernos mutuamente dependientes los unos de los otros - que recibamos como principiantes, y que comuniquemos a otros la verdad y la luz que hemos recibido.

         Además, es importante ver que lo que nosotros transmitimos no es autoridad oficial, o posición oficial, sino la verdad. Timoteo no tenía encargo ni poder para transmitir a cualquier individuo, o clase de individuos, el derecho exclusivo u oficial a predicar. Era la verdad revelada, afianzada contra el error por medio de testigos, la que tenía que ser encargada a otros. A la luz de esta Escritura bien podemos desafiarnos con respecto hasta dónde nosotros estamos respondiendo a nuestras responsabilidades de encargar a otros esta preciosa herencia de verdad que hemos aprendido de hombres fieles. Mantener la verdad y transmitirla a otros sólo es posible cuando somos fuertes en la gracia que es en Cristo Jesús.

         (V. 3). El mantenimiento de la verdad en un día de alejamiento general implicará penalidades. Nosotros, naturalmente, evitamos el sufrimiento. Por lo tanto, Timoteo es exhortado - y cada uno que desea ser fiel a Cristo - de esta forma, "Sufre penalidades conmigo, como buen soldado de Cristo Jesús." (LBLA). Comparado con Pablo, la parte de las penalidades que nosotros podemos ser llamados a sufrir será pequeña; pero, dondequiera que haya un santo hoy en día que rechace el error y defienda la verdad, él debe estar preparado, en cierta medida, para enfrentar oposición (2 Timoteo 2:25), persecución (2 Timoteo 3:12), desamparo (2 Timoteo 4:10), y maldad (2 Timoteo 4:14); y, de igual forma que con respecto al apóstol, estas cosas pueden venir incluso de sus hermanos. Esto, sin embargo, implica penalidades, y naturalmente cuando se sufre injustamente, nosotros estamos inclinados a desquitarnos. Se nos recuerda, por lo tanto, a tomar nuestra parte en las penalidades, no como un hombre natural, sino "como buen soldado de Cristo Jesús." Un buen soldado obedecerá a su Capitán y actuará como él. Cristo es el gran Capitán de nuestra salvación, y Él ha alcanzado Su lugar de gloria, y nos ha dejado el ejemplo perfecto de padecimiento y paciencia, pues "cuando le ultrajaban, no respondía ultrajando; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a aquel que juzga con justicia." (1 Pedro 2:23 - LBLA). Actuar de una manera tan contraria a la naturaleza humana ciertamente requerirá de nosotros que nos fortalezcamos "en la gracia que es en Cristo Jesús." (2:1).

         El Señor Jesús está en el lugar de poder supremo y a su debido tiempo ejercerá el poder mediante el cual Él puede someter a todos los enemigos bajo Sus pies. Es aún, no obstante, el día de la gracia; el día de juicio para los enemigos de la gracia no ha llegado todavía. Por consiguiente, nosotros no necesitamos poder para aplastar a nuestros enemigos, sino que necesitamos gracia para tomar nuestra parte en las penalidades. Esteban, en presencia de sus enemigos, quienes crujían los dientes contra él, y le apedrearon con sus piedras, miró fijamente al cielo a "Jesús, puesto en pie, a la diestra de Dios." (Hechos 7:55 - VM). Pero, si bien Jesús es Señor en el lugar de poder supremo, Él no actúa por lo general en poder para aplastar a sus enemigos. Él hizo lo que estaba en perfecta congruencia con el día de la gracia. Él dio gracia mediante la cual Esteban se fortaleció tanto en la gracia que hay en Cristo Jesús que pudo tomar su parte en las penalidades, y, como un buen soldado de Cristo Jesús, no amenazó o respondió ultrajando a sus perseguidores; al contrario, él oró por ellos y encomendó su espíritu al Señor. Pablo, igualmente en su día, se fortaleció tanto en la gracia que hay en Cristo Jesús que soportó penalidades por Cristo y encomendó su vida, su felicidad, su todo, a Cristo para "aquel día." (2 Timoteo 1:12).

         (V. 4). En cuarto lugar, si nosotros, de corazón, aceptamos la senda de Dios en un día de fracaso, será necesario que nos guardemos de enredarnos en los negocios de esta vida. El apóstol no sugiere que nosotros no debamos atender los negocios de esta vida, o que seamos llamados a dejar necesariamente nuestros negocios terrenales. En otras Escrituras él rechaza tal pensamiento, pues nos enseña determinadamente a trabajar con nuestras manos para proveer las cosas honradamente, y puede decir de sí mismo, "vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido." (Hechos 20:34). Pero él nos advierte contra el hecho de que permitamos que los negocios de esta vida ocupen de tal manera nuestro tiempo, absorban nuestras energías, y ocupen tan completamente nuestras mentes, que lleguemos a quedar enredados en una red, y no seamos ya libres para llevar a cabo la voluntad de Dios. El buen soldado de Cristo Jesús es uno que procura, no agradarse él mismo, o incluso agradar a los demás, sino que en primer lugar procura agradar a Aquel que le ha escogido para ser un soldado. En fiel lealtad a Aquel que le ha escogido para ser un soldado bajo Su liderazgo, y procurando solamente Su deleite, nosotros deberíamos rechazar toda organización humana que involucre la dirección de alguna autoridad humana. Escapar de los enredos de esta vida y ser leales al Capitán de nuestra salvación sólo será posible en la medida que nos fortalezcamos en la gracia que es en Cristo Jesús.


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