sábado, 18 de julio de 2020

SALGAMOS PUES A EL

Por W.E. Vine

                       


            En esta exhortación se indican dos circunstancias contrastadas. La primera es: separación; la se­gunda: atracción. Es el carácter y poder de Cristo que inspira el ac­to de dar las espaldas a todo lo que le es contrario. El sufrió por nosotros “fuera de la puerta”; en verdad, la comprensión de esto y todo lo que significó para el Señor impulsará al creyente a una com­pleta separación de lo que es in­consistente con su voluntad y de­seo.

           Andar con el Señor es “salir fuera del real”. Esto tiene un sig­nificado mucho más amplio que una mera abstención de todo lo que constituya ritualismos legales y exteriores, pues más que esto in­volucra la idea de ir “a Él”. En un aspecto, se refiere a toda forma de religión sistematizada y arreglada por las tradiciones de los hom­bres, cuyo resultado es el aparta­miento denominacional de las en­señanzas de la Palabra de Dios. Así como el judaísmo estableció su propia religión como sustituto de lo que Dios había prescripto en su Palabra, el llamado cristianismo ha resultado una esfera en la cual la tradición humana, eclesiástica u otra, ha reemplazado las instruc­ciones y principios del Nuevo Tes­tamento por enseñanzas y prácti­cas adoptadas por guías religiosas. Todo esto está representado por “el real”. Salir de él para ir a Cris­to significó y todavía significa vi­tuperio. Pero lo importante es que es “SU vituperio”; es un privilegio y gozo para el verdadero segui­dor de Cristo poderse identificar así con Él.

            En un sentidlo más amplio de la exhortación, somos llamados a separarnos de cualquier cosa que pu­diera corromper nuestras mentes de “la simplicidad que es en Cris­to” (2 Co. 11:3). Simplicidad sig­nifica unidad de sentido. Es la uni­dad por la cual podremos “serle agradables” (2 Co. 5:9). La cruz de Cristo estaba “fuera del real". Durante los días de su carne El llevó un fiel testimonio en contra de todo lo que se apartara de Dios, tanto religioso como moral. Su testimonio, por palabra y hecho, le acarreó el “vituperio” y amargo odio; sin embargo, el Señor, dán­doles sus espaldas, voluntariamen­te salió “fuera del real” para sufrir la cruz. Todo indicaba una devo­ción perfecta a su Padre.

            Cuando pensamos que todo es­to fue a nuestro favor, no sólo pa­ra librarnos de la perdición eterna, sino también para “santificarnos con su propia sangre”, ¿cómo po­dremos desistir de “salir a El”? Su gracia santificadora, haciéndo­nos suyos y separándonos para El, es suficiente para inspirarnos una devoción superlativa. Es fácil evi­tar el vituperio. Demas lo evitó “amando más a este siglo”, lo que fue para él una pérdida irreparable. Tenemos un triple enemigo contra nuestros más altos intereses de leal­tad para Cristo: el mundo, la carne y el diablo. “Salir a Él” señala una victoria sobre el mundo en todos sus aspectos; es lo que permite de­cir al verdadero cristiano: “el mun­do me ha sido crucificado a mí y yo al mundo” y experimentar que “los que son de Cristo Jesús (los que no sólo le pertenecen, pero participan de su mente, su carácter y su voluntad) han crucificado la carne con sus pasiones y concupis­cencias” (Gál. 5:24).

            Despertémonos pues para dar una respuesta más decidida a su atrayente poder, para comprender más profundamente nuestra deuda para con el Señor, y para identifi­carnos más con su causa “fuera del real”, considerando que “no tene­mos aquí ciudad permanente, más esperamos la por venir”.

Sendas de Luz, Enero-Febrero, 1986

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