Respuesta: Todos
los hijos de Dios, en quienes mora el Espíritu Santo son miembros del único y "mismo cuerpo", formado por
un "mismo Espíritu. El cuerpo no puede ser destruido, ni dividido, porque
es formado por el poder divino. Pero lo que fracasó completamente fue la MANIFESTACIÓN del único o solo cuerpo y del solo
Espíritu, y de ahí viene la confusión que reina actualmente en la
cristiandad.
En la práctica, somos llamados a obrar como miembros del "solo cuerpo", a lo cual nos conduce la actividad del
"solo Espíritu"; la Palabra de Dios no nos dice que debamos guardar
la unidad del cuerpo, pero sí la "unidad del Espíritu". El Espíritu
Santo es el poder para obrar todo lo que es según Dios, y
por medio de la Palabra, Él ordena todo lo que se relaciona con nuestra marcha
como individuos, y con nuestra acción colectiva sobre el terreno de la
Asamblea.
Cuando es el Señor
el que habla a Sus iglesias, nos manda
que oigamos "lo que el Espíritu dice"; y como solamente hay Un Espíritu (un solo Espíritu), el cual mora en la Iglesia que está sobre
la tierra el Señor ordena a cada uno que oiga lo que el Espíritu dice a cada
asamblea. "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias." (Apocalipsis 2 y 3). De modo que el Señor invita a cada miembro
del solo o “único cuerpo" a estar atento a lo que dice tocante a cada
iglesia o asamblea; y si todos los miembros del cuerpo prestaran oído a lo que
el Espíritu dice a las iglesias y obrasen en consecuencia, la unidad del Espíritu sería guardada.
Pero en realidad no
todos los miembros del "solo cuerpo" oyen, están atentos, y tal vez
los hay que no se preocupan por oír lo que el Espíritu dice. Resulta pues de
ello, y de manera evidente, que todos aquellos que oyen deben obrar en fidelidad al Señor, y - por doloroso que sea - separarse de
aquellos que no están atentos a lo que dice el Espíritu. Porque la Palabra nos
ordena que guardemos, a toda costa "la unidad del
Espíritu en el vínculo de la paz". ¿Podríamos guardarla plenamente obrando
de otra manera?
Supongamos que algún
mal de carácter desconocido hasta hoy, se manifieste en una asamblea local, en
medio de aquellos que se congregan sobre el terreno de la Iglesia o Asamblea de
Dios. ¿Qué harán los que deseen ser fieles? ¿Adoptarán una actitud de
indiferencia? ¡En ninguna manera, aunque el mal se halle en una asamblea muy
distante o alejada! Si creen que un "sólo Espíritu" mora en la
Asamblea, serán ejercitados y acudirán al Señor buscando la "palabra de Su
gracia". Esta es la senda donde el Espíritu guía los corazones sinceros.
El Señor dice: "Oíd lo que el Espíritu dice", y los creyentes que
oyen, sinceramente ejercitados, no tardarán en discernir que el Espíritu
censura y condena este mal como profano, opuesto a la verdad y a la naturaleza
de Aquél que se llama el Santo y el Verdadero. Los que miran a los hombres no
discernirán el camino de la fidelidad, pero el pensamiento del Señor será
revelado a aquellos que confían en El y honran al Espíritu Santo.
Además, no olvidemos
los puntos siguientes, de importancia primordial:
1.- La unidad del Espíritu es y debe ser conforme con la santidad, con
la separación del mal, porque es el Espíritu Santo.
2.- Debe ser según la verdad, pues "el Espíritu es la
verdad." (1 Juan 5:6), y guía "a toda la verdad" (Juan 16:13);
"tu palabra es verdad".
3.- La senda del Espíritu nos llevará forzosamente a buscar la
"gloria del Hijo", pues Jesús dijo: "El me glorificará".
4.- Aquellos que se oponen, de un modo u otro, a la acción del
"sólo Espíritu", deshonran gravemente al Señor, contristan al Espíritu
Santo con el cual son sellados, se perjudican a sí mismos, extravían tal vez a
otros y debilitan el testimonio.
Seamos ejercitados
para mirar por encima de los hombres, y oír "lo que el Espíritu dice"
¡Confiemos plenamente en Aquél que puede preservarnos de caídas!
Traducido de "Le Messager
Evangélique".
Revista "VIDA CRISTIANA", AÑO
1960, No. 48.-
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