sábado, 18 de julio de 2020

“UN SOLO CUERPO" Y "LA UNIDAD DEL ESPÍRITU"

 Pregunta: ¿Qué diferencia hay entre el hecho de retener la verdad de "un solo cuerpo", y el de guardar "la unidad del Espíritu"?

Respuesta: Todos los hijos de Dios, en quienes mora el Espíritu Santo son miembros del único y "mismo cuerpo", formado por un "mismo Espíritu. El cuerpo no puede ser destruido, ni dividido, porque es formado por el poder divino. Pero lo que fracasó completamente fue la MANIFESTACIÓN del único o solo cuerpo y del solo Espíritu, y de ahí viene la confusión que reina actualmente en la cristiandad.

            En la práctica, somos llamados a obrar como miembros del "solo cuerpo", a lo cual nos conduce la actividad del "solo Espíritu"; la Palabra de Dios no nos dice que debamos guardar la unidad del cuer­po, pero sí la "unidad del Espíritu". El Espíritu Santo es el poder para obrar todo lo que es según Dios, y por medio de la Palabra, Él ordena todo lo que se relaciona con nuestra marcha como individuos, y con nuestra acción colectiva sobre el terreno de la Asamblea.

            Cuando es el Señor el que habla a Sus iglesias, nos manda que oigamos "lo que el Espíritu dice"; y como solamente hay Un Espíritu (un solo Espíritu), el cual mora en la Iglesia que está sobre la tierra el Señor ordena a cada uno que oiga lo que el Espíritu dice a cada asamblea. "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las igle­sias." (Apocalipsis 2 y 3). De modo que el Señor invita a cada miembro del solo o “único cuerpo" a estar atento a lo que dice tocante a cada iglesia o asamblea; y si todos los miembros del cuerpo prestaran oído a lo que el Espíritu dice a las iglesias y obrasen en consecuencia, la unidad del Espíritu sería guardada.

            Pero en realidad no todos los miembros del "solo cuerpo" oyen, están atentos, y tal vez los hay que no se preocupan por oír lo que el Espíritu dice. Resulta pues de ello, y de manera evidente, que todos aquellos que oyen deben obrar en fidelidad al Señor, y - por dolo­roso que sea - separarse de aquellos que no están atentos a lo que dice el Espíritu. Porque la Palabra nos ordena que guardemos, a toda costa "la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz". ¿Podríamos guardarla plenamente obrando de otra manera?

            Supongamos que algún mal de carácter desconocido hasta hoy, se manifieste en una asamblea local, en medio de aquellos que se congregan sobre el terreno de la Iglesia o Asamblea de Dios. ¿Qué harán los que deseen ser fieles? ¿Adoptarán una actitud de indiferencia? ¡En ninguna manera, aunque el mal se halle en una asamblea muy distante o alejada! Si creen que un "sólo Espíritu" mora en la Asamblea, serán ejercitados y acudirán al Señor buscando la "palabra de Su gracia". Esta es la senda donde el Espíritu guía los corazones sinceros. El Señor dice: "Oíd lo que el Espíritu dice", y los creyentes que oyen, sinceramente ejercitados, no tardarán en discernir que el Espíritu censura y condena este mal como profano, opuesto a la verdad y a la naturaleza de Aquél que se llama el Santo y el Verdadero. Los que miran a los hombres no discernirán el camino de la fidelidad, pero el pensamiento del Señor será revelado a aquellos que confían en El y honran al Espíritu Santo.

            Además, no olvidemos los puntos siguientes, de importancia primordial:

1.- La unidad del Espíritu es y debe ser conforme con la santidad, con la separación del mal, porque es el Espíritu Santo.

2.- Debe ser según la verdad, pues "el Espíritu es la verdad." (1 Juan 5:6), y guía "a toda la verdad" (Juan 16:13); "tu palabra es verdad".

3.- La senda del Espíritu nos llevará forzosamente a buscar la "gloria del Hijo", pues Jesús dijo: "El me glorificará".

4.- Aquellos que se oponen, de un modo u otro, a la acción del "sólo Espíritu", deshonran gravemente al Señor, contristan al Espí­ritu Santo con el cual son sellados, se perjudican a sí mismos, extravían tal vez a otros y debilitan el testimonio.

            Seamos ejercitados para mirar por encima de los hombres, y oír "lo que el Espíritu dice" ¡Confiemos plenamente en Aquél que puede preservarnos de caídas!

 

Traducido de "Le Messager Evangélique".

Revista "VIDA CRISTIANA", AÑO 1960, No. 48.-


No hay comentarios:

Publicar un comentario