sábado, 18 de julio de 2020

FRUTO QUE ABUNDE EN VUESTRA CUENTA

Identificación, filiación, satisfacción

                                              

Con mucha claridad habló el Señor referente a los frutos que deben dar los hijos de Dios. Tres características de estos frutos acreditan que somos nacidos de simiente incorruptible. (1 Pedro 1:23)

·  Por los buenos frutos somos conocidos en el mundo que somos discípulos de Cristo: los frutos de nuestra identificación (Mateo 7:16).

·  Por la abundancia de los frutos demostramos que somos pámpanos limpios en la vid: los frutos de nuestra filiación (Juan 15:5)

·  Por dar el fruto a tiempo indicamos que somos regados por el poder de arriba: frutos a satisfacción (Juan 7:38)

             El Señor en los días de su ministerio terrenal pronunció tres palabras de las cuales los teólogos sacarían muchos argumentos. Estos son: podar, abonar y secar. La poda es arriba, el abono es al pie y la secura es en la raíz. Esta pericia solamente la hace el Señor de menor a mayor grado para que la planta dé fruto.

            “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, le quitará: y todo aquel que lleva fruto, le limpiará, para que lleve más fruto.” (Juan 15:2) La medida es drástica: el que no lleva fruto es cortado con la horqueta, y el que lleva fruto es podado en los cogollos para que lleve más fruto.

            Leí de una hermana a quien se le infectó la herida de un brazo. Los médicos no encontraron remedio sino amputar el brazo, porque la gangrena había empezado. La hermana tuvo conformidad y aprendió una gran lección. Dijo: “Ahora comprendo que con mis dos brazos nada hice para el Señor. Él me ha enviado esta poda para que yo lo reconozca, pero con su ayuda y con un solo brazo, haré más de lo que no hice con los dos.” De modo, hermanos, que, si hay ramas viciosas, sin frutos, el Señor las va a podar por medio de la disciplina, las pruebas o el castigo. (Hebreos 12:5-17)

            Ahora bien, en Lucas 13:6-9 el Señor extiende su misericordia y otorga sus privilegios. Nunca en su historia recibió Israel más bendiciones que en los tres años del ministerio del Señor. Con todo esto no dió los frutos que el Señor buscaba. Entonces prolongó su gracia y resolvió excavar y estercolar. Para el pueblo del Señor hoy, el período ha sido más largo, las oportunidades más grandes y, en toda la luz de estos privilegios, “A cualquiera que fue dado mucho, mucho será vuelto a demandar de él.” (Lucas 12:48)

            Muchas veces este abono viene por visitaciones, prosperidad, libertad de cultos y muchas bendiciones más, para que demos los frutos que el Señor quiere. A la iglesia de Tiatira el Señor dijo: “Yo le he dado tiempo para que se arrepienta de la fornicación; y no se ha arrepentido.” (Apocalipsis 2:21)

            En Mateo 21:18-20 son los dos extremos. El dueño de la viña en ocasiones anteriores había venido a buscar fruto de su viña y no lo halló; sin embargo, “No retuvo para siempre su enojo, porque es amador de misericordia.” (Miqueas 7:18) Ahora el Señor de la viña tiene hambre y la higuera (su pueblo) no tiene frutos.

            Hermanos, en Juan 15 los frutos son amor. “Si guardareis mis mandamientos, estaréis en mi amor.” (15:10). En Lucas 18 los privilegios son por gracia, v. 8. “más cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, no por obras de justicia que nosotros habíamos hecho ...” (Tito 3:4,5)

            En Mateo 21:18,19 el juicio a la higuera es por esterilidad. El Señor tiene hambre de más oración, más amor, más consagración, más santidad. Religión exterior no da frutos. Nabal, el del Carmelo, era muy rico y en el esquileo parecía ser un árbol con mucho fruto, pero cuando David, que había guardado y protegido sus intereses, envió a buscar fruto se encontró con hojas solamente. (1 Samuel 25:1-38)

            Ningún discípulo de Cristo ha regado su árbol como Pablo; nunca menguó en sus nuevos frutos. (Gálatas 5:22,23). Tan solícito era que hizo así: “Me he hecho a los flacos flaco, por ganar a los flacos: a todos me he hecho todo, para que de todo punto salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, por hacerme juntamente participante de él.” (1 Corintios 9:22,23)

José Naranjo

La Sana Doctrina (1958 a 1981)


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