(Isaías 52:1-2)
Por S.A. Williams
De "El Sendero del Creyente"
En
estos versículos el Señor expresa su deseo de hacer cosas maravillosas para
su pueblo, y lo llama para que se despierte y actúe como corresponde a un pueblo
que tiene en vista un futuro tan bendito.
El
Señor dice: “Vístete tu ropa de hermosura, oh Jerusalén”. En esta exhortación
también hay una lección para nosotros. El desea que su pueblo esté bien
vestido. Cuando el pródigo volvió a su padre era tan humilde que hubiera sido
contento de ser un siervo, en vez de aspirar a ser un hijo, pero el padre tuvo
pensamientos mucho más tiernos hacia su hijo y dijo: “SACAD EL PRINCIPAL VESTIDO
Y VESTIDLE”, pues el padre deseaba que estuviera bien vestido.
En
Colosenses capítulo 3, el Señor nos da un guardarropa lleno de vestidos
preciosos, que desea ver en uso diariamente; dice: “vestíos pues, como
escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de benignidad,
de humildad, de mansedumbre, de tolerancia, sufriendo los unos a los otros. Si
alguno tuviera queja de otro, DE LA MANERA que Cristo os perdonó, así también
hacedlo vosotros, y SOBRE TODAS ESTAS COSAS VESTIOS DE CARIDAD, la cual es el
VINCULO de la perfección”. ¡Qué conjunto de vestidos preciosos tenemos aquí!
Pero,
¿lucimos estas prendas preciosas? Mi esposa tenía la costumbre de visitar a
una señora que varias veces le mostró el contenido de su guardarropa, lleno de
lindos vestidos, pero extraño es decirlo, que casi nunca veíamos que llevara
esa ropa.
El
Señor quiere que llevemos nuestros vestidos espirituales diariamente, en todas
partes, en el hogar, en la oficina, en el taller, y aun en las calles de la
ciudad. ¡Cuán grande es la necesidad de hacer así en el día de hoy!
Un
doctor, creyente, estaba andando por la calle de un pueblo en una noche muy
fría, cuando vio a un joven vendiendo diarios. Casi no había nadie en la calle
y con simpatía se acercó al joven y comprando un diario, le dio algo más de lo
que costaba, y le habló un poco del Señor. Al dejarle le preguntó si no tenía
mucho frío. “No”, contestó; “sentía mucho frío antes de que Ud. llegase, pero
no tanto ahora”. ¿Qué era que le quitó el frío? ¿No era acaso el amor en el
corazón y la actitud tomada por el doctor? Creo que sí. Este doctor llevaba
puesta la “benignidad”, tomada del guardarropa de Colosenses 3.
En
el versículo 14 tenemos otra hermosa prenda; dice: “Y SOBRE TODAS ESTAS COSAS
VESTIOS DE CARIDAD”. Este es nuestro “sobre todo”. Una señora solía decir que
su esposo nunca estaba tan bien vestido como cuando llevaba su SOBRETODO
puesto. Bueno, hay una cosa segura, y es que no hay ningún creyente BIEN VESTIDO
al que le falte su SOBRETODO, pues dice la Palabra que “es el vínculo de la
perfección”. El Señor dijo a sus discípulos antes de partir: “Un mandamiento
nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Juan
13:34). Tiene que ser el VESTIDO PRINCIPAL, “pues en esto conocerán todos que
sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. ASI QUE EL
SEÑOR DESEA QUE ESTEMOS BIEN VESTIDOS.
El
padre del pródigo no sólo deseaba que su hijo estuviera bien vestido, sino que
se SINTIESE BIEN, y para esto puso en su mano un anillo. Qué gozo para el hijo.
No sería un siervo, sino un hijo, en su propia casa, perteneciendo a la
familia. Este gozo es nuestro también, pues dice en 1 Juan 3:2: “Muy amados
AHORA somos hijos de Dios”. Que estemos regocijando, felices en el amor y
comunión del Padre, mirando al futuro sin temor: “Aún no se ha manifestado lo
que hemos de ser, pero SABEMOS que cuando él apareciere SEREMOS SEMEJANTES A
EL, porque le veremos como él es”.
El
Padre del pródigo no era solamente deseoso de que su hijo fuese BIEN VESTIDO y
que se SINTIERA BIEN, pero también que ANDUVIESE BIEN, pues “puso zapatos en
sus pies”. Nuestro Señor también desea que nosotros ANDEMOS DIGNOS DE EL, que
nos ha llamado a su reino y gloria. Somos sus representantes en este mundo.
¡Qué honor nos ha dado! ¿Nos hemos dado cuenta? ¡Cuán cuidadosas, honestas y
santas deben de ser nuestras vidas delante del mundo! Fue dicho del hijo de
Pedro el Grande que estaba estudiando en otro país de incognito, hasta que
finalizó sus estudios, que, en su trabajo, su vida y su carácter nunca se había
visto nada que quitara de la dignidad de su posición tan exaltada.
¡Oh!
Que sea nuestro anhelo ANDAR digno de la vocación con que somos llamados con
toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportando los unos a los otros en
amor (Efesios 4:1-2).
Si
estos lindos vestidos son llevados en nuestras vidas estaremos BIEN VESTIDOS,
nos SENTIREMOS BIEN y ANDAREMOS BIEN, y la vida de Jesús será manifestada en
nuestros cuerpos. “VISTETE TU ROPA DE HERMOSURA”.
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