En la historia de la Biblia hay ciertas divisiones claras que en términos generales están separadas la una de la otra, por un pacto de Dios que señala la relación de Dios con la humanidad, y la responsabilidad del hombre hacia El durante el período.
1. El Periodo de la Inocencia.
La historia no empieza con la
creación del mundo sino con la creación de Adán y Eva. La obra de Dios, el
Creador, era perfecta y nuestros primeros padres fueron hallados en un estado
de inocencia y puestos en un ambiente perfecto en el huerto de Edén. Libres de
los deseos de una naturaleza pecaminosa, del dolor, la enfermedad y la
preocupación, estas almas privilegiadas bien hubieran vivido leales a su
Creador, disfrutando una continua comunión con El y una felicidad sin fin que Él
había hecho por ellos. Se les dio una completa libertad con una sola
prohibición. De todo árbol en el huerto de Edén tenían derecho de comer menos
de uno - el de la ciencia del bien y del mal (Gén. 2;17). Por tal minúsculo
reglamento se puso a prueba su obediencia a Dios. Solamente un pensamiento
soberbio y egoísta hubiera hallado en el mismo objeción alguna. Se les advirtió
de la pena en caso de desobediencia al mandato de Dios, pero respondieron a la
tentación y cayeron, Eva por la soberbia y Adán con intento deliberado. Aun en
circunstancias ideales y condiciones tan buenas, el hombre se manifestó incapaz
de retener su inocencia y de cumplir la voluntad de Dios. Por lo consiguiente
el justo Creador tuvo que echarles de Su paraíso terrestre.
2. La Dirección de la Conciencia.
Dios vistió a Adán v Eva de pieles
de animales (una ilustración de que el abrigo y protección que ahora les
brindaba era posible solamente por medio de un sacrificio o la muerte de otro),
y sentenció, que con dolores y a duras penas llevaría a cabo su destino. Puso
delante de ellos la esperanza de un Redentor futuro (Gén. 3:14-19). Sin ley o
gobierno ninguno, el hombre tuvo que decidir entre lo bueno y lo malo, dirigido
por su conciencia, No tenía tendencia innata que le dirigiera a lo bueno, ni la capacidad para vencer el
pecado y seguir la dirección de su
conciencia. El período antes del diluvio, como 1,650 años, es por lo
consiguiente una historia de un gran fracaso. La tierra esteba llena de
violencia y corrupción y el pecado reinaba sobre una raza culpable. La
corrupción del hombre llegó a tal grado que era preciso que Dios barriera toda la humanidad menos Noé y su
familia, con el juicio del diluvio — Génesis 7.
3. El
Gobierno Humano.
En el mundo después del diluvio, el Todopoderoso
introdujo un nuevo principio, dando a los hombres la autoridad y
responsabilidad de gobernarse. El malhechor tenía que ser castigado por sus
delincuencias hacia sus semejantes. Por ejemplo, el asesino tenía que pagar con
su vida propia la vida que él había tomado, y sus semejantes tenían que
ejecutar la sentencia. La vida de cada individuo era la responsabilidad de los
que le rodeaban (Gén. 9:5, 6). A pesar de todo esto, Noé fue el primero en
revelarse incapaz de controlarse a si mismo, mucho menos a sus vecinos, V sus
descendientes tampoco pudieron controlar el pecado La raza se puso unánime en
contra de Dios, edificando para si la torre de Babel V su rebelión sólo fue
impedida por la intervención divina en la confusión de las lenguas. Bajo el
gobierno humano, que todavía existe el hombre fue un fracaso.
4. La
Época de las Promesas.
Después de ese fracaso, Dios en Su sabiduría escogió
la familia de Abraham, con el propósito de crear una nueva nación compaginada
por el principio de la fe. Por lo consiguiente, apartó a Abraham y sus
descendientes de los demás pueblos de la tierra para hacer de ellos una nación
grande, por la cual todas las demás serian bendecidas (Gén. 12: 1-3). El pacto
que hizo con Abraham era sin condiciones y su cumplimiento dependía, no de los
hombres, sino de la fidelidad de Dios. De manera que Sus promesas tendrán un día
de fructificarse. Esta época, durante la cual Dios dio el pacto, fue otro
período de prueba, y con el mismo resultado. Por no ejercitar completa fe y
confianza en Dios, los descendientes de Abraham se encontraron en una miserable
servidumbre en Egipto V aun cuando Dios en Su misericordia les salvó, ellos
dejaron las promesas por el yugo de la ley (Exo. 19:8). Después de disfrutar la
divina gracia, menospreciaron la bondad de Dios y aceptaron en su lugar la
legalidad de Sinaí. Esta dispensación llegó a su fin por la misma acción de
Israel y por el mero hecho de aceptar la ley, ellos claramente testificaron a
su propio fracaso.
5. La
Edad de la Ley.
Dada la ley empezó una nueva era y hasta la primera
venida del Señor Jesucristo, Israel fue medido por esta regla que habían
aceptado. No cabía duda de las demandas de Jehová. Se dieron reglamentos
divinos para cada detalle de la vida nacional e individual. Sacrificios,
ofrendas, fiestas, el sacerdocio, conducta social, cuestiones sanitarias, etc.
todo tenía que ajustarse a reglas divinas. Sin embargo, [a historia de la
nación bajo el profeta, sacerdote y rey demostraba el fracaso del pueblo, en su
obediencia a Dios. Esteban les acusó que "recibisteis la ley por
disposición de ángeles, y no la guardasteis" (Hechos 7:53). Ellos
multiplicaron su transgresión, porque rechazaron a Dios como su Rey invisible,
y demandaron un Rey visible como las otras naciones. Cuando les dio su deseo,
dividieron el reino y los dos reinos que resultaron llegaron a ser
completamente viles, y Dios tuvo que castigarles, enviándoles cautivos de su
tierra. Aun cuando un residuo volvió cambiaron ellos la espiritualidad por el
formalismo, y la sinceridad por la indiferencia; la observancia de la ley se
hacía por la letra y no por el espíritu. Al fin, cuando vino el verdadero
Mesías, le rechazaron, y dieron plena prueba de su iniquidad en el Calvario.
Entonces Dios les echó de su tierra y les rechazó como Su pueblo.
6. El
Día de la Gracia.
Después de la muerte del Señor Jesucristo, Dios puso
a un lado a la nación de Israel, y en las palabras del Concilio de Jerusalén,
"[Dios visitó. a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su
nombre" (Hechos 15:14). En esta época los individuos son regenerados por
el Espíritu Santo y unidos al Cristo viviente. Tienen una ciudadanía celestial
y toda su esperanza es celestial y no terrenal. Esta época es una de gracia
(Tito 3:4, 5), y la prueba es aceptar o rechazar a Cristo El fin predicho de
esta edad es la apostasía de la iglesia. El mundo en su mayoría trata de la
gracia de Dios con indiferencia u oposición fanática, 'y relativamente pocos
aceptan la oferta de misericordia y salvación en Cristo. La así-llamada iglesia
le es infiel, y Juan describe su estado final como "La madre de las
fornicaciones" (Apoc. 17). Aun en el dia de abundante gracia el fracaso
del hombre será completamente demostrado la edad concluirá con el
arrebatamiento de la iglesia verdadera (1 -res. 4: 15-17).
7. El
Reino de Justicia.
La profecía aclara que antes de la séptima
dispensación, la tierra tendrá que pasar por un período de terrible
tribulación. El mundo que rechazó a Cristo, dará homenaje al Anticristo, y la
nación que rehusó el verdadero Mesías será sujeta al dominio de un rey
inspirado por el diablo. En el tiempo determinado, sin embargo, el Señor
Jesucristo volverá a la tierra para establecer Su prometido reino (Daniel 2:44)
y entrará en un nuevo pacto con Su pueblo (Jer. 31: 31-34). Satanás será echado
en el abismo y por mil años Cristo reinará sobre la tierra con justicia y equidad.
Israel será puesto por cabeza de las naciones. La gimiente creación será
librada de su esclavitud La opresión y el sufrimiento serán quitados. La larga
vida será universal. El hombre será probado en las condiciones más favorables,
solamente para demostrar su completa depravidad, porque esta dispensación
terminará con una revuelta universal después que Satanás sea librado de su
prisión (Apoc. 20: 7-9). Igual que en cada dispensación, el fracaso del hombre
será seguido por el juicio de Dios, y fuego del cielo consumirá a los rebeldes.
8. El Tribunal Final.
No importa cual haya sido la
dispensación y método divino de prueba, el hombre ha demostrado
irremediablemente que es un pecador. Nunca puede alcanzar los requisitos
divinos, y sin la gracia de Dios no puede esperar más que la ruina. Solamente
por la gracia es salvado de las cadenas de su propio pecado y traído a comunión
con Dios. Para el hombre no regenerado no hay esperanza alguna. Pedro predice
la disolución del cielo y la tierra (2 Pedro 3:10-12). Juan describe un gran
trono blanco, colocado en el espacio, ante el cual serán llamados los muertos
para ser juzgados de las cosas que están escritas en los libros, y quien no
esté escrito en el libro de la vida será echado en el lago de fuego (Apoc. 20:11-15).
En este tribunal final el pecador mismo será convencido de su pecado y será
echado para siempre de la presencia de Dios.
9. El Estado Eterno.