“Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:15-18)
La firmeza y estabilidad de cualquier edificio
dependerá de sus fundaciones, estas son de vital importancia puesto que será la
encargada de recibir las cargas, los esfuerzos y pesos propios de la
construcción, transmitiéndolo hacia el suelo. Requiere de un estudio minucioso
del tipo de suelo y su comportamiento. En el plano espiritual, el fundamento
que sostiene la iglesia es algo que debe ser capaz de sostener no solo la
edificación de la casa de Dios, sino además capaz de soportar todas cargas y
esfuerzos con que el enemigo va a tratar de derribarla. Cuando Jesús hizo esta
pregunta a sus discípulos, Pedro respondió “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente”, a lo que el Señor respondió “Bienaventurado eres, Simón, hijo de
Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los
cielos”, aquí en esta respuesta de Pedro, que le fue revelada por Dios, y es el
fundamento sólido, firme e inamovible de la iglesia, Pedro respondió: “El
Cristo, el Hijo del Dios viviente”, el Cristo es la roca sobre la cual la
iglesia esta edificada y nada, absolutamente nada podrá prevalecer contra ella.
Una casa o un edificio es seguro cuando uno
sabe que la empresa constructora que lo ha levantado ha realizado un estudio
diligente del suelo y ha usado los estándares más exigentes en cuanto a
ingeniería y materiales para construirlo, eso da confianza y tranquilidad para
vivir allí. La Iglesia, queridos hermanos, si bien es un edificio espiritual,
podemos estar completamente seguros que sus fundamentos son de
absoluta confianza, pues este fundamento es nada más y nada menos que nuestro
amado Señor Jesucristo, no solo por el hecho de ser el Hijo del Dios viviente,
sino porque él la compró con su propia sangre preciosa que derramó en la cruz
al dar su vida por los culpables. El nivel de calidad para ser edificada
es imposible de alcanzar por hombre alguno, pues estos debían cumplir con
exigencias colocadas por el creador mismo. Ahora, sabemos por la Biblia que cada
uno de los redimidos por la sangre de Jesús, somos piedras vivas, como el mismo
apóstol Pedro lo expresa en su primera carta: “vosotros también, como piedras
vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer
sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1ª Pedro
2:5) y así como Pablo exhortaba a Timoteo, debemos nosotros también considerar
esta exhortación en relación a la iglesia: “Esto te escribo, aunque tengo la
esperanza de ir pronto a verte, para que si tardo, sepas cómo debes conducirte
en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de
la verdad” (1ª Timoteo 3:14-15), cabe por lo tanto una gran responsabilidad a
nosotros los creyentes, conducirnos conforme a lo que la iglesia representa
para el mundo “columna y baluarte de la verdad”
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