domingo, 16 de octubre de 2022

LA EPÍSTOLA A LOS FILIPENSES (8)

 


4.1 al 9: La Paz de Dios


Las palabras “Así que” conectan este capítulo con el anterior, enlazando la exhortación del versículo 1, “estad firmes”, con la esperanza de la venida del Señor. Los “amados y deseados” deben estar firmes en cuanto a esta esperanza sin distraerse de ninguna manera. El creyente no debe estar ocupado con lo terrenal sino lo celestial.

Esta es la base del ruego a Evodia y Síntique, 4.2. En un tiempo llevaban el yugo juntas, esforzándose con Pablo y los demás, pero algo les había separado. El desacuerdo estaba impactando a la asamblea, así que Pablo les suplica que se unan de nuevo, considerando la cosa de tanta importancia como para pedir la ayuda de otra persona, 4.3.

“Un mismo sentir en el Señor” daría a entender una armonía basada en la sujeción a la voluntad divina. El resultado sería un regocijo continuo en el Señor. Cuando hay la disposición de rendirse de buena gana a la voluntad del Señor, hay paz y armonía de espíritu.

La “gentileza” en el 4.5 es la característica de ceder, la capacidad de poner a un lado los intereses propios y obrar en bien de los de otros. No es cuestión de abandonar la verdad, sino que a todos manda, “Velad, estad firmes en la fe”, 1 Corintios 16.13, pero cediendo en lo que se refiere a los derechos propios. Bien podemos renunciarlos, porque el Señor está al lado, y nos justificará cuando sea necesario.

No tenemos por qué estar afanosos sino entregarnos a la oración, presentando peticiones específicas delante de Dios en una actitud de agradecimiento, 4.6. Semejante depen­dencia da por resultado que la paz de Dios guardará nuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús, 4.7. La paz que es la paz de Dios nunca se perturba a causa de las circunstancias. Mucho mejor es contar con la paz de Dios que estar en condiciones de comprender por qué encontramos dificultades y problemas en la vida; es ella no más lo que puede guardar nuestros afectos y modo de pensar.

    La mente debe ocuparse de aquellas cosas que resaltan el carácter cristiano y promueven la armonía en la congregación. Pensemos siempre en lo que es verdadero, honesto, justo, puro, amable; en lo que es favorable para nuestros hermanos. Pensemos en lo que se puede felicitar y lo que conduce a la armonía. La mente controla los afectos; los afectos controlan la voluntad; y la voluntad controla la vida. Una meditación acertada dará por resultado prácticas sanas, y la consecuencia es el gozo de la presencia del Dios de paz, 4.9.
Philip Harding.

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