Las palabras
“Así que” conectan este capítulo con el anterior, enlazando la exhortación del
versículo 1, “estad firmes”, con la esperanza de la venida del Señor. Los
“amados y deseados” deben estar firmes en cuanto a esta esperanza sin
distraerse de ninguna manera. El creyente no debe estar ocupado con lo terrenal
sino lo celestial.
Esta es la base
del ruego a Evodia y Síntique, 4.2. En un tiempo llevaban el yugo juntas,
esforzándose con Pablo y los demás, pero algo les había separado. El desacuerdo
estaba impactando a la asamblea, así que Pablo les suplica que se unan de
nuevo, considerando la cosa de tanta importancia como para pedir la ayuda de
otra persona, 4.3.
“Un mismo sentir
en el Señor” daría a entender una armonía basada en la sujeción a la voluntad
divina. El resultado sería un regocijo continuo en el Señor. Cuando hay la
disposición de rendirse de buena gana a la voluntad del Señor, hay paz y
armonía de espíritu.
La “gentileza”
en el 4.5 es la característica de ceder, la capacidad de poner a un lado los
intereses propios y obrar en bien de los de otros. No es cuestión de abandonar
la verdad, sino que a todos manda, “Velad, estad firmes en la fe”,
1 Corintios 16.13, pero cediendo en lo que se refiere a los derechos
propios. Bien podemos renunciarlos, porque el Señor está al lado, y nos
justificará cuando sea necesario.
No tenemos por
qué estar afanosos sino entregarnos a la oración, presentando peticiones
específicas delante de Dios en una actitud de agradecimiento, 4.6. Semejante
dependencia da por resultado que la paz de Dios guardará nuestros corazones y
pensamientos en Cristo Jesús, 4.7. La paz que es la paz de Dios nunca se
perturba a causa de las circunstancias. Mucho mejor es contar con la paz de
Dios que estar en condiciones de comprender por qué encontramos dificultades y
problemas en la vida; es ella no más lo que puede guardar nuestros afectos y
modo de pensar.
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