En lo que
requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor (Ro
12.11).
La historia
inmortal del joven David ha encantado a la juventud y los niños en todas las
edades desde que las Sagradas Escrituras en su entereza están en las manos de
la gente común en sus respectivos idiomas. David era el predilecto entre todos
los reyes de Israel, y el que tuvo el honor de ser escogido por Dios mismo
porque “halló en él varón conforme a su propio corazón, quien haría todo lo que
Dios quería”, Hechos 13.22.
En los días en
que vivimos la juventud figura mucho en la economía nacional. Muchos están
recibiendo una buena educación y preparándose para las distintas profesiones.
En cambio, otros han caído en las garras de Satanás, arruinando sus vidas con
drogas, vicios y disoluciones. El televisor ha inducido a muchos a la violencia
y corrupción.
Sin embargo, nos
anima ver tantos jóvenes asistiendo a las reuniones evangélicas y luego
confesando fe en Cristo, obedeciéndole en bautismo y congregándose con otros
creyentes en el nombre del Señor. Hay los que tienen ejercicio en servir a
Cristo y ganar almas para él. Consagrar la vida a Cristo es un paso que no
deben tomar precipitadamente, porque uno necesita credenciales especiales para
esto.
David
contaba con tres credenciales que son dignas de nuestra atención:
·
tenía
un corazón digno de verdadero pastor; era su profesión. “Queda aún el menor,
que apacienta las ovejas”, 1 Samuel 16.11.
·
tenía
labios consagrados para cantar las alabanzas de su Dios; era su adoración.
·
servía
como guerrero valiente en las batallas de su Dios; era su servicio.
Él
era un buen ejemplo de lo dicho en Romanos 12.11: “En lo que requiere
diligencia, no perezosos”. Era cumplido en guardar las ovejas de su padre.
Cuando Samuel llegó a ungir a David, sus siete hermanos mayores estaban cerca
de la casa; solamente él se hallaba en el campo. Dios escoge hombres diligentes
como Eliseo, arando; Pedro, Juan y Jacobo, pescando; Mateo, recaudando; Lucas,
atendiendo a enfermos. El joven que ha fracasado en las ocupaciones legítimas
de la vida temporal no será el hombre competente para la vocación honorable de
la obra del evangelio.
El
segundo requisito en nuestro versículo es “fervientes en espíritu”. En el caso
de David la abundancia de sus salmos da testimonio de su espíritu fervoroso. En
2 Samuel 23.1 se le llama “el dulce cantor de Israel”.
Dice
Santiago 5.13: “¿Está alguno alegre? Cante alabanzas”. El gozo del Señor debe
caracterizar a la persona que desea servirle a él aceptablemente. “Servid a
Jehová con alegría”, es la exhortación del Salmo 100. Una cara larga y triste
no es una buena recomendación para el evangelio, aun cuando debe haber seriedad
en el comportamiento, por cuanto la liviandad es incompatible con la dignidad
del evangelio.
Y
ahora el tercer requisito: “sirviendo al Señor”. David prestaba servicio
militar, luchando contra los enemigos de su Dios. El orden en cuanto a éste
concuerda con la secuencia en Romanos 12: primeramente, el cumplimiento en lo
temporal, segundo en el fervor espiritual — examen propio, confesión, oración,
meditación, participación en las actividades del pueblo del Señor — y
finalmente el servicio público.
Merece
ser considerado también su testimonio ante los demás, como está presentado en 1
Samuel 16 al 18. Él sabía tocar. Tenía talento, de manera que había melodía en
su canto que dominaba el espíritu malo en Saúl. Era valiente. Pudo enfrentarse
al león, el oso y el gigante, porque fue apoyado por su Dios.
David
era vigoroso. Lejos de ser flojo, era como el apóstol Pablo quien por amor de
Cristo trabajaba día y noche para ganar su pan, haciendo tiendas, para así
anunciar la palabra de Dios. Aun en el calabozo en Roma le encontramos con el
ejercicio de escribir aquellas epístolas sublimes a ciertos individuos y
asambleas.
David
era también hombre de guerra cuando joven, y aun antes de pelear con Goliat él
desplegaba su carácter militar. Nunca perdió una batalla. Desde el momento de
creer, el joven cristiano está habilitado para pelear contra los tres enemigos
de su alma, que son el mundo, la carne y Satanás. No hay tregua. “Os he escrito
a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en
vosotros, y habéis vencido al maligno”, 1 Juan 2.14.
Era
prudente. “David se conducía prudentemente en todos sus asuntos”, 18.14. Y era
hermoso, contando con un testimonio intachable. “Todo Israel y Judá amaba a
David, porque él salía y entraba delante de ellos”. El desliz de algunos ha
dejado una marca fea en su testimonio. El guardarse “sin mancha del mundo” es
una parte de la religión pura como la presenta Santiago.
“Jehová
estaba con David”, 18.28. Es el detalle principal. La integridad de este varón
inspiraba confianza en sus hombres y le mantuvo en el favor de Dios. Es un buen
tipo de nuestro Señor Jesucristo en sus sufrimientos seguidos por la gloria.
Nosotros, “si sufrimos, también reinaremos con él”.
Delante
del tribunal habrá los jóvenes que recibirán corona y los que sufrirán pérdida.
Que el Señor nos ayude a vivir por él de tal manera que salgamos bien.
Santiago Saword
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