domingo, 13 de noviembre de 2022

La Casa de Dios: El Tabernáculo en el desierto

 


Habiéndosenos sido dirigidas muchas preguntas concernientes a la formación, los límites, etc. de la casa de Dios, proponemos, si el Señor quiere, trazar el tema en varios artículos sucesivos, desde la palabra de Dios. No existe realmente dificultad alguna si nuestras mentes están sometidas solamente a las Escrituras, y nuestra esperanza es que a lo menos algunos puedan ser ayudados a tener una comprensión más clara de la cuestión mediante una presentación imparcial de la enseñanza del Espíritu de Dios.

Es evidente para todo lector de la Biblia que Dios, en ningún sentido, habitó en la tierra antes que Israel fuera redimido de Egipto. Él visitó a Adán en el paraíso, y se paseó en el huerto al fresco del día (Génesis 3:8); Él apareció a Abraham, Isaac, y Jacob, y se comunicó con liberalidad con ellos. De la misma manera Él se reveló a Moisés en el desierto, en el monte de Dios, cuando Él lo comisionó para regresar a Egipto como el libertador de Su pueblo; pero escudriñe usted el registro tan cerca como pueda, y verá que hasta ahora no se encuentra rastro alguno de que Él tuviera una morada en la tierra. Pero después de la redención de Egipto Jehová dice a Moisés, "Habla a los hijos de Israel para que me traigan una ofrenda; de todo hombre cuyo corazón le mueva a liberalidad, tomaréis mi ofrenda... Y me harán un Santuario, para que yo habite en medio de ellos." (Éxodo 25: 2, 8 - VM). [1]

El pensamiento de morar en medio de Su pueblo vino así primero de Dios mismo. Y esto está en armonía con Sus propios propósitos de gracia en la redención. Nosotros leemos que el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, "nos ha escogido en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos e irreprensibles delante de él en amor." (Efesios 1: 3, 4 - JND). En esa eternidad pasada Dios moraba en la perfección de Su propia dicha; pero en la plenitud de Su gracia y amor Él se propuso rodearse de un pueblo redimido que fuese para Su propio gozo, y para la gloria de Su Hijo Amado — un pueblo que encontrase su gozo en la presencia de Aquel que los había redimido, y los había redimido al costo infinito de la muerte de Su Unigénito Hijo. Este propósito fue declarado primero, al menos en su germen, en Edén, con ocasión del fracaso de Adán como el hombre responsable (Génesis 3:15). Resultante de su pecado y juicio, Dios anunció el Hombre de Sus consejos, Uno en quien, y por quien todos los propósitos de Su corazón habían de cumplirse, en la redención de aquellos que habían de ser conformados a la imagen de Su Hijo; para que él fuese el primogénito entre muchos hermanos (Romanos 8: 29, 30 - VM). Sus propósitos fueron revelados gradualmente en tipos y sombras, en Sus modos de obrar con Abel, Enoc, Noé, y los patriarcas, y finalmente en la liberación de los hijos de Israel de la esclavitud de Egipto, en el terreno de la sangre asperjada del cordero Pascual, y de las reivindicaciones y del poder de Satanás, así como de la muerte y el juicio, tal como está presentado en el paso de ellos por el Mar Rojo. De aquí en adelante ellos fueron un pueblo redimido. Jehová había llegado a ser la fortaleza y el cántico, y la salvación de ellos. En Su misericordia Él había conducido al pueblo que Él había redimido; Él los había guiado con Su poder a Su santa morada. (Véase Éxodo 15).

Habiendo escogido y redimido ahora un pueblo para Sí mismo, Jehová anuncia, como hemos mostrado, Su deseo de venir y morar entre ellos. Y a su debido tiempo se verá que Él hecho de que Él asume Su morada en medio de Israel, si bien indicaba toda la verdad de la redención, era sólo una sombra del cumplimiento de todos Sus consejos de gracia en la eternidad; en una palabra: que el campamento en el desierto era sólo una anticipación del tiempo cuando, después de la aparición del cielo nuevo y la tierra nueva, el tabernáculo de Dios (la Iglesia, la santa ciudad, la nueva Jerusalén, dispuesta como una esposa ataviada para su marido — la esposa del Cordero) estará con los hombres, y Él morará con ellos, como su Dios (Apocalipsis 21). El hecho de que el tabernáculo fuese erigido en el desierto fue la respuesta al mandato de Jehová a Moisés. El pueblo ofreció voluntariamente; porque Jehová había estimulado sus corazones, y el tabernáculo fue hecho en todas las cosas conforme al modelo que había sido mostrado a Moisés en el monte, tal como Jehová le había mandado. (Véase Éxodo 40).

Hay dos cosas que han de ser consideradas especialmente. La primera es el terreno en el cual Dios asumió Su habitación en medio de Su pueblo. Éxodo 29 lo hace muy evidente. Después que las instrucciones hubieron sido dadas para la construcción de los utensilios y el mobiliario sagrados que presentan en tipo y figura alguna exhibición o manifestación de Dios, y después de la consagración de los sacerdotes que iban a actuar para Dios ministrando a favor del pueblo, y antes que fuesen dadas las instrucciones para los utensilios de acercamiento — esos utensilios que eran necesarios para acercarse a Dios — hay una pausa, un paréntesis. Y este paréntesis está ocupado por instrucciones concernientes al holocausto continuo. Acto seguido se añade, el tabernáculo "será santificado por mi gloria. Santificaré el tabernáculo de reunión y el altar. Asimismo, santificaré a Aarón y a sus hijos para que me sirvan como sacerdotes. Yo habitaré en medio de los hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerán que yo soy Jehovah su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto para habitar en medio de ellos. Yo, Jehovah, su Dios." (Éxodo 29: 38-46 - RVA).

Este relato muestra tres cosas muy claramente. En primer lugar, que el terreno en que Jehová podía morar con Su pueblo era la ascensión perpetua de la fragancia de Cristo como holocausto. De manera típica, los hijos de Israel habían sido redimidos, y ahora, en virtud del holocausto continuo, ellos estaban delante de Dios en toda la aceptación de Cristo. Por eso Jehová podía morar en medio de ellos. En segundo lugar, como una consecuencia adicional, el tabernáculo fue santificado por Su gloria — el tabernáculo, el altar, y los sacerdotes fueron reclamados por igual en virtud del mismo sacrificio, y puestos apartes para Dios conforme a todo lo que Él era como había sido revelado — habiendo sido cumplidas las demandas de Su gloria, esa gloria también llegó a ser desde aquel momento, el estándar para todo lo consagrado a Su servicio. En tercer lugar, el pueblo debe conocer a Aquel que mora en medio de ellos como Aquel que los había sacado de Egipto, como, de hecho, el Dios de la redención. Si estos tres puntos son entendidos, toda la verdad de la habitación de Dios en la tierra, en cualquier época o dispensación, será entendida. Se verá que, si bien se trata de una consecuencia de la redención, ello depende de lo que Cristo es en la eficacia de Su muerte, y de lo que Dios es, tal como ha sido revelado.

La segunda cosa a mencionar es la toma real de posesión del tabernáculo cuando estuvo terminado. "Acabó Moisés la obra" (Éxodo 40:33), y ocho veces en este capítulo se registra que todo fue hecho como Jehová le había mandado. La aprobación de Jehová fue expresada ahora de otra forma; porque, junto con la afirmación de que Moisés acabó la obra, se añade, "Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba." (Éxodo 40: 34, 35). Dios tomó así posesión de la casa que había sido construida según Su palabra, y en lo sucesivo Él habita en medio de Su pueblo, y era conocido como morando entre los querubines (1°. Samuel 4:4; Salmo 80:1, etc.; es decir, entre los querubines que cubren el propiciatorio. El propiciatorio era Su trono, el trono sobre el cual Él se sentaba, desde donde gobernaba a Su pueblo, y desde donde Él dispensaba misericordia conforme a la eficacia del incienso y la sangre de los sacrificios que eran presentados delante de Él en el gran día de la expiación. (Véase Levítico 16).

Debe observarse muy claramente que el tabernáculo, y no la congregación de Israel, formaba la casa de Dios en el desierto. Perder esta distinción sería confundir la enseñanza típica de todo el campamento de Israel, tal como ya ha sido señalado en relación con Apocalipsis 21. Al pueblo, como tal, no se le permitía entrar en el tabernáculo; Dios se encontraba con ellos en su entrada. "Este será el holocausto perpetuo durante vuestras generaciones, el cual será ofrecido a la entrada del Tabernáculo de Reunión, en presencia de Jehová; donde a tiempos señalados tendré entrevistas con vosotros, para hablar contigo allí. Porque allí me reuniré yo por cita con los hijos de Israel: y ese lugar será santificado con mi gloria. Por lo cual santificaré el Tabernáculo de Reunión y el altar; también a Aarón y a sus hijos los santificaré para que sean mis sacerdotes." (Éxodo 29: 42-44 - VM).). Sólo Moisés tenía acceso todo el tiempo (el sumo sacerdote sólo una vez al año) al propiciatorio (Éxodo 25:22), y esto en su rol como mediador, y como tal, un tipo de Cristo. Es muy importante tener en cuenta estas distinciones. Al mismo tiempo, es igualmente de importancia recalcar que todo el pueblo — todo el pueblo con sus familias; en una palabra, todos los que estaban en el terreno de la redención (de manera típica) — estaban agrupados alrededor del tabernáculo. Dios estaba en medio de ellos, y todo el pueblo había sido llevado a una relación conocida con Él como su Redentor, todos por igual podían disfrutar los privilegios del sacerdocio que había sido instituido a favor de ellos, y todos podían acercarse al altar de bronce de la manera designada, y con los sacrificios señalados. Era el único sitio en la tierra donde Jehová tenía Su santuario; y cuando recordamos todo lo que esto implicaba, nosotros podemos comprender un poco acerca de este lugar de bendición al cual los hijos de Israel habían sido llevados. La cuestión no es si ellos lo entendieron o lo disfrutaron. Hubo, tal como sabemos, almas obstinadas e impías entre ellos; aun así, el carácter del lugar permaneció inalterado. Dios estaba en medio de ellos, y por este motivo, a causa de lo que Él era en Sí mismo, y porque Él había abierto un camino a Su propia presencia, el campamento de Israel fue un lugar de bendición como no se encontró en ningún otro lugar en la faz de la tierra. Por lo tanto, no fue ningún privilegio de poca importancia el hecho de ser hallado contado con aquellos que rodeaban el tabernáculo.

Pero si por una parte se trató de un lugar de bendición, por la otra, fue muy ciertamente un lugar de responsabilidad. "Y JEHOVÁ habló a Moisés, diciendo: Manda a los hijos de Israel que echen fuera del campamento a todo leproso, y a todo aquel que padece flujo, así como a todo contaminado por causa de muerto; echadlos, tanto a hombres como a mujeres; a las afueras del campamento los echaréis; para que no contaminen los campamentos de aquellos en medio de quienes yo habito." (Números 5: 1-3 - VM). Por otra parte, "Yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo." (Levítico 11:44). En una palabra, tal como estas Escrituras muestran, la santidad, y la santidad según la naturaleza de Aquel que moraba entre ellos, era responsabilidad de todo Israelita que rodeaba el tabernáculo. Jehová, como revelado, era el estándar para todo el campamento (compárese con 1a. Juan 2:6), para todo individuo, cualquiera que fuese su estado, que formaba parte de él. Por lo tanto, ser contado con el pueblo de Dios era ser llevado a un lugar tanto de bendición como de responsabilidad.

No es nuestro propósito abordar la significancia típica del santuario en medio de Israel. Bastará con señalar aquí que como su idea primaria era la habitación de Dios, así que cada parte de él, junto con todos sus utensilios y mobiliario sagrados, estaba llena con alguna manifestación de Dios y de Sus glorias, mostradas más adelante en Cristo. Esto fue así, de hecho, en dos terrenos: primero, porque fue un modelo de las cosas mostradas a Moisés en el monte, y, por tanto, una revelación de escenas celestiales; y porque también hablaba en cada parte — tablas, cortinas, decorados, y utensilios — de las glorias, en vista de que Él mismo tomó, en un día postrero, el lugar del Templo de Dios (Véase Juan 2: 19-21). Pero se puede añadir que mientras más sean entendidos los pensamientos de Dios concernientes a Su habitación en medio de Israel, más plenamente será entendido el carácter de la Iglesia como la casa de Dios.


[1] Esta es realmente la primera mención de una morada para Dios en la tierra. Las palabras en Éxodo 15, "Le prepararé una habitación" que aparecen en la Biblia Inglesa King James Version, son citadas a menudo, pero la interpretación es muy dudosa. La Septuaginta, la Vulgata Latina, Lutero, y la versión Francesa, (N. del T.: y las versiones en Español de la Biblia), todas están de acuerdo en traducirlo — "El es mi Dios, y yo le alabaré; es el Dios de mi padre, yo le exaltaré." (Éxodo 15:2 - NC).

 

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