Habiéndosenos sido dirigidas muchas
preguntas concernientes a la formación, los límites, etc. de la casa de Dios,
proponemos, si el Señor quiere, trazar el tema en varios artículos sucesivos,
desde la palabra de Dios. No existe realmente dificultad alguna si nuestras
mentes están sometidas solamente a las Escrituras, y nuestra esperanza es que a
lo menos algunos puedan ser ayudados a tener una comprensión más clara de la
cuestión mediante una presentación imparcial de la enseñanza del Espíritu de
Dios.
Es evidente para
todo lector de la Biblia que Dios, en ningún sentido, habitó en la tierra antes
que Israel fuera redimido de Egipto. Él visitó a Adán en el paraíso, y se paseó
en el huerto al fresco del día (Génesis 3:8); Él apareció a Abraham, Isaac, y
Jacob, y se comunicó con liberalidad con ellos. De la misma manera Él se reveló
a Moisés en el desierto, en el monte de Dios, cuando Él lo comisionó para
regresar a Egipto como el libertador de Su pueblo; pero escudriñe usted el
registro tan cerca como pueda, y verá que hasta ahora no se encuentra rastro
alguno de que Él tuviera una morada en la tierra. Pero después de la redención
de Egipto Jehová dice a Moisés, "Habla a los hijos de Israel para que me
traigan una ofrenda; de todo hombre cuyo corazón le mueva a liberalidad,
tomaréis mi ofrenda... Y me harán un Santuario, para que yo habite en medio de
ellos." (Éxodo 25: 2, 8 - VM). [1]
El pensamiento de
morar en medio de Su pueblo vino así primero de Dios mismo. Y esto está en
armonía con Sus propios propósitos de gracia en la redención. Nosotros leemos
que el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, "nos ha escogido en él
antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos e irreprensibles
delante de él en amor." (Efesios 1: 3, 4 - JND). En esa eternidad pasada
Dios moraba en la perfección de Su propia dicha; pero en la plenitud de Su
gracia y amor Él se propuso rodearse de un pueblo redimido que fuese para Su
propio gozo, y para la gloria de Su Hijo Amado — un pueblo que encontrase su
gozo en la presencia de Aquel que los había redimido, y los había redimido al
costo infinito de la muerte de Su Unigénito Hijo. Este propósito fue declarado
primero, al menos en su germen, en Edén, con ocasión del fracaso de Adán como
el hombre responsable (Génesis 3:15). Resultante de su pecado y juicio, Dios
anunció el Hombre de Sus consejos, Uno en quien, y por quien todos los
propósitos de Su corazón habían de cumplirse, en la redención de aquellos que
habían de ser conformados a la imagen de Su Hijo; para que él fuese el primogénito
entre muchos hermanos (Romanos 8: 29, 30 - VM). Sus propósitos fueron revelados
gradualmente en tipos y sombras, en Sus modos de obrar con Abel, Enoc, Noé, y
los patriarcas, y finalmente en la liberación de los hijos de Israel de la
esclavitud de Egipto, en el terreno de la sangre asperjada del cordero Pascual,
y de las reivindicaciones y del poder de Satanás, así como de la muerte y el
juicio, tal como está presentado en el paso de ellos por el Mar Rojo. De aquí
en adelante ellos fueron un pueblo redimido. Jehová había llegado a ser la
fortaleza y el cántico, y la salvación de ellos. En Su misericordia Él había
conducido al pueblo que Él había redimido; Él los había guiado con Su poder a
Su santa morada. (Véase Éxodo 15).
Habiendo escogido
y redimido ahora un pueblo para Sí mismo, Jehová anuncia, como hemos mostrado,
Su deseo de venir y morar entre ellos. Y a su debido tiempo se verá que Él
hecho de que Él asume Su morada en medio de Israel, si bien indicaba toda la
verdad de la redención, era sólo una sombra del cumplimiento de todos Sus
consejos de gracia en la eternidad; en una palabra: que el campamento en el
desierto era sólo una anticipación del tiempo cuando, después de la aparición
del cielo nuevo y la tierra nueva, el tabernáculo de Dios (la Iglesia, la santa
ciudad, la nueva Jerusalén, dispuesta como una esposa ataviada para su marido —
la esposa del Cordero) estará con los hombres, y Él morará con ellos, como su
Dios (Apocalipsis 21). El hecho de que el tabernáculo fuese erigido en el desierto
fue la respuesta al mandato de Jehová a Moisés. El pueblo ofreció
voluntariamente; porque Jehová había estimulado sus corazones, y el tabernáculo
fue hecho en todas las cosas conforme al modelo que había sido mostrado a
Moisés en el monte, tal como Jehová le había mandado. (Véase Éxodo 40).
Hay dos cosas que han de ser
consideradas especialmente. La primera es el terreno en el cual Dios asumió Su
habitación en medio de Su pueblo. Éxodo 29 lo hace muy evidente. Después que
las instrucciones hubieron sido dadas para la construcción de los utensilios y
el mobiliario sagrados que presentan en tipo y figura alguna exhibición o
manifestación de Dios, y después de la consagración de los sacerdotes que iban
a actuar para Dios ministrando a favor del pueblo, y antes que fuesen dadas las
instrucciones para los utensilios de acercamiento — esos utensilios que eran
necesarios para acercarse a Dios — hay una pausa, un paréntesis. Y este
paréntesis está ocupado por instrucciones concernientes al holocausto continuo.
Acto seguido se añade, el tabernáculo "será santificado por mi gloria.
Santificaré el tabernáculo de reunión y el altar. Asimismo, santificaré a Aarón
y a sus hijos para que me sirvan como sacerdotes. Yo habitaré en medio de los
hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerán que yo soy Jehovah su Dios, que
los saqué de la tierra de Egipto para habitar en medio de ellos. Yo, Jehovah,
su Dios." (Éxodo 29: 38-46 - RVA).
Este relato muestra tres cosas muy
claramente. En primer lugar, que el terreno en que Jehová podía morar con Su
pueblo era la ascensión perpetua de la fragancia de Cristo como holocausto. De
manera típica, los hijos de Israel habían sido redimidos, y ahora, en virtud
del holocausto continuo, ellos estaban delante de Dios en toda la aceptación de
Cristo. Por eso Jehová podía morar en medio de ellos. En segundo lugar, como
una consecuencia adicional, el tabernáculo fue santificado por Su gloria — el
tabernáculo, el altar, y los sacerdotes fueron reclamados por igual en virtud
del mismo sacrificio, y puestos apartes para Dios conforme a todo lo que Él era
como había sido revelado — habiendo sido cumplidas las demandas de Su gloria,
esa gloria también llegó a ser desde aquel momento, el estándar para todo lo
consagrado a Su servicio. En tercer lugar, el pueblo debe conocer a Aquel que
mora en medio de ellos como Aquel que los había sacado de Egipto, como, de
hecho, el Dios de la redención. Si estos tres puntos son entendidos, toda la
verdad de la habitación de Dios en la tierra, en cualquier época o dispensación,
será entendida. Se verá que, si bien se trata de una consecuencia de la
redención, ello depende de lo que Cristo es en la eficacia de Su muerte, y de
lo que Dios es, tal como ha sido revelado.
La segunda cosa a mencionar es la toma
real de posesión del tabernáculo cuando estuvo terminado. "Acabó Moisés la
obra" (Éxodo 40:33), y ocho veces en este capítulo se registra que todo
fue hecho como Jehová le había mandado. La aprobación de Jehová fue expresada
ahora de otra forma; porque, junto con la afirmación de que Moisés acabó la
obra, se añade, "Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la
gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el
tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová
lo llenaba." (Éxodo 40: 34, 35). Dios tomó así posesión de la casa que
había sido construida según Su palabra, y en lo sucesivo Él habita en medio de
Su pueblo, y era conocido como morando entre los querubines (1°. Samuel 4:4;
Salmo 80:1, etc.; es decir, entre los querubines que cubren el propiciatorio.
El propiciatorio era Su trono, el trono sobre el cual Él se sentaba, desde
donde gobernaba a Su pueblo, y desde donde Él dispensaba misericordia conforme
a la eficacia del incienso y la sangre de los sacrificios que eran presentados
delante de Él en el gran día de la expiación. (Véase Levítico 16).
Debe observarse
muy claramente que el tabernáculo, y no la congregación de Israel, formaba la
casa de Dios en el desierto. Perder esta distinción sería confundir la enseñanza
típica de todo el campamento de Israel, tal como ya ha sido señalado en
relación con Apocalipsis 21. Al pueblo, como tal, no se le permitía entrar en
el tabernáculo; Dios se encontraba con ellos en su entrada. "Este será el
holocausto perpetuo durante vuestras generaciones, el cual será ofrecido a la
entrada del Tabernáculo de Reunión, en presencia de Jehová; donde a tiempos
señalados tendré entrevistas con vosotros, para hablar contigo allí. Porque
allí me reuniré yo por cita con los hijos de Israel: y ese lugar será
santificado con mi gloria. Por lo cual santificaré el Tabernáculo de Reunión y
el altar; también a Aarón y a sus hijos los santificaré para que sean mis
sacerdotes." (Éxodo 29: 42-44 - VM).). Sólo Moisés tenía acceso todo el
tiempo (el sumo sacerdote sólo una vez al año) al propiciatorio (Éxodo 25:22),
y esto en su rol como mediador, y como tal, un tipo de Cristo. Es muy
importante tener en cuenta estas distinciones. Al mismo tiempo, es igualmente
de importancia recalcar que todo el pueblo — todo el pueblo con sus familias;
en una palabra, todos los que estaban en el terreno de la redención (de manera
típica) — estaban agrupados alrededor del tabernáculo. Dios estaba en medio de
ellos, y todo el pueblo había sido llevado a una relación conocida con Él como
su Redentor, todos por igual podían disfrutar los privilegios del sacerdocio
que había sido instituido a favor de ellos, y todos podían acercarse al altar
de bronce de la manera designada, y con los sacrificios señalados. Era el único
sitio en la tierra donde Jehová tenía Su santuario; y cuando recordamos todo lo
que esto implicaba, nosotros podemos comprender un poco acerca de este lugar de
bendición al cual los hijos de Israel habían sido llevados. La cuestión no es
si ellos lo entendieron o lo disfrutaron. Hubo, tal como sabemos, almas
obstinadas e impías entre ellos; aun así, el carácter del lugar permaneció
inalterado. Dios estaba en medio de ellos, y por este motivo, a causa de lo que
Él era en Sí mismo, y porque Él había abierto un camino a Su propia presencia,
el campamento de Israel fue un lugar de bendición como no se encontró en ningún
otro lugar en la faz de la tierra. Por lo tanto, no fue ningún privilegio de
poca importancia el hecho de ser hallado contado con aquellos que rodeaban el
tabernáculo.
Pero si por una
parte se trató de un lugar de bendición, por la otra, fue muy ciertamente un
lugar de responsabilidad. "Y JEHOVÁ habló a Moisés, diciendo: Manda a los
hijos de Israel que echen fuera del campamento a todo leproso, y a todo aquel
que padece flujo, así como a todo contaminado por causa de muerto; echadlos,
tanto a hombres como a mujeres; a las afueras del campamento los echaréis; para
que no contaminen los campamentos de aquellos en medio de quienes yo
habito." (Números 5: 1-3 - VM). Por otra parte, "Yo soy Jehová
vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo
soy santo." (Levítico 11:44). En una palabra, tal como estas Escrituras
muestran, la santidad, y la santidad según la naturaleza de Aquel que moraba
entre ellos, era responsabilidad de todo Israelita que rodeaba el tabernáculo.
Jehová, como revelado, era el estándar para todo el campamento (compárese con 1a.
Juan 2:6), para todo individuo, cualquiera que fuese su estado, que formaba parte
de él. Por lo tanto, ser contado con el pueblo de Dios era ser llevado a un
lugar tanto de bendición como de responsabilidad.
[1]
Esta es realmente la primera mención de una
morada para Dios en la tierra. Las palabras en Éxodo 15, "Le prepararé una
habitación" que aparecen en la Biblia Inglesa King James Version, son
citadas a menudo, pero la interpretación es muy dudosa. La Septuaginta, la
Vulgata Latina, Lutero, y la versión Francesa, (N. del T.: y las versiones en
Español de la Biblia), todas están de acuerdo en traducirlo — "El es mi
Dios, y yo le alabaré; es el Dios de mi padre, yo le exaltaré." (Éxodo
15:2 - NC).
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