4.10
al 23: Provisión para toda necesidad
Pablo expresa su
agradecimiento a la asamblea en Filipos por el interés que mostraban en su
bienestar, demostrado en la remesa que había recibido, 4.10. Se contenta
sobremanera, no por la dádiva en sí, sino por el resultado que tendría para la
asamblea. Él no estaba pensando en lo suyo propio, sino en el bien de ellos, ya
que había aprendido a contentarse en toda circunstancia, 4.11,12.
Pablo
conocía el secreto del contentamiento en el gozo de la comunión con Cristo, la
fuente de toda su fuerza. Cristo es la fuente de poder para toda la senda
cristiana, y su gracia basta para toda circunstancia. “Bástate mi gracia”, le
dijo el Señor a su siervo, “porque mi poder se perfecciona en la debilidad”,
2 Corintios 12.9. “Esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús”, dijo
él a su “hijo”, 2 Timoteo 2.1. El secreto de la victoria en todas las
circunstancias de la vida está en valerse de la reserva infinita de poder en Cristo.
“Por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para
conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de
Dios conmigo”, fue el testimonio del apóstol en 1 Corintios 15.10.
En
los versículos 14 al 18 Pablo vuelve a la dádiva que la asamblea filipense le
había enviado, y señala que aquello alivió su necesidad, generó fruto para la
cuenta de ellos, y agradó a Dios. La ofrenda de ellos no era mera simpatía por
Pablo, sino una verdadera ofrenda a Dios. ¡Qué lenguaje tan sublime emplea el
apóstol cuando habla de dar al Señor! Debería ser placentero para nosotros
también dar dádivas, y hacerlo con propósito de corazón, habiéndonos entregado
nosotros mismos al Señor, primeramente, 2 Corintios 8.5, 9.7.
Uno
recibirá una recompensa rica por haber dado. “Hay quienes reparten, y les es
añadido más … El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también
será saciado”, Proverbios 11.24,25. “El que siembra generosamente,
generosamente también segará”, 2 Corintios 9.6. Ante el tribunal de Cristo
se revelará el valor justo del don de dar, como todo lo demás. La fidelidad
debería caracterizar todo departamento de nuestras vidas a la luz de aquel día
cuando será necesario “que todos nosotros comparezcamos [o seamos manifestados]
ante el tribunal de Cristo”, 2 Corintios 5.10.
“Mi Dios …
suplirá todo lo que os falta”. Cuando Pablo dice, “mi Dios”, está pensando en
su propia experiencia y todo lo que Dios era para él, y cuyo amor y cuidado
había probado a lo largo de años. Es el mismo hoy, supliendo las necesidades de
su pueblo conforme a sus recursos infinitos en gloria en Cristo Jesús. Por lo
tanto, podemos echar todas nuestras cuitas sobre Aquel que tiene cuidado de
nosotros, 1 Pedro 5.7. No dudemos de su amor; más bien, confiemos y
obedezcamos. “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros.
Amén”, 4.23.
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