11. Débora
“Encomienda
a Jehová tu camino, y confía en Él; y Él hará". (Salmo 37,5)
"Levántate, porque este es el día.
. . ¿No ha salido Dios delante de ti?" le dijo la profetisa Débora al
general Barac. Por la gracia de Dios esta dama ocupó un lugar único en la
historia. "Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora,
profetisa" (Jueces 4.4). Ninguna mujer hoy día es llamada a hacer lo que
hizo ella.
No
había rey en Israel. Habiéndole dado la espalda a Dios, la nación servía a
dioses paganos. Así que Dios los vendió a manos de los enemigos a su alrededor.
Cuando el pueblo clamó a Dios, Él levantó jueces para librarlos de aquellos que
los despojaban. Pero luego volvían a su idolatría y la nación tenía la culpa de
su propio mal estado. Por veinte años Jabín, el rey de Canaán, oprimió a
Israel. El capitán de su ejército se llamaba Sísara.
El país estaba en mal estado, los
caminos quedaron abandonados, la gente se apartaba de los caminos y andaba por
sendas clandestinas porque temía al enemigo, y las ciudades dejaron de existir.
El pecado había destruido la vida hogareña y dejó al pueblo indefenso. Estas
cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas
malas, como ellos codiciaron" (1 Corintios 10.6).
Débora, una mujer temerosa de Dios, fue
levantada por Él en un tiempo cuando la nación carecía de buen liderazgo
humano. No hubo hombre en Israel capacitado para dar el divino mensaje de la
libertad. Aquella dama tan singular no deseaba alabanzas para sí misma, sino
que obedecía la voluntad de Dios. Como
resultado, gozaba de gran respeto y credulidad entre el pueblo de Israel. Era profetisa,
llamada a ser portavoz de Dios para comunicar la sabiduría divina traería
liberación a la nación.
Debido a que una mujer de discernimiento
espiritual, cuando la gente necesitaba juicio y consejo acudía a ella bajo “la
palmera de Débora”. Siendo una mujer humilde que vivía con su esposo, Lapidot,
ella se refería a sí misma como “una madre en Israel" y su amor por su pueblo era como el amor de
una madre.
Barac era un hombre preparado para
responder al mandato divino. Débora le dio instrucciones para organizar un
ejército de diez mil hombres y combatir contra las tropas de Sísara. Su
respuesta a Débora fue: "Si tú fueres conmigo, yo iré; pero si no fueres
conmigo, no iré"
Débora acordó ir con él, no para pelear
sino para darle apoyo, pero le dijo: No será tuya la gloria, ya que el Señor
entregará a Sísara en manos de una mujer.
Sabemos que Barac
tuvo fe en Dios aquel día en el monte de Tabor porque su nombre aparece en la
lista de los héroes de la fe en Hebreos I l. Además, él estuvo dispuesto a
seguir las órdenes de una mujer y ella le indicó dónde juntar su ejército,
cuántos hombres y de cuáles tribus llevar hombres a la guerra.
Los que respondieron
al llamado de tomar armas fueron pocos para pelear contra el
ejército de Sísara con sus 900 carros de hierro. Pero Débora le había indicado
a Barac que ese era el día en que Jehová iba entregar a Sísara en sus manos.
"¿No ha salido Jehová delante de ti?' afirmó la mujer. Los príncipes
confiaban en Débora y ella a la misma vez se sometía a la autoridad de ellos,
Dios
intervino a favor del ejército de Israel enviando lluvias torrenciales y los
carros del enemigo quedaron atascados en el lodo, Barac bajó del monte con 10
mil hombres y Dios les dio la victoria. Los soldados del ejército de Sísara que
no murieron en la batalla fueron arrastrados por las aguas.
Pero
Sísara, siendo cobarde, huyó a pie hasta la tienda de una mujer llamada Jael,
quien le persuadió a entrar. Cuando él se quedó dormido, la mujer, con un mazo,
le metió una estaca en sus sienes. De
esta manera murió el poderoso general, y así se cumplió la palabra de Débora de
la gloria sería para una mujer, porque fue Jael quien mató Sísara.
No somos llamadas a
aprobar la crueldad de esa mujer Jael, pero si Sisara no hubiera muerto aquel
día, él habría seguido con su crueldad contra la nación de Israel, incluyendo
las atrocidades a sus mujeres. En el cántico que escribió Débora, que entonó
con Barac después de la batalla, Jael es llamada "bendita entre las
mujeres".
Unos han comentado
que Débora tenía éxito en todo lo que hacía: como profetisa, jueza, consejera,
comandante y poeta. Seguramente esto fue porque vivía confiando en su Señor.
Débora no pidió su trabajo, nunca buscó reconocimiento ni usurpó el puesto de
un hombre, pero les dio el crédito a otros por lo que ellos hicieron y alabó a
Dios por la victoria dada.
La mujer cristiana no
es llamada a ocupar un puesto de autoridad espiritual entre el pueblo de Dios
hoy día. Pero el ejemplo de Débora nos llama a que despertemos a la necesidad
de servir al Señor en la manera asignada en su Palabra para la mujer creyente.
El secreto del éxito de Débora fue su íntima comunión con su Señor. La oración
y el estudio de la Palabra de Dios nos ayudarán a discernir su voluntad, y
nosotras, mujeres de este presente siglo malo, podemos ser "colaborado
"El cántico de Débora y de Barac es un clásico de la literatura inspirada", escribió William MacDonald. En él hay alabanza para los fieles guerreros, mención de los que no fueron a la batalla y expresa regocijo por la victoria concedida por Dios. Con una mirada hacia el futuro cuando el Señor reinará en justicia, Débora toma su lugar entre los que le aman y le sirven, que serán "como sale en su fuerza" (Jueces 5.31).
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