domingo, 13 de noviembre de 2022

Figuras de Cristo (11)

 La serpiente de bronce (Números 21:4-9)


Dios libró milagrosamente a los israelitas de la esclavitud en Egipto. Les dio a Moisés para que fuera su líder, pero ellos murmuraron contra Moisés, una y otra vez.

Ellos hablaron contra Moisés cuando les faltó comida. Dios oyó la oración de Moisés y les dio el maná. Más tarde, tuvieron sed y murmuraron nuevamente contra Moisés. Dios le proveyó agua de una roca. Ellos volvieron a mur­murar contra Moisés, pero en realidad estaban murmurando contra Dios mismo.

En el capítulo 21 de Números, murmuraron nuevamente. Estaban cansados de viajar y cansados de la comida que Dios les daba cada día, vs. 4 y 5. En esta ocasión, Dios los castigó, enviándoles serpientes venenosas y muchas personas fueron mordidas y murieron.

No había esperanza para los israelitas. Todos estaban en peligro de muerte a causa de su pecado de murmuración con­tra Dios y contra Moisés y porque despreciaron el maná que Dios les dio. Las serpientes rastrearon todo el campo y mor­dieron mucha gente.

Entonces, el pueblo vino a Moisés. Ellos admitieron que habían pecado al murmurar contra Dios y contra Moisés y le pidieron a Moisés que orara para que Dios quitara las ser­pientes.

Moisés oró por el pueblo. Ellos habían entendido que habían pecado y habían confesado su pecado a Dios y a Moisés. Entonces, Dios proveyó, por gracia, un modo de salvación.

Dios ordenó a Moisés hacer una serpiente de bronce y co­locarla en un poste en el desierto y prometió que todo el que mirara a la serpiente de bronce, viviría, vs. 8. Moisés obedeció el mandato divino, hizo la serpiente de bronce y la colocó en un poste. Luego, comunicó al pueblo la buena noticia de que todo el que mirara esta serpiente, viviría, aun­que hubiera sido mordido por una de las serpientes venenosas. El pueblo se alegró y muchos miraron, con fe, a la serpiente de bronce. Dios cumplió su promesa, y estos vivieron, vss. 8-9.

Nosotros sabemos que esta serpiente de bronce es una figura de Cristo en la cruz. El mismo Señor Jesús lo dijo así en Juan 3:14 y 15.

Todos nosotros hemos sido heridos por la serpiente venenosa, esto es, por Satanás. Todos nosotros encaramos la muerte, no solo la muerte física, sino también la segunda muerte, que es la separación de Dios para siempre. Esta muerte es el salario del pecado, pero Dios quiere que recibamos el regalo de vida, vida eterna, Romanos 6:23.

Miremos al Señor Jesús en la cruz. Él estuvo allí como la serpiente de bronce para salvarnos. Él es nuestro salvador. Cristo no tuvo pecado, pero Dios lo hizo pecado para que nosotros fuéramos declarados justos, 2 Corintios 5:21.

El Señor Jesús nunca cometió pecado. Él llevó nuestros pecados sobre su propio cuerpo, en la cruz, para que nosotros pudiéramos morir al pecado y vivir para justicia. Nosotros hemos sido sanados por sus llagas, 1 Pedro 2:22-24. Cristo fue hecho maldición por nosotros y nos ha librado de la maldición de la ley, Gálatas 3:13.

El Señor Jesús llevó todas nuestras debilidades cuando fue levantado en la cruz como la serpiente y Dios nos juzgó en Cristo, Romanos 8:3-4.

El Señor Jesús dijo a la gente que morirían en sus pecados si no creen en él, Juan 8:24. Ellos entenderían quién era él, cuando fuera levantado en la cruz, Juan 8:28. También les dijo en Juan 12:32-33 que él atraería a todos los hombres a sí mismo, cuando fuera levantado de la tierra. Al decir esto, estaba indicando, cómo iba a morir.

Moisés predicó las buenas noticias al pueblo que había sido mordido por las serpientes venenosas. Él les dijo que miraran a la serpiente de bronce y creyeran en las promesas de Dios, y los que obedecieron fueron sanados.

Hoy, los siervos de Dios muestran a la gente al Señor muriendo en la cruz por los pecados de ellos. Predican las buenas nuevas e invitan al pueblo a arrepentirse y a mirar por fe al Salvador, en la cruz. Aquellos que así lo hacen, ya no estarán bajo el juicio de Dios por sus pecados, sino que recibirán la vida eterna.

¿Ha hecho, usted, ésto? Si así es, ¿está usted comunicando las buenas nuevas a la gente?
W. A. Deans

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