La serpiente de bronce (Números 21:4-9)
Dios libró milagrosamente a los
israelitas de la esclavitud en Egipto. Les dio a Moisés para que fuera su
líder, pero ellos murmuraron contra Moisés, una y otra vez.
Ellos hablaron contra Moisés cuando
les faltó comida. Dios oyó la oración de Moisés y les dio el maná. Más tarde,
tuvieron sed y murmuraron nuevamente contra Moisés. Dios le proveyó agua de una
roca. Ellos volvieron a murmurar contra Moisés, pero en realidad estaban
murmurando contra Dios mismo.
En el capítulo 21 de Números,
murmuraron nuevamente. Estaban cansados de viajar y cansados de la comida que
Dios les daba cada día, vs. 4 y 5. En esta ocasión, Dios los castigó,
enviándoles serpientes venenosas y muchas personas fueron mordidas y murieron.
No había esperanza para los
israelitas. Todos estaban en peligro de muerte a causa de su pecado de
murmuración contra Dios y contra Moisés y porque despreciaron el maná que Dios
les dio. Las serpientes rastrearon todo el campo y mordieron mucha gente.
Entonces, el pueblo vino a Moisés.
Ellos admitieron que habían pecado al murmurar contra Dios y contra Moisés y le
pidieron a Moisés que orara para que Dios quitara las serpientes.
Moisés oró por el pueblo. Ellos
habían entendido que habían pecado y habían confesado su pecado a Dios y a Moisés.
Entonces, Dios proveyó, por gracia, un modo de salvación.
Dios ordenó a Moisés hacer una
serpiente de bronce y colocarla en un poste en el desierto y prometió que todo
el que mirara a la serpiente de bronce, viviría, vs. 8. Moisés obedeció el
mandato divino, hizo la serpiente de bronce y la colocó en un poste. Luego,
comunicó al pueblo la buena noticia de que todo el que mirara esta serpiente,
viviría, aunque hubiera sido mordido por una de las serpientes venenosas. El
pueblo se alegró y muchos miraron, con fe, a la serpiente de bronce. Dios
cumplió su promesa, y estos vivieron, vss. 8-9.
Nosotros sabemos que esta serpiente
de bronce es una figura de Cristo en la cruz. El mismo Señor Jesús lo dijo así
en Juan 3:14 y 15.
Todos nosotros hemos sido heridos
por la serpiente venenosa, esto es, por Satanás. Todos nosotros encaramos la
muerte, no solo la muerte física, sino también la segunda muerte, que es la
separación de Dios para siempre. Esta muerte es el salario del pecado, pero
Dios quiere que recibamos el regalo de vida, vida eterna, Romanos 6:23.
Miremos al Señor Jesús en la cruz.
Él estuvo allí como la serpiente de bronce para salvarnos. Él es nuestro
salvador. Cristo no tuvo pecado, pero Dios lo hizo pecado para que nosotros
fuéramos declarados justos, 2 Corintios 5:21.
El Señor Jesús nunca cometió
pecado. Él llevó nuestros pecados sobre su propio cuerpo, en la cruz, para que
nosotros pudiéramos morir al pecado y vivir para justicia. Nosotros hemos sido
sanados por sus llagas, 1 Pedro 2:22-24. Cristo fue hecho maldición por
nosotros y nos ha librado de la maldición de la ley, Gálatas 3:13.
El Señor Jesús llevó todas nuestras
debilidades cuando fue levantado en la cruz como la serpiente y Dios nos juzgó
en Cristo, Romanos 8:3-4.
El Señor Jesús dijo a la gente que
morirían en sus pecados si no creen en él, Juan 8:24. Ellos entenderían quién era
él, cuando fuera levantado en la cruz, Juan 8:28. También les dijo en Juan
12:32-33 que él atraería a todos los hombres a sí mismo, cuando fuera levantado
de la tierra. Al decir esto, estaba indicando, cómo iba a morir.
Moisés predicó las buenas noticias
al pueblo que había sido mordido por las serpientes venenosas. Él les dijo que
miraran a la serpiente de bronce y creyeran en las promesas de Dios, y los que
obedecieron fueron sanados.
Hoy, los siervos de Dios muestran a
la gente al Señor muriendo en la cruz por los pecados de ellos. Predican las
buenas nuevas e invitan al pueblo a arrepentirse y a mirar por fe al Salvador,
en la cruz. Aquellos que así lo hacen, ya no estarán bajo el juicio de Dios por
sus pecados, sino que recibirán la vida eterna.
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