domingo, 4 de diciembre de 2022

La Casa de Dios

 El Templo de Salomón

E. Dennett


El Tabernáculo, el cual había sido la casa de Dios en el desierto, junto con su mobiliario sagrado, fue llevado por los hijos de Israel a Canaán, y fue erigido en Silo (Josué 18:1). Fue, por consiguiente, a este lugar que los hijos de Israel acudían con sus sacrificios anuales (1°. Samuel 1:3), y aún era llamado "el tabernáculo de reunión" (1°. Samuel 2:22), pero también "el templo de Jehová", y "la casa de Jehová" (1°. Samuel 3: 3, 15). Estos últimos nombres sólo presagiaban la casa que se edificaría en el futuro en Jerusalén. Mientras los hijos de Israel eran peregrinos en el desierto, y habitaban en tiendas, Dios mismo habitó en una tienda (2°. Samuel 7:6), adaptándose Él mismo, como Él ha hecho siempre en Su preciosa gracia, a la condición de Su pueblo; pero cuando Él hubo establecido a Sus escogidos en la gloria del reino, una casa fue erigida — "magnífica por excelencia" (1°. Crónicas 22:5) — la cual, en cierta medida, debía ser la expresión de Su majestad, la majestad de quien se dignó hacerla Su morada en medio de Israel (2°. Crónicas 2:4-6).

No está dentro del propósito actual llamar a poner la atención a las diferencias características entre el tabernáculo y el templo, sino más bien señalar su semejanza tanto con respecto a su origen como a su objetivo. Como en el caso del primero, así en el segundo, el plan fue comunicado divinamente. Fue David quien tuvo el honor de convertirse en el depositario de este diseño; y en vista de que no se le permitió, según el deseo de su propio corazón, edificar él mismo el templo, él lo comunicó a Salomón. "Dio entonces David a Salomón su hijo el diseño del Pórtico del Templo, y de sus edificios, y de sus tesorerías, y de sus cámaras altas, y de sus cámaras interiores, y [del lugar] de la Casa del Propiciatorio; asimismo el diseño de todo lo que tenía ideado, por el Espíritu, respecto de los atrios de la Casa de Jehová, y de todas las cámaras al rededor, y de las tesorerías de la Casa de Dios", etc. (1°. Crónicas 28: 11, 12 - VM). Todo lo que Salomón hizo y preparó, en relación con la obra a la cual había sido llamado, fue de acuerdo con las instrucciones que había recibido. El sitio mismo había sido indicado divinamente, así como el diseño y la forma del edificio. (1°. Reyes 6:38; 2°. Crónicas 3:3). Aunque el encargo de erigir fue dado a manos humanas, el edificio era divino; porque los pensamientos humanos y las ideas humanas no deben inmiscuirse en las cosas de Dios.


La relación entre el tabernáculo y el templo, como siendo ambos por igual la morada de Dios, puede ser vista de dos maneras. Cuando Salomón hubo completado la casa, él reunió a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los principales de las casas paternas de los hijos de Israel; y leemos que, "se congregaron con el rey todos los varones de Israel, para la fiesta solemne del mes séptimo" (2°. Crónicas 5: 2, 3) (es decir, la fiesta al son de trompetas, una figura de la restauración de Israel en los últimos días — Números 29:1). "Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel, y los levitas tomaron el arca; y llevaron el arca, y el tabernáculo de reunión, y todos los utensilios del santuario que estaban en el tabernáculo; los sacerdotes y los levitas los llevaron." Y entonces, después que ellos hubieron sacrificado tantas ovejas y bueyes que no se podían contar ni numerar, "los sacerdotes metieron el arca del pacto de Jehová en su lugar, en el santuario de la casa, en el lugar santísimo, bajo las alas de los querubines" (2°. Crónicas 5: 1­7). Fue el arca lo que dio su carácter a la casa; porque era el trono de Dios en medio de Israel, desde donde Él gobernaba a Su pueblo sobre la base de Su ley santa, tal como es mencionado aquí mediante la declaración de que "en el arca no había más que las dos tablas que Moisés había puesto en Horeb, con las cuales Jehová había hecho pacto con los hijos de Israel, cuando salieron de Egipto." (2°. Crónicas 5:10).

Y ahora, en segundo lugar, Jehová aprobó la obra de Sus siervos tomando posesión de la nueva casa, tal como Él lo había hecho anteriormente con el tabernáculo. "Y cuando los sacerdotes salieron del santuario (porque todos los sacerdotes que se hallaron habían sido santificados, y no guardaban sus turnos; y los levitas cantores, todos los de Asaf, los de Hemán y los de Jedutún, juntamente con sus hijos y sus hermanos, vestidos de lino fino, estaban con címbalos y salterios y arpas al oriente del altar; y con ellos ciento veinte sacerdotes que tocaban trompetas), cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios." (2°. Crónicas 5: 11-14). A continuación de esta descripción, nosotros encontramos a Salomón relatando las circunstancias mediante las cuales él había llegado a ser el instrumento divinamente designado para edificar una "Casa de habitación" y "una morada estable" para Jehová, por los siglos venideros [lit. para siempre] (2°. Crónicas 6:2 - VM); y entonces él se arrodilló sobre un estrado de bronce (que él había preparado) delante de toda la congregación de Israel, y extendió sus manos al cielo, y oró con respecto a la casa que él había edificado, y él concluyó sus intercesiones con palabras citadas del Salmo 132: "Oh Jehová Dios, levántate ahora para habitar en tu reposo, tú y el arca de tu poder; oh Jehová Dios, sean vestidos de salvación tus sacerdotes, y tus santos se regocijen en tu bondad. Jehová Dios (2°. Crónicas 6:41, 42a), "no rechaces el rostro de tu ungido; acuérdate de tus misericordias para con tu siervo David." ((2°. Crónicas 6:42b - LBLA).) Y acto seguido leemos, "Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa. Y no podían entrar los sacerdotes en la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová." (2°. Crónicas 6: 41, 42; 2°. Crónicas 7: 1, 2).

De esta manera, y bajo tales circunstancias, Jehová asumió Su morada en el templo — toda la escena, los sacerdotes vestidos de lino fino blanco, su unánime glorificación de Dios siendo una tenue sombra de la gloria de un día posterior, cuando el verdadero Salomón vendrá a Su templo y Él mismo se rodeará de un pueblo justo y de corazón dispuesto. Pero el único punto que ha de ser observado aquí es que encontramos una vez más a Dios morando en Su casa en medio del pueblo que Él había escogido. La diferencia entre el templo y el tabernáculo, tal como se recalcó anteriormente, es mostrada mediante el contraste entre el desierto y la tierra; por el carácter peregrino del paso de Israel a través del primero, diferenciado de su morada estable en la última. Pero en ambos por igual Dios tuvo Su habitación, Su casa. Dios moró en medio de todo Israel, y, como se ve nuevamente del hecho de que el fuego descendió en respuesta a la oración de Salomón, y consumió el holocausto y los sacrificios, Él lo hizo en el terreno de la redención — en el terreno de la redención a través de todo el valor de todo lo que Cristo fue en Su obra sacrificial. No habría sido posible en ningún otro terreno; pero debido a que ello fue sobre el fundamento de todo el olor grato de Cristo en Su muerte, él pudo, a pesar de lo que el pueblo era de manera práctica, morar en medio de ellos, y todo el pueblo, por su parte, pudo venir con los sacrificios señalados, de la manera designada, y los tiempos señalados.

    Desde entonces Jerusalén fue el único lugar santo en la tierra, el único sitio, por tanto, al cual el corazón de todo verdadero Israelita se volvía con pensamientos de adoración y alabanza. "¡CUÁN amables son tus moradas, oh Jehová de los Ejércitos! ¡Mi alma suspira y aun desfallece por los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne claman por el Dios vivo!... ¡Bienaventurados los que habitan en tu Casa! de continuo te alabarán." (Salmo 84 - VM). Y allí se reunía el pueblo en la frecuencia de las fiestas. "Jerusalén, que estás edificada compactamente, como ciudad que está bien unida consigo misma: a donde suben las tribus, las tribus de Jehová, como testimonio a Israel, para dar gracias al nombre de Jehová." (Salmo 122: 3, 4 - VM). Allí eran llevados y presentados al Señor todos los hijos primogénitos (Lucas 2: 22­24), y allí también las familias de Su pueblo se reunían tres veces al año. (Véase Deuteronomio 16). Por lo tanto, Jerusalén — debido a la casa de Jehová — era el único lugar de bendición en todo el mundo, y no era un privilegio menor tener permiso para formar parte de la asamblea que se reunía allí de tiempo en tiempo, en obediencia a la Palabra. "Y te regocijarás delante de Jehová tu Dios, tú, y tu hijo, y tu hija, y tu siervo, y tu sierva, y el levita que reside dentro de tus puertas, juntamente con el extranjero y el huérfano y la viuda que habitan en medio de ti, en el lugar que escogiere Jehová tu Dios, para hacer que habite allí su nombre." (Deuteronomio 16:11 - VM).

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