domingo, 4 de diciembre de 2022

MUJERES DE FE DEL ANTIGUO TESTAMENTO (12)

 


La Esposa de Manoa

“Que aquel varón de Dios nos enseñe lo que hayamos de hacer con el niño que ha de nacer”. (Jueces 13.8). La historia está en Jueces 13.


El libro de Jueces es uno de los más tristes de la Biblia. Por séptima vez en el libro está escrito el comentario: “Los hijos de Israel hicieron lo malo”. Esta vez Dios permitió que los filisteos subyugaran a los israelitas por cuarenta años, el tiempo más largo de sufrimiento en su historia. La idolatría del pueblo y la opresión del enemigo entristecían a los fieles, y las familias que creían en Dios sufrían.

Manoa y su esposa vivían en un pueblo pequeño. Las Escrituras no dan el nombre de la mujer, solamente comenta que no podía tener hijos. La esterilidad era un reproche severo para una mujer en Israel y aun el Ángel de Jehová que la visitó le dijo: “Tú eres estéril, y nunca has tenido hijos”. Parecía que aquella humilde mujer no iba a tener un lugar importante en los propósitos de Dios.

A veces es fácil sentirse insignificante hoy día en un mundo que se fija en la apariencia de la mujer, en su éxito en su carrea o en el mundo de los negocios. Pero debemos estimar nuestro propio valor más bien a la luz de la Palabra de Dios y así vivir de tal manera que le traiga gloria a Él. Quizás la esposa de Manoa poseía una vida más activa espiritualmente de lo que tenía Manoa, porque el Ángel de Jehová se comunicó dos veces con ella antes de dirigirse a él.

Algunas de las más asombrosas historias en las Escrituras son las de las apariciones de Jesucristo en el Antiguo Testamento. Recordamos la aparición del Ángel de Jehová a Agar, la esclava egipcia en el desierto y las visitas del Ángel a Abraham en el libro de Génesis. La Biblia declara que “a Dios nadie le vio jamás” (Juan 1.18), entonces es claro que el Ángel de Jehová era Jesucristo antes de que Él tomara cuerpo humano. El “Jehová” del Antiguo Testamento es el Jesucristo del Nuevo Testamento.

¡Cuán maravilloso fue el mensaje del Señor Jesucristo para aquella mujer de fe! “Concebirás, y darás a luz un hijo... este niño será nazareo a Dios desde su nacimiento”. Leemos en Números 6 del nazareato de los que se dedicaban al servicio del Señor. El nazareato de Sansón y el de su madre fueron por orden divina. Había ciertos requisitos para el hijo y también para la madre, empezando desde el embarazo. La devoción del hijo debía mostrarse en la madre y a ellos se les instruyó que se abstuvieran de tomar vino, de comer cosa impura y de cortarse el pelo.

La mayor parte de lo que le dijo el Visitante a la esposa, ésta se lo contó a Manoa. Él oró a Jehová pidiéndole que volviera este Varón de Dios, no para confirmación sino porque quería recibir instrucciones para él mismo en cuanto a la crianza del niño. El Señor apareció otra vez a la mujer y ella buscó rápidamente a su esposo, pero más instrucciones no fueron dadas.

Pensando que el Visitante había sido un mero hombre, Manoa ofreció prepararle una comida, pero el Ángel (Cristo) rehusó comerla, diciéndole a Manoa que podía ofrecer una ofrenda a Dios. Cuando Manoa le preguntó su nombre, Él respondió: “¿Por qué preguntas por mi nombre, que es Admirable?” (éste es uno de los nombres dados al Señor Jesucristo en Isaías 9.6: “hijo nos es dado... y se llamará su nombre Admirable”). Parece que el Señor no le dijo más de lo que necesitaba saber.

Manoa ofreció el cabrito y la ofrenda a Dios, y el Señor hizo un milagro delante de ellos cuando subió al cielo en la llama del altar.

Así estaba mostrando que lo sucedido había sido una aparición del Señor Jesucristo mismo. Al verlo, Manoa y su esposa se postraron en adoración porque habían visto al Señor.

       Cuando el Ángel de Jehová apareció delante de la mujer, ella se mostró reverente, silenciosa y obediente a la voz divina. Pero Manoa tuvo miedo y se puso triste, y luego dijo: “Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto”. La esposa se mantuvo firme en su fe y le dijo que ellos habían visto al Señor pero que no morirían porque el Señor había aceptado sus ofrendas y les había prometido que iban a tener un hijo.

En esta mujer vemos a una esposa que quería compartir con su esposo lo que Dios le había revelado a ella, una verdadera ayuda idónea para su marido. En su libro “Lo que la Biblia enseña: Jueces”, John Ritchie comenta que parecía que no había espíritu de competencia entre ellos sino armonía, por la manera en que se comunicaron acerca de lo que les fue revelado. En ellos hubo el deseo de conocer la voluntad de Dios y hacerla.

Nosotras, como creyentes en Cristo, con el Espíritu Santo para guiarnos y las Sagradas Escrituras a la mano, tenemos mucha más luz espiritual de la que poseían los que vivieron antes de que Jesucristo tomara cuerpo humano y viviera en este mundo. Pero leemos en Hebreos 11.39 de muchos fieles del Antiguo Testamento que alcanzaron la aprobación de Dios, y su buen ejemplo supone un verdadero reto para nosotras, mujeres privilegiadas.

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