Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que
recibáis galardón completo. (2 Juan 8)
La
Palabra de Dios, la cual declara claramente que las buenas obras no otorgan la
salvación, también declara con claridad que las obras, invariablemente, deben
acompañar a la salvación. Si bien no proporcionan la salvación, siempre deben
ser una consecuencia de ella. Aquellos que han sido hechos aceptos en el Amado
deben trabajar diligentemente para ser aceptables al Amado. Es muy bueno que,
con toda humildad de corazón, busquemos diariamente manifestar estas obras de
gracia que evidencian la fe. Habiendo ya mirado a Dios para la salvación, ahora
deseamos serle agradables en nuestro andar, nuestros hechos y nuestras vidas,
para que estas puedan, al final, merecer la aprobación del Maestro, testificada
en sus dulces palabras: «Bien, buen siervo y fiel».
Hay
cuatro pasajes en el Nuevo Testa-mento que establecen el carácter cristiano en
todo su encanto y poder: Mateo 5:3-12, con sus nueve beatitudes; 1 Corintios
13, con sus dieciséis cualidades inigualables; Gálatas 5:22-23, con su racimo
de fruto celestial de nueve partes; y 2 Pedro 1:5-8, con su descripción de un
cristiano plenamente desarrollado. Las palabras de Mateo 5 presentan un
carácter aprendido en humildad, madurado por el sufrimiento, repleto de
gentileza, pureza y amor. 1 Corintios 13 es probablemente la lista más noble de
bellos pensamientos. Gálatas 5 muestra el secreto por el que podemos tener días
celestiales sobre la tierra. 2 Pedro 1, dando por hecho que la fe es el
fundamento, se eleva majestuosamente, paso a paso, hasta que la estructura se
ve coronada con aquel amor que es el cumplimiento de la ley. Juntas, estas
cuatro porciones de la Biblia establecen una magnífica y completa filosofía de
la vida cristiana. Hacemos bien si nos examinamos a la luz de ellas.
Ha
llegado el momento en el que las vidas de los cristianos prácticamente son la
única Biblia que el mundo leerá alguna vez –son tiempos en que lo que somos
tiene más peso que lo que decimos. Bienaventurado aquel cuya vida le da validez
y poder a su mensaje.
H.
Durbanville
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