domingo, 4 de diciembre de 2022

¿Qué es el Evangelio?

 


6 ¾ La salvación


¿Es necesaria?

El término la salvación quiere decir la liberación de un peligro personal o de una calamidad. Espiritualmente todos corren el peligro de mu­chas cosas. Por ejemplo, uno necesita la salvación porque es pecador en peligro de ser castigado. “Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. La paga del pecado es muerte”, Romanos 3.23, 6.23. El humano está perdido en su búsqueda de paz y solaz, pero “el Hijo del Hombre [Jesús] vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”, Lucas 19.10.

Sin Cristo, somos ciegos en lo espiritual. No nos ha resplandecido la luz del evangelio de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo; 2 Corintios 4.4. La Biblia nos cataloga de enfermos. “Los sanos no tienen necesidad de médico”, dijo Jesús en Mateo 9.12,13, “…no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento”. Quizás peor, “todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”, Juan 8.34 al 36. Pero, añadió Jesús, “si el Hijo os libertare, seréis verdadera­mente libres”.

En síntesis, sin la salvación uno está espiritualmente muerto “en delitos y pecados”, como lo expresa Efesios 2.1. Está condenado y en espera de juicio. “El que en él [Cristo] cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”, Juan 3.18.

¿Es posible?

Si fuera posible salvarnos a nosotros mismos, vamos a decir por medio de obras o sacrificios, estaría de más la muerte de Cristo; Gálatas 2.21. Pedro predicó: “En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre… en que podamos ser salvos”, Hechos 4.12. Pablo expresó el quid del asunto: “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”, Efesios 2.8,9. Nadie llegará al cielo jactándose de haberlo alcanzado por sus propios méritos.

Cristo puede salvar del castigo; puede perdonar los pecados. “Por medio de él se os anuncia perdón de pecados… en él es justificado todo aquel que cree”, Hechos 13.38,39. La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado. En la sección ¿Es necesaria? notamos siete puntos que tratan de condenación; veremos ahora siete que dicen que Cristo puede y quiere bendecirnos.

   Él puede quitar de encima toda amenaza de castigo. “Ninguna con­denación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”, Romanos 8.1.

   Él puede salvar al perdido y darle descanso. “El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”, Lucas 19.10. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”, Mateo 11.28.

   Él puede librar de las tinieblas. Él es la luz. “Entre tanto que estoy en el mundo”, testificó, “luz soy del mundo”, Juan 9.5.

   Puede sanar de la enfermedad espiritual. Vino “a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimi­dos; a predicar el año agradable del Señor”, Lucas 4.16 al 21.

   Él puede librarnos de la esclavitud de los vicios. Citamos ya su gloriosa proclama: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”, Juan 8.36.

   Él puede librarnos de la condenación. “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió”, Romanos 8.33.  

   Él puede darnos la vida eterna en vez de muerte. “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, más ha pasado de muerte a vida”, Juan 5.24.

¿Cómo conseguirla?

El mismo Jesús predicó: “Arrepentíos y creed en el evangelio”, Marcos 1.15. Así fue que Pablo predicaba el arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo; Hechos 20.21. El arrepentimiento quiere decir más que tristeza por haber faltado. Es reconocerse perdido por completo, y confesarse pecador. Esto precede a un cambio de actitud; viene antes de la resolución de buscar al Señor. El arrepentimiento conduce a la salvación que es en Cristo Jesús. Dijo Él: “Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”, Lucas 13.3.

Dios manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan, dijo Pablo a los atenienses en Hechos 17.30. La salvación tiene que venir por la fe personal en Cristo, quien dijo: “El que cree en mí tiene vida eterna”. Esta creencia es más profunda que el mero saber que Cristo murió en una cruz. Significa más bien el creer que Él murió a favor de cada pecador individualmente.

También encierra la confianza plena en la obra de Cristo, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”, Romanos 4.25, 5.1.

Pablo te dice a ti en Romanos 10.9,10: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”. Esto no es reconocer la verdad del evangelio; es apropiarse de todo corazón de Cristo y de la salvación que Él ofrece. No es cuestión de creer en Dios, sino de creer a Dios cuando te ofrece una salvación tan grande.

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