Introducción
Las cartas a los efesios, filipenses y colosenses, que el
apóstol Pablo redactó en la cárcel, se destacan como una magnífica sierra por
encima de sus demás cartas inspiradas. En Efesios alcanza el pico más alto de
todos.
En su Epístola a los Romanos escribió primeramente de la
necesidad atroz que genera el pecador y la gracia de Dios en atenderla. Pero en
Efesios Pablo está libre en espíritu, no obstante, sus cadenas, para comenzar
con una doxología que revela los consejos de Dios y sus propósitos en gracia
para la bendición del hombre mucho antes de que el pecado haya desfigurado su
bella creación.
La epístola no está escrita para corregir determinados
errores en la asamblea cristiana. Posiblemente fue una carta circular; no hay
saludos personales, aunque Pablo había trabajado largo tiempo en Éfeso. Su
pensamiento está dominado por un elevado tema que es la sobreabundante gracia
de Dios para con el hombre en Cristo. Considérense los triunfos de aquella
gracia en Éfeso que se relatan en Hechos 19.18 al 20: “muchos de los que habían
practicado la magia”, etc.
Efesios presenta una verdad no mencionada en los
Evangelios ni en las Epístolas anteriores. Revela la intención de Dios de unir
todo lo que hay en cielo y tierra bajo la dirección —la
autoridad— de Cristo. Esto es llamado un misterio, a saber, un
secreto sagrado previamente escondido, pero ahora divulgado. (“…el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual
se había propuesto en sí mismo”, 1.9,10; “…misterio
que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres”,
3.5,6) Esta unión es la forma definitiva de gobierno divino investida en el
hombre Cristo Jesús antes del estado eterno, donde la justicia reinará y Dios
será todo en todos.
Vinculada con ésta hay otra revelación, que todos los
creyentes, judíos y gentiles, han sido hechos uno, formando así el cuerpo de
Cristo, quien es la cabeza. También esta Iglesia,
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