domingo, 16 de abril de 2023

¿Qué es el Evangelio? (10)

 Es el mensaje de la salvación que Dios ofrece 


10 ¾ La decisión


¿Es preciso decidir?

Los temas de las secciones anteriores son de cosas personales. No podemos evitarlos. La salvación para la vida eterna es de tanta importancia que conviene a cada cual recapacitar bien. El dejar de decidir es de hecho optar por rechazar.

Pilato preguntó: “¿Qué, pues, haré de Jesús llamado el Cristo?” Mateo 27.22. Él se lavó las manos delante de todos como inocente del rechazamiento de Cristo, pero su neutralidad le condenó. Cristo había dicho: “El que no es conmigo, contra mí es”, Mateo 12.30. Al no haber pasado por la puerta que es Jesús, estamos en el camino ancho; al no tomar el paso de fe, vamos rumbo a la condenación.

¿Cuándo debe uno decidir?

Agripa contestó a Pablo, después de oir su presentación del evangelio: “Por poco me persuades a ser cristiano”, Hechos 26.28. Luego él aplazó la decisión y nunca llegó a ser cristiano. Otro gobernador romano, Félix, dijo: “Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré”, Hechos 24.25 al 27. Pero, a pesar de haber conversado con Pablo durante dos años siguientes, nunca llegó a ser salvo. “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”, Hebreos 3.15. El Diablo siempre dice Mañana, pero ese mañana no llega nunca. Dios dice Hoy: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”, 2 Corintios 6.2.

Cristo dice en Apocalipsis 3.20: “Estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Está claro que Él no habla de la puerta de la salvación que estudiamos en la sección 7. Elocuentemente las Escrituras emplean figuras para que entendamos con facilidad: Cristo espera a “la puerta” de cada individuo. La proclama de Isaías 1.2 fue: “Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová…” y en seguida, 1.18: “Venid, luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”.

¿Cómo se puede decidir?

Si uno reconoce la verdad de la evaluación divina del ser humano, y ve el peligro que corre, ya está cerca del reino de Dios. Sin embargo, falta la cosa principal: apropiarse de la salvación. Por ejemplo, el médico receta el remedio apropiado para el enfermo, pero de nada vale hasta que el enfermo siga la indicación y se valga de la solución a su alcance. El hambriento puede tener el pan en la mano sin dudar que le saciaría, pero sigue con hambre hasta comérselo. Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”, Juan 6.35.

Por esto, cada uno tiene que apropiarse de la oferta para sí mismo. Es de balde. “La paga del pecado es muerte, más la dádiva [el regalo] de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”, Romanos 6.23”. A todos los que le recibieron … les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”, Juan 1.12.

La decisión se hace, pues, con sencilla fe en Cristo: “Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que, si confesores con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”, Romanos 10.8,9. Bueno es doblar la rodilla en oración a Cristo, pero no delante de imagen alguna, para darle las gracias por su salvación.

¿Qué será el resultado?

Si la decisión es negativa, Hebreos 2.3 pregunta: “¿Cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande?” A su vez, Pedro pregunta: “¿Cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?” 1 Pedro 4.17. Si bien “el que en él cree, no es condenado”, Juan 3.18, el resto de la cita es: “el que no cree, ya ha sido condenado”.

Para quienes toman el gran paso de fe son las palabras: “Habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”, 1 Corintios 6.11. Las tales personas dirán con el apóstol Pablo: “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”, Romanos 1.16.

La victoria es segura, con todo y que Satanás ruja y los incrédulos se opongan. “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”, dijo Jesucristo en Juan 16.33. “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” Romanos 8.31.

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