“Cuan eficaces son las palabras rectas”.
(Job 6:25)
La historia está en 1 Samuel 25.
“Reflexiona
y ve lo que has de hacer, porque el mal está ya resuelto contra nuestro amo y
contra toda su casa; pues él es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda
hablarle”. Estas palabras de un siervo acerca de su esposo Nabal resonaron en
la mente de Abigail.
La
situación era tan grave que sin perder tiempo esa mujer y sus criados juntaron
pan, vino, ovejas, guisados, granos, uvas, pasas e higos y los montaron sobre
sus bestias. Sin decir nada a Nabal salieron para encontrarse con David y sus
hombres. Abigail sabía dónde iba a encontrar a David, no en la ciudad sino en
“una parte secreta del monte”. Llegando a su encuentro, ella se bajó de su
bestia y se postró delante de él, exclamando: “Señor mío, sobre mí sea el
pecado; mas te ruego que permitas que tu sierva hable a tus oídos”.
Abigail
era una bella e inteligente mujer en comunión con su Dios, mientras que su
esposo Nabal era egoísta, grosero e insolente, aunque muy rico y dueño de mil
cabras y tres mil ovejas.
Leemos
que el profeta Samuel había muerto y David, para escapar del peligro de la mano
de Saúl, marchó con sus seguidores al desierto de Judá. Estando allí, David y
sus hombres daba protección a los pastores y rebaños de Nabal. Luego oyó David
que estaba esquilando sus ovejas y la costumbre en aquel tiempo era celebrar la
ocasión con una fiesta y repartir regalos a la gente alrededor.
Por
lo tanto, David mandó a diez hombres para enviarles saludos cordiales a Nabal y
a pedirle que le diera algo para él y sus hombres como recompensa del bien que
ellos le habían hecho. Pero Nabal, furioso, contestó: “Quién es David…? Muchos
siervos huyen de sus señores. ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua, y la carne
que he preparado para mis esquiladores, y darla a hombres que no sé de dónde
son?”
Sin duda Nabal sabía bien lo que David y sus hombres
habían hecho a su favor, pero no solamente rehusó recompensarlo, sino que
humilló y despreció a David, el futuro rey de Israel. Como resultado los
hombres que David había enviado, al regresar, le contaron todo lo que había
dicho Nabal. Enojado, David salió con 400 hombres suyos para acabar con Nabal y
su gente.
Con toda razón aquel criado le avisó a Abigail lo que
estaba pasando. Sin perder tiempo, esa mujer tan ingeniosa mandó adelante a sus
siervos con la comida que ella había preparado. Y sin consultar con Nabal,
salió a encontrarse con David. Al llegar a donde estaba, se bajó de su bestia,
se inclinó humildemente y dijo: “Señor mío, sobre mí sea el pecado”.
Identificándose con la maldad de su esposo, le rogó a David que le perdonara la
ofensa. Siete veces ella se refirió a sí misma como “su sierva” y once veces
llamó a David “mi señor”.
Recordándole que él peleaba las batallas del Señor,
Abigail siguió diciéndole que su vida estaba bajo la protección divina. La vida
de Abigail también era protegida por el Señor. Mostrando su entendimiento
espiritual, le dijo que Dios había intervenido y le había impedido hacer mal ese
día, y afirmó que él era el ungido del Señor. Además, le dijo que sería bueno
para él, si al llegar al trono no tuviera que recordar haber tomado venganza en
vez de dejar la venganza con el Señor.
El resultado fue que David, profundamente impresionado
por sus sabias palabras, bendijo a Dios por haber enviado a Abigail. El expreso
su gratitud porque ella le había impedido derramar sangre aquel día. Confesó
que, si ella no hubiera llegado a tiempo, él le habría quitado la vida a Nabal
y todos sus hombres. Nabal rehusó dar agua y comida a David y a sus hombres
aquel día, pero Abigail les dio abundancia de ricos alimentos y buenos
consejos.
Abigail le explicó claramente lo ocurrido. Nabal sufrió
un ataque al corazón que lo dejó paralizado y diez días después murió.
David no pudo olvidar a aquella mujer que le hizo tanto
bien. Más tarde, después de la muerte de Nabal, le propuso matrimonio a
Abigail. Con humildad ella lo aceptó, estando dispuesta a compartir su vida con
David aun mientras estaba siendo perseguido por el rey Saúl. Abigail había
expresado su confianza de que David iba a reinar y actuó conforme a lo que
creía. De manera que llegó a ser esposa de rey de Israel.
No hay mujer en el Antiguo Testamento que haya mostrado
más sabiduría que Abigail, una mujer ejemplar en una situación difícil.
Viéndose obligada a actuar de una manera opuesta a la de su marido, ella
mantuvo un espíritu sumiso porque estaba en comunión con su Señor.
William MacDonald, en su comentario, escribió que muchas
veces Dios trae a nuestras vidas a personas que nos dirigen y nos advierten.
Debemos agradecerle, como David mostró su gratitud a Dios por haber enviado a
Abigail para que le aconsejara con sabiduría.
La manera en que Abigail respondió a aquella situación
nos puede enseñar mucho. ¿Cómo nos portamos bajo circunstancias difíciles?
Abigail se mantuvo en calma y su comportamiento agradó a Dios. ¿Escudriñamos
las Escrituras para saber cómo reaccionar en medio d las dificultades? ¿Podemos
controlar nuestras emociones y hablar en tonos suaves? ¿Nos enfocamos en las
necesidades de otros en vez de pensar solamente en nosotras mismas?
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