El arca de Noé es un hermoso tipo de
Cristo, el Arca de nuestra salvación. El mundo que existía en tiempos de Noé
pereció bajo el diluvio de muchas aguas. Las ondas y las olas de aquel diluvio
son figuras de la ira venidera. El que no tiene a Cristo está perdido, y la ira
de Dios está sobre él (Juan 3:36). Sólo si estamos en Cristo somos salvos de
las aguas del juicio, porque las Escrituras dicen que "ninguna condenación
hay para los que están en Cristo Jesús" (Romanos 8:1).
Cristo nos resguarda del juicio. No
obstante, las aguas de la muerte resultaron en algo bueno, pues ahora el Señor
nos ha introducido a una esfera nueva, donde permanecemos ante Dios en un
terreno completamente nuevo, el terreno de la resurrección. Esto también halla
su expresión en el bautismo: el lavamiento del agua habla, por un lado, de la
muerte, y por el otro, sin embargo, de la nueva vida en Cristo Jesús (Romanos
6: 3-4; 1.ª Pedro 3:20-21). Nosotros fuimos sepultados con Él en la muerte por
el bautismo, a fin de estar en una nueva posición y caminar en novedad de vida.
Podemos observar algo similar en la
vida de Moisés. Él fue «sepultado» en las aguas del río Nilo en una arquilla de
juncos, y de esta forma fue salvado por medio de las aguas, porque fue
quitado de las aguas de la muerte. La palabra traducida arca -la de
Noé- y arquilla -en la que fue puesto Moisés-, que aparece en Génesis 6
y en Éxodo 2, respectivamente, es la misma palabra hebrea. Observemos además
los siguientes detalles de la descripción del arca del libro del Génesis y sus
significados simbólicos:
• El arca de Noé era una enorme
embarcación de madera que medía trescientos codos de largo, cincuenta codos de
ancho y treinta codos de altura (un codo equivale aproximadamente a medio
metro). Tenía tres cubiertas divididas en compartimentos o cuartos que servían
como alojamiento o depósito. Tenía una puerta en uno de sus costados que Dios
mismo cerró (Génesis 6:16; 7:16). También tenía una ventana en lo alto, la cual
abriría Noé para enviar el cuervo y la paloma (Génesis 8: 6-8).
• Al contemplar el
arca como figura de Cristo, quien es nuestra verdadera arca de salvación,
podemos considerar que la madera, fruto de la tierra, nos habla de la real
humanidad del Señor (cfr. Isaías 4:2; 53:2). "Hay un solo mediador entre
Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1.ª Timoteo 2:5).
• La puerta situada
en el costado del arca nos recuerda el costado de Cristo traspasado que
permitió que haya un camino de salvación para los pecadores (Juan 19:34-35; 1.ª
Juan 5: 6-9). Cristo es la puerta. Si alguien entrare por Él, será salvo (Juan
10:9).
• Los aposentos o
celdas (literalmente «nidos») que tenía el arca nos habla de la seguridad y la protección
de todos los que están en Cristo: "Y ahora, hijitos, permaneced en
él" (1.ª Juan 2:28). En este sentido, Él será como un santuario (Isaías
8:14). Recordemos que el templo de Salomón también tenía aposentos distribuidos
en tres niveles (cfr. Génesis 6:16 y 1.º Reyes 6: 4-6). En la casa de Dios hay
muchas mansiones, y allí hay un lugar preparado para todos los que creen en
Cristo.
• El arca también
tenía una ventana, una abertura por donde pudiera entrar la luz. De la
misma manera, Cristo revela la luz que viene de lo alto, la luz divina que de
los cielos alumbra en medio de la oscuridad y la confusión (Juan 1:9;
3:12-31-32). En nuestras habitaciones, nosotros tenemos esta luz divina.
• Finalmente,
consideremos la preparación del arca. El arca de Noé brinda una
enseñanza práctica para los padres cristianos. Así como Noé preparaba un arca
para que su casa se salvara (Hebreos 11:7), así deberían hacer los
padres cristianos con sus hijos, llevarlos a Cristo a fin de que estos se
encuentren a salvo en el único lugar seguro que hay en este mundo de pecado.
Traducido por Ezequiel Marangone
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