domingo, 29 de septiembre de 2024

Seguir de lejos al Señor

 

Leemos que Pedro siguió a su Maestro “de lejos” (Mateo 26:58). Cuando se halló dentro del patio donde estaban los criados, mientras el sumo sacerdote interrogaba a Jesús, Pedro se unió al grupo que estaba alrededor del fuego, como si él fuera uno de ellos. Su objetivo era escuchar y ver lo que hacían con Jesús, sin ser reconocido como uno de los que lo seguían.

¡Cuán pronto descendemos cuando abandonamos el camino de la rectitud! Pedro había oído a su Maestro decirle que esa misma noche lo negaría. Su respuesta mostraba una confianza absoluta en sí mismo y la certeza de que esta vez el Señor se había equivocado, porque él, Pedro, estaba dispuesto a morir antes de faltar en su lealtad hacia Jesús. El Señor siguió advirtiéndole que el peligro era muy grande e inminente, pero que había orado mucho por él para que su caída no terminara en completa ruina y desgracia. Ni siquiera esto sirvió para que Pedro abandonara su confianza en sí mismo. Un poco más tarde, cuando la tranquilidad del huerto lo invitaba a orar y a luchar espiritualmente consigo mismo, fue vencido por el sueño. Después sacó su espada y procuró pelear con los hombres, aunque el Señor le había dicho que su enemigo era Satanás. Luego, siguiendo de lejos, se sentó en compañía de los enemigos de su Señor. Se había alejado de la presencia inmediata de Aquel que era la fuente de todo poder espiritual. Con tan malos antecedentes, no es de extrañarse que Pedro haya caído cuando Satanás lo atacó…

De hecho, podemos decir que Pedro había caído antes de entrar en el palacio del sumo sacerdote. Su confianza en sí mismo fue lo que causó su caída. “El que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12).

Lo mismo puede suceder con nosotros si en nuestro corazón damos lugar al espíritu de presunción o jactancia. Si quiere saber qué día un buen cristiano caerá en el pecado, le puedo decir que será el día en que deje de temer una caída. Mientras mantenga en el corazón la desconfianza en sí mismo, Dios no permitirá que sus pies tropiecen.

Sacado de “Simón Pedro”

W.T.P. Wolston

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