sábado, 23 de noviembre de 2024

¿Cómo es nuestra adoración?

 

Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Salmo 37:4


Dios tiene su contentamiento en Cristo, y nuestra aspiración constante debería ser presentar a Dios aquello en lo que él tiene su contentamiento. Cristo debería ser siempre el objeto de nuestro culto, y lo será en la proporción en que seamos guiados por el Espíritu de Dios.

¡Cuántas veces sucede todo lo contrario, lamentablemente! Ya sea en el culto público o en lo particular, muy a menudo el tono es débil y el espíritu triste y pesado, ya que nos ocupamos de nosotros en vez de ocuparnos de Cristo. Entonces el Espíritu Santo, en lugar de cumplir su obra comunicándonos las cosas de Cristo, se ve obligado a dirigir nuestra atención a nosotros mismos para que nos juzguemos, porque nuestra conducta no ha sido correcta.

Todo esto debe ser lamentado y reclama nuestra atención, ya sea en cuanto a nuestras reuniones públicas o en cuanto a nuestra devoción privada. ¿Por qué el tono de nuestras reuniones frecuentemente es tan lánguido y débil? ¿Por qué los himnos y las oraciones no son lo que deberían ser? ¿Por qué hay entre nosotros tan pocas cosas de las que Dios pueda decir: “Mi ofrenda, mi pan con mis ofrendas encendidas, en olor grato a mí”? Porque al estar ocupados en nosotros mismos, en nuestras necesidades, en nuestras dificultades, somos incapaces de ofrecer a Dios el pan de su sacrificio. En realidad, le robamos lo que le corresponde y lo que su corazón desea (Mal. 1:6-14).

Deberíamos procurar mantenernos en un estado del alma que nos hiciera capaces de ofrecer a Dios lo que a él le agradó llamar “mi pan”.

Ocupémonos, pues, constantemente en Cristo como olor agradable a Dios.

C. H. Mackintosh

Aceptados en el Amado (Efesios 1:6)

 

No dice que Dios nos acepta si nosotros hacemos lo mejor que podamos; sino, “Nos hizo aceptos”. Ni tampoco dice que Él nos hará aceptos en el Justo, porque, aunque esto es cierto, no es la verdad que aquí se expresa; sino, “Él nos hizo aceptos en el AMADO”. El apóstol, cuando fue guiado por el Espíritu Santo para escribir esas palabras, no se refería sólo a sí mismo, sino a todos en todo lugar que confíen en Jesús como su Salvador. Sin embargo, hay multitudes en las iglesias modernas que no creen que ellos han sido aceptados en lo absoluto; hay multitudes que piensan que son aceptados de acuerdo con la medida de sus oraciones y esfuerzos y buenas obras; y pocos, por desgracia, muy pocos, entienden por simple fe en la Palabra de Dios que ellos son aceptados de acuerdo con la medida del amor del Padre a Su Hijo.

Antes de que se establecieran los fundamentos de la Tierra, Él era el deleite de Su Padre, regocijándose delante de Él todo el tiempo. (Pro. 8:30); y cuando Él caminó entre los hombres, una y otra vez el cielo se abrió, como si Dios reprimiera Sus deseos de pronunciar con voz audible Su amor que se desbordaba por Aquél que vino a hacer Su voluntad. En Su bautismo, y en el Monte de la Transfiguración, se escuchó una voz del cielo diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mat 3:17; 17:5); y Él podría responder con verdad perfecta, “El que me envió es conmigo: el Padre no me ha dejado solo; porque yo siempre hago las cosas que le agradan” (Jn 7:29). Cuán amado es para el Padre ahora que Él ha lo ha satisfecho y lo ha glorificado sobre la tremenda cuestión del pecado, ninguna lengua puede decirlo, ninguna imaginación puede concebirlo.

Nosotros sabemos que cuando Él estaba aquí abajo, Él habló de Sí mismo como el Hijo Unigénito y muy amado. (Jn 3:16; Mar 12:6); y desde que Él ha sido exaltado a la mano derecha de la Majestad en las alturas, nosotros estamos seguros de que Él no es menos amado por el Padre, a quien Él obedeció y honró. Él es amado con un amor infinito, y es en Él, siendo tan amado, que el creyente más débil y más indigno es aceptado. Por lo tanto, no es la verdad completa decir que nosotros somos aceptos de acuerdo con la estimación que Dios pone sobre Su obra consumada, o de acuerdo con el valor que Él pone sobre Su preciosa sangre; sino que nosotros somos aceptos de acuerdo con Su amor por Jesús, quien es más para Él, y más cercano a Él que todo el universo a Su alrededor.

Esto es lo que nuestro Señor enseña simplemente en la sublime oración intercesora que cierra Su discurso de despedida a los discípulos. Siete veces Él usa las palabras de comparación ASI y COMO para indicar a todos los que creen en Su Nombre que tienen su propio lugar y porción, y Él finaliza y corona su maravillosa exhibición de gracia diciendo, “para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado”. (Jn 17:23).

No, nosotros tenemos algo adicional al amor que el Padre otorgó a Su Hijo, porque Él agrega, “que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos” (v26). Con dichas declaraciones saliendo de sus propios labios, no podemos sorprendernos de escuchar al Apóstol exclamando movido por el Espíritu Santo, “En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo.” (1Jn 4:17)

De aquí se deduce que la medida de Su aceptación con el Padre es la medida de nuestra aceptación; y la medida de Su cercanía al seno del Padre, y al trono del Padre, es justo la medida de nuestra cercanía; porque nosotros permanecemos no sólo en la aceptabilidad de Su obra, sino en toda la aceptabilidad de Su persona. Si nosotros pasáramos nuestros pensamientos de nuestra indignidad a Su amor perfecto, nosotros tendríamos confianza en lugar de alarma al pensar en el juicio; porque nunca, hasta que sea manifestado en Su tribunal, sabremos nosotros lo que Él ha hecho por nosotros, lo que Él ha sido para nosotros, y lo que Él ha soportado de nosotros. Entonces, en la presencia de Su gloria, nosotros veremos el resplandor de amor que se manifestó en la paciente gracia y bondad incansable en medio de nuestros constantes fracasos; y nosotros nos retiraremos de la escena sobrecogidos, no con terror, sino con un despliegue de todo su amor.

¡Que Él abra nuestros corazones suspicaces y enderezados para tomar ahora más de este amor maravilloso, y estar más ocupados con Su suficiencia en nosotros, y Su Palabra para nosotros, y menos con nuestras debilidades y deficiencias! Ciertamente, nosotros lo deshonramos y lo contristamos cuando nos descarriamos y somos mundanos y caminamos como los hombres; pero si realmente confiamos en Él para librarnos del pecado y de la ira, y deseamos vivir en la luz sin nubes de la comunión con nuestro Señor, es una afrenta y dolor más grande al Amigo que es más cercano que un hermano, cuando Él nos ve cuestionando Su amor inmerecido, y rehusando tomar el lugar de un hijo aceptado, lo que Él da a cada pecador creyente.

Que cada duda, cristiano atribulado, en la lectura de la bendita seguridad y las promesas consoladoras de la Biblia, digan siempre, “Yo tengo todo esto o nada”

Verdades para nuestros días, Sep. 2010

Nombres Divinos

 

1.       Jehová-jireh

Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá [Jehová-jireh]. Por tanto, se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto. Génesis 22:14

Este nombre se encuentra en Génesis 22:1-14. En este pasaje, vemos cómo Dios puso a prueba a Abraham y le ordenó que tomara a Isaac, su único hijo, quien había sido milagrosamente concebido como promesa, y que lo ofreciera como holocausto. Era la primera vez que se indicaba tan solemnemente que debía realizarse un sacrificio humano, el cual prefiguraba la muerte sacrificial de nuestro Señor Jesús, el Hijo unigénito del Padre.

Justo en el momento más crítico, cuando Abraham estaba a punto de sacrificar a su hijo siguiendo la orden de Dios, Isaac fue salvado. “Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá [Jehová-jireh]. Por tanto, se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto”. Esta escena tuvo lugar en el monte Moriah. Con el paso de los siglos, vemos cómo Jesús, el Jehová del Antiguo Testamento, murió en la vergonzosa cruz en Jerusalén. Jerusalén era la ciudad donde estaba el templo, el cual estaba edificado justamente en el monte Moriah, cumpliendo así la profecía pronunciada por Abraham.

Anteriormente en el capítulo leemos que Isaac hizo una pregunta, que debió retorcer el corazón de su padre con la más profunda angustia. Estaba la leña y el fuego, pero ¿dónde estaba el cordero para el holocausto? La respuesta profética de Abraham fue que Dios mismo proporcionaría un cordero para el holocausto. Esto se vio cuando Juan el Bautista exclamó: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29). Así se ve cómo la palabra jireh, añadida a la palabra Jehová, nos presenta lo que está en la mente de Dios para la bendición del pobre hombre caído, incluso toda la historia de cómo un Dios hacedor de pactos pondría en práctica su acercamiento a los hombres a costa de la muerte de su Hijo unigénito. Nunca se nos permitirá olvidar esto.

2.       Jehová-ropheka 

Yo soy Jehová tu sanador. Éxodo 15:26

Jehová-ropheka (Jehová tu sanador). La enfermedad es fruto del pecado. Para tratar justamente con este fruto, nuestro Señor tuvo que abordar la raíz del problema, lo cual requirió su sacrificio en la cruz con todo el sufrimiento y el dolor que conllevaba. Cada vez que Jesús sanaba a un leproso; hacía caminar al paralítico; restauraba la vista al ciego o el oído al sordo; él era consciente de que solo su muerte sacrificial en la cruz podía abordar la cuestión fundamental del pecado desde la raíz. Estos milagros demostraban su poder en la tierra para perdonar pecados. Como él mismo dijo: “Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios” (Lc. 5:24-25).

3.       Jehová-nisi

Moisés edificó un altar, y llamó su nombre Jehová-nisi. Éxodo 17:15

En Éxodo 17 leemos acerca del conflicto que hubo entre Amalec y los hijos de Israel en Refidim. Moisés subió a la cumbre del collado con la vara de Dios en su mano, acompañado por Aarón y Hur. Cuando Moisés levantaba su mano, Israel prevalecía; pero cuando la bajaba, Amalec prevalecía. Esto es un hermoso símbolo de la intercesión de nuestro Señor en el cielo por los suyos, quienes luchan aquí contra el mundo, la carne y el diablo. Sin embargo, ¡qué contraste entre Moisés y nuestro Señor! “Las manos de Moisés se cansaban” y necesitaban ser sostenidas (Éx. 17:12), pero nuestro Sumo Sacerdote vive para siempre “según el poder de una vida indestructible” (He. 7:16). ¡Sus manos no se cansan en absoluto! En él solo hay victoria. Como resultado de la victoria sobre Amalec, Moisés construyó un altar y lo llamó Jehová-nisi, que significa “Jehová es mi estandarte”. Solo hay victoria bajo el estandarte de nuestro Señor.

4.       Jehová-shalom

Jehová le dijo: Paz a ti; no tengas temor, no morirás. Y edificó allí Gedeón altar a Jehová, y lo llamó Jehová-salom; el cual permanece hasta hoy en Ofra de los abiezeritas. Jueces 6:23-24

Jehová-shalom: Hubo una época durante el tiempo de los jueces en que los madianitas oprimían cruelmente a los hijos de Israel. Cuando estos clamaron a Dios, él envió un profeta con un mensaje de consolación. Luego, el Ángel de Jehová se le apareció a Gedeón, un joven que estaba trillando trigo en el lagar para ocultarlo de los madianitas. El Ángel, que era Jehová mismo, sorprendió a Gedeón al decirle: “Jehová está contigo, varón esforzado y valiente” (v. 12). Inmediatamente después le encargó que liberara a Israel del yugo de los madianitas. Gedeón entonces le pidió al Ángel una señal que confirmara su misión, la cual le fue concedida.

Gedeón “preparó un cabrito, y panes sin levadura de un efa de harina” (v. 19). Estos alimentos los presentó a su visitante celestial, quien los tocó con el báculo que tenía en su mano y, en ese momento, “subió fuego de la peña, el cual consumió la carne y los panes sin levadura” (v. 21). Después de esto el Ángel de Jehová desapareció de su vista. Gedeón descubrió que el visitante celestial era el Ángel de Jehová y se llenó de temor. “Pero Jehová le dijo: Paz a ti; no tengas temor, no morirás” (vv. 23-24). En respuesta a este encuentro, Gedeón edificó un altar a Jehová y lo llamó Jehová-shalom, que significa “Jehová es paz”.

Podemos trasladar esto al Nuevo Testamento y agradecerle a Dios por la paz de Dios, “que sobrepasa todo entendimiento”, la cual guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús (Fil. 4:7). Cuando nuestras mentes se centran en todo lo que es verdadero, honesto, justo, puro, amable y de buen nombre, podemos confiar en que el Dios de paz estará con nosotros (Fil. 4:8).

5.       Jehová-raab:

Jehová es mi pastor; nada me faltará. Salmo 23:1

Las palabras iniciales del conocido Salmo 23, “Jehová es mi Pastor [Raab]”, son ampliamente conocidas y apreciadas en los círculos cristianos. ¡Qué consolador saber que el Señor es nuestro Pastor! ¡Qué cuidado tiene por sus ovejas y qué paciencia cuando se alejan de su mano protectora y conductora! A lo largo de los tiempos del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, estas palabras han sido una fuente de consuelo para innumerables creyentes. A pesar de que se han escrito muchos libros acerca de este salmo, su tema es inagotable. Es maravilloso saber que el Señor mismo es nuestro Pastor mientras atravesamos el desierto de este mundo e incluso cuando nos hallamos en el valle de sombra de muerte. El Buen Pastor no solo murió por nosotros, sino que también resucitó como el Gran Pastor (He. 13:20) y se compromete a cuidarnos en cada paso de nuestro camino hacia la Casa del Padre.

6.       Jehová-sabaoth:

Jehová de los ejércitos está con nosotros. Salmo 46:7

Este nombre significa “Jehová de los ejércitos” y se menciona más de 300 veces en el Antiguo Testamento. Es la única de estas combinaciones de nombres que también aparece en el Nuevo Testamento (Ro 9:29; Stg. 5:4). Esto da lugar al uso de la palabra “sabaoth”, que es el equivalente griego de la palabra hebrea utilizada para “ejércitos”. Este magnífico nombre aparece en repetidas ocasiones en el Antiguo Testamento, siendo el libro de Isaías en el que más se menciona, con aproximadamente 60 ocurrencias. Nos transmite la idea del poderío y los recursos invencibles de Dios. En el Salmo 46, leemos dos veces: “Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob” (Sal. 46:7, 11). ¡Qué felicidad poder estar seguros de que tenemos al Señor de los ejércitos con nosotros, nada menos que con su poder omnipotente de nuestro lado! El Dios de Jacob está con nosotros, y si él tuvo paciencia con alguien tan imperfecto como Jacob, ¿no será aún más paciente con nosotros, que estamos tan lejos de lo que deberíamos ser?

7.       Jehová-tsidkenu:

Y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra. Jeremías 23:6

Este nombre significa “Jehová, justicia nuestra”. Cuando nuestro Señor venga a reinar en justicia sobre este mundo de pecado y lágrimas, se nos dice que su nombre será: “Jehová, justicia nuestra”. Es reconfortante comprender que la justicia divina se ha establecido a través de la muerte expiatoria de nuestro Señor, permitiendo así que la bendición fluya hacia los pecadores que se arrepienten. A medida que observamos la agitación y la inestabilidad entre las naciones, nos alegramos al saber que el Señor establecerá un reino de justicia sobre este mundo injusto. El Señor triunfará en aquello que las Naciones Unidas han fracasado, trayendo paz y seguridad a este agitado mundo. De hecho, la creación misma anhela la manifestación del Príncipe de Paz.

8.       Jehová-sama:

Y el nombre de la ciudad desde aquel día será Jehová-sama. Ezequiel 48:35

Este nombre tan encantador se halla en los últimos versículos de la profecía de Ezequiel. Allí leemos: “El nombre de la ciudad desde aquel día será Jehová-sama”. La ciudad es Jerusalén; el día que se menciona es aquel en el que nuestro Señor establecerá su reino de justicia; y “Jehová-sama” significa “Jehová está allí”. Se trata de la ciudad de la que Jehová dijo: “En aquel día yo pondré a Jerusalén por piedra pesada a todos los pueblos” (Zac. 12:3). Lo que no ha podido (ni nunca podrá) ser llevado a cabo por planes humanos, ni por sus parlamentos o ejércitos, se logrará cuando nuestro Señor tome el control del gobierno de este mundo. La paz llegará a Jerusalén, que ha sido el escenario de conflicto por siglos. Cuando el Príncipe de Paz esté presente (“Jehová está allí”), ¡qué tranquilidad habrá! Sin embargo, los creyentes de esta presente dispensación podemos gozar individual y colectivamente de la presencia del Señor con nosotros, ¡y qué tranquilidad nos da! Qué maravilloso nombre para concluir esta serie de nombres divinos: “Jehová está allí”.

A. J. Pollock

LOS DOCE HOMBRES DE PABLO (4)


 


Este segundo pareado se encuentra en 1ª Corintios 15: 45-49. Leemos, "Y Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial".

Al igual que el primer pareado, el "primer hombre" y el "segundo hombre" son también términos raciales, pero ellos definen las dos razas de hombres bajo Adán y Cristo desde una perspectiva totalmente diferente. El "viejo hombre" y el "nuevo hombre" son términos que se centran en los órdenes morales opuestos relacionados con cada raza, mientras que el "primer hombre" y el "segundo hombre" son términos que se centran en los órdenes natural y espiritual relacionados con cada uno.

La raza de hombres bajo el "primer hombre Adán" es simplemente eso, — la primera. No había otras razas de hombres en la tierra antes de Adán. Esto descarta la noción del hombre de Java, el hombre de Piltdown, el hombre de Neanderthal, etc. La raza de la nueva creación bajo Cristo, el "Postrer Adán", es también simplemente eso, — la postrera. No habrá otras razas de hombres seguidamente. Esto descarta las ideas de ciencia ficción que sugieren que puede haber otra raza de hombres en el futuro.

Hay tres diferencias básicas que caracterizan a las cabezas de las dos razas de hombres bajo Adán y Cristo.

El primer hombre Adán fue "hecho" alma viviente, siendo una creación de Dios; mientras que Cristo, el Postrer Adán, no fue hecho; Él es el Creador. (Las palabras "fue hecho", implícitas en relación con Cristo en el versículo 45, no están en el texto griego).

El primer hombre Adán recibió vida, mientras que Cristo, el Postrer Adán, es un "Espíritu vivificante" que da vida a Su descendencia espiritual bajo Él en Su nueva raza. (Juan 17: 2; Juan 20:22).

El orden de la humanidad bajo Adán es "natural" (anímico) y "terrenal", pero el orden de la humanidad bajo Cristo es "espiritual" y "celestial" (versículos 46-47).

Algunos detalles adicionales en cuanto al "primer" y al "segundo" hombres son los siguientes:

EL PRIMER HOMBRE

El "viejo hombre" y el "primer hombre" son términos utilizados por el apóstol Pablo para definir dos aspectos diferentes de la raza humana bajo Adán. El "viejo hombre" denota el estado corrupto de la raza caída, mientras que el "primer hombre" denota lo que es natural y terrenal en la raza. Por lo tanto, no son términos que puedan ser usados indistintamente.

Nunca se dice que el "primer hombre" sea pecaminoso

En la Escritura nunca se dice que el "primer hombre" sea corrupto o pecaminoso, mientras que el "viejo hombre" es nada más que eso. El "primer hombre" es un término que se centra en el aspecto terrenal y natural de la raza bajo Adán, — en lo que es puramente natural en la humanidad. Lo que es humano y natural no es malo. Por este motivo nunca se dice que el "primer hombre" ha sido "crucificado" con Cristo o que haya llegado a estar bajo el juicio de Dios, como es el caso del "viejo hombre" (Romanos 6: 6).

La creación del hombre según el primer orden tiene muchos atributos de Dios mismo pues él fue creado a Su "imagen" y conforme a Su "semejanza". (Génesis 1: 26). Por ejemplo, el hombre tiene una personalidad definida con gustos y aversiones. Él también tiene sentimientos y capacidad de razonamiento, etc. Las gracias naturales y el intelecto no son malos, sino que son parte de la constitución de un ser humano. Dios no ha llevado esto a juicio porque ello salió de Su propia mano en la creación. Lo mismo sucede con nuestros cuerpos; nunca se dice que ellos son malos. Como fue mencionado anteriormente, la Biblia inglesa KJV traduce Filipenses 3: 21, "Nuestros cuerpos viles", pero esta no es la mejor traducción porque lo que Dios ha creado no es vil. Si nuestros cuerpos fueran viles en el sentido moderno de la palabra nunca se nos pediría que los presentáramos a Dios como sacrificio vivo. (Romanos 12: 1). Del mismo modo, nunca se dice que la creación material que ha salido de la mano de Dios es mala. Ella ha llegado a ser inmunda por los efectos del pecado y necesitará purificación (Job 15: 15; Job 25: 5; Hebreos 9: 23), y algún día será envuelta y reemplazada por un cielo nuevo y una tierra nueva. (Hebreos 1: 10-12; Apocalipsis 21: 1). Pero no se dice que es juzgada por Dios, como lo es el hombre en la carne.

Aunque no se dice que lo que es natural en el "primer hombre" cae bajo el juicio de Dios, todo ese orden de humanidad ha sido sustituido por otro orden de humanidad bajo Cristo que es superior. Esta es la fuerza de la palabra "luego" en 1ª Corintios 15: 46. Por lo tanto, el primer hombre ha sido desechado y reemplazado por el nuevo orden de humanidad bajo Cristo. Los cristianos son ahora parte de esa nueva raza y están esperando traer la imagen del segundo físicamente. (1ª Corintios 15: 49).

(continuará)

El Sacerdocio de Cristo Mayor que el de Aarón (Hebreos 5)

Miremos el sacerdocio de Aarón:

  • ·         Tomado de entre los hombres
  • ·         Constituido a favor de los hombres
  • ·         Ofrecía sacrificio por los pecados de los hom­bres
  • ·         Paciente con los hombres ignorantes y extraviados
  • ·         Él también era hombre rodeado de debi­lidad
  • ·         Necesitaba un sacrificio por sí mismo
  • ·         Para después ofrecer por el pueblo (Hebreos 5:1‑3)
  • ·         Miremos el sumo sacerdocio de Cristo en sus perfecciones divinas y humanas:
  • ·         Un sacerdote glorificado
  • ·         Un sacerdocio eterno
  • ·         Un sacerdote que lo que ofrece por sí es clamor y lágrimas
  • ·         Un sacerdote que no tuvo sustituto
  • ·         Un sacerdote que ofrece por el pueblo su propia vida
  • ·         Un sacerdocio perfeccionado por el padecimiento
  • ·         Un sacerdote que otorga salvación eterna (Hebreos 5: 4‑10).

El contraste de este oficio son los dos lados opuestos, el divino y el humano, donde hay una enorme distancia incalculable como la altura de los cielos a la tierra. En el Señor había las dos naturalezas en tan perfecta armonía que aún los mismos discípulos vinieron a entenderlo después de su resurrección. “Por tanto cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto, y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho” (Juan 2:22).

Como humano el Señor nunca entró al templo para ofrecer sacrificio, porque había el sacerdocio levítico. Antes él mismo tenía que ofrecerse en sacrificio por el pueblo. Porque su sacerdocio es divino. Porque su oficio es en un templo espiritual.

El sacerdocio de Aarón: Tomado de entre los hombres, esto era un honor. Constituido a favor de los hombres, este era ductor. Tenía que ofrecer sacrificios por los pecados de los hombres, esto era mediador. Debía ser paciente con los hombres, esto era tolerante. Él también era hombre, consigo mismo debía ser vigilante. Debía ofrecer sacrificio por sí, esto era diligente. Debía ofrecer sacrificio por el pueblo, esto era eficiente.

El Señor Jesucristo, el sumo sacerdote en sus perfecciones divinas y humanas fue confirmado por Dios: “Tu eres mi Hijo” v. 5. Por naturaleza Dios establece una descendencia empezando por su Hijo, pero una descendencia que no termina como la de Aarón que por la muerte estaba expuesta a terminar la dinastía. Para dar cumplimiento a la promesa antigua y al nuevo pacto (Éxodo 19:6; Apocalipsis 1:6) glorificó a su Hijo haciéndolo sumo sacerdote. Nosotros que por el nuevo nacimiento llegamos a ser participantes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4), gozamos ya de esa prosapia según está escrito en 1 Pedro 2: 9.

El Señor tiene un sacerdocio eterno juramentado: “Tu eres sacerdote para siempre”, v. 6. Aarón murió, sus hijos y descendientes también, el sacrificio que ellos ofrecían lleva cerca de dos mil años paralizado, porque el sacrificio de Cristo ha alcanzado una perfecta redención y un sacerdocio perfecto y eterno. “Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el mismo cielo para presentarse ahora por nosotros ante Dios” (Hebreos 9: 24).

El sacerdote antiguo tenía que reprimir toda emoción sentimental. Una vez consagrado al servicio del Señor quedaba cortada toda afección que produjera tristeza. Aarón escapó de una disciplina el día que murieron sus dos hijos Nadad y Abiú, porque tenía a su favor que había ofrecido su expiación y su holocausto delante de Jehová” (Levítico 10:19), que nos hablan de la vida y la muerte de nuestro Señor Jesucristo. Pues Aarón embargado por el sentimiento de lo que le había acontecido aquel día, cerró su boca, e incurrió junto con sus otros dos hijos Eleazar e Itamar en tres graves faltas; el macho cabrío para expiación del pecado del pueblo había sido quemado, la sangre no fue esparcida dentro del santuario; y aquella ofrenda mecida tan santa que correspondía a los sacerdotes para comerla en lugar santo, fue rehusada. Levítico 10: 1 al 20.

Dios quiere una consagración de amor puro, “de todo corazón, con toda el alma, con toda la mente y de todas las fuerzas” (Marcos 12:30). Esto es lo que pide el Señor de los que le siguen como sus discípulos. “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, hermanos y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26). Hay casos entre creyentes que ha llamado mucho la atención, es la emotividad exagerada que muestran cuando muere algún pariente. Algunos han llegado al escándalo que se transforma en espectáculo; en el amor no se puede evitar el sentimiento, pero sólo los que no tienen esperanza dan estas demostraciones de desesperación.

He dicho arriba que Aarón y sus hijos escaparon de una disciplina grave porque Dios en su providencia, reconociendo la flaqueza humana, les había enseñado que debía ofrecer primero sacrificio por él y por su casa. (Levítico 16:6,11,17,24)

Nuestro gran sumo sacerdote ofrece por él ruego y súplicas, clamor y lágrimas, y ofrece por el pueblo su propia vida. Las súplicas, las lágrimas y el clamor no eran el efecto del sentimiento humano, E no era la rebelión de su espíritu I a la voluntad de su Padre, no era producto de transgresión, ya que en él no había pecado. Su ruego, su súplica, su clamor, sus lágrimas, eran por la hora crucial que ha dejado un signo en medio de la eternidad, la separación que hubo entre él y su Padre, cuando en la cruz hecho pecado, hecho maldición por nosotros pagó la cuenta de nuestro rescate. Las tablas de piedra con la ley escrita por el dedo de Dios, y que Moisés rompió al pie del monte por el pecado del pueblo; ahora está dentro del arca, es precisamente el testimonio de que fue cumplida. Para satisfacción de Dios tenemos un gran sacerdote sobre la casa de Dios, y para con el Padre tenemos un abogado, a Jesucristo el justo” (Hebreos 10:21; 1 Juan 2:1).

Las tres aplicaciones del famoso versículo de Habacuc

 Mas el justo por la fe vivirá. (Romanos 1:17)

 


Las palabras "el justo por la fe vivirá" se encuentran en el Antiguo Testamento (Hab. 2:4) y se citan en tres Epístolas del Nuevo Testamento. Cada vez que se cita en el Nuevo Testamento, se nos presenta una perspectiva diferente de la vida del creyente y su andar en Cristo.

En Romanos 1:17, Pablo escribió acerca de la corrupción del hombre y la justicia de Dios. Por naturaleza, el hombre se encuentra en un estado de ruina moral; es totalmente injusto según los criterios divinos. Por otro lado, la Ley solo demuestra que el hombre es inca-paz de producir la justicia que esta exige. Pero en su Carta a los Romanos, Pablo explica que, por medio de la fe, Dios ha provisto un medio para justificar al creyente. Por lo tanto, ya que "el justo por la fe vivirá", solo se puede ser justo por medio de la fe en Jesucristo.

En Hebreos 10:37-38 leemos: "El que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe". En este caso, la cita viene al final de un pasaje cuyo propósito es proteger al creyente del desánimo y animarlo a perseverar en la vida de fe. Además, da paso a Hebreos 11, en el que se resume la notable vida de fe de los creyentes del Antiguo Testamento. El énfasis aquí está en cómo estos hombres de la antigüedad vivían por la fe —ya sea en el andar constante en comunión con Dios, en la anticipación del juicio que vendrá sobre este mundo, en la vida de un peregrino o en la victoria contra el enemigo. En

Gálatas 3:11 leemos: "Por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá". En este contexto, el apóstol cita el versículo de Habacuc con el fin de excluir cualquier idea de justificación por las obras de la Ley. La justificación es solo por la fe y de ninguna manera por la Ley. Este es el punto principal de la Epístola a los Gálatas.

 En pocas palabras, en Romanos el énfasis está en la justificación (el justo); en Hebreos está en la vida de fe (vivirá) y en Gálatas está en la fe (por la fe).

W. Kelly

MUJERES DE FE DEL NUEVO TESTAMENTO (8)

 

La viuda y su ofrenda

“Esta viuda pobre echó más que todos”. (Lucas 21.3)

La historia está en Marcos 12.41-44 y Lucas 21.1-4.


Jesús estaba en el templo de Jerusalén un día y se detuvo para observar a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas. También se fijó en una viuda desamparada y la vio echar dos moneditas, las más pequeñas que había en el país. Entonces les dijo a sus discípulos que aquella viuda pobre había echado más que todos los demás porque ellos habían dado de lo que les sobraba, pero ella de su pobreza había echado todo el sustento que tenía.

El Señor comentó sobre el contraste entre lo que daban los ricos y la ofrenda de la viuda. Él dijo que en la estimación de Dios ella había echado más que todos ellos. El significado del incidente no está en la cantidad de su ofrenda sino en el valor que tenía para ella. Era todo lo que poseía. Jesús considera lo que uno da en proporción con lo que guarda para sí mismo. Él apreció profundamente la devoción de la viuda.

El apóstol Pablo escribió de la liberalidad que mostraron las iglesias de Macedonia “que, en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad” (2 Corintios 8.2). Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por nosotros. ¿Cuánto hemos dado nosotras? ¿Cuánto podríamos dar?

Las últimas palabras de Cristo

 

JUAN 16


Introducción

Meditando en estas últimas palabras del Señor Jesús, registradas en los capítulos 13 a 16 de Juan, tenemos que recordar siempre que el Señor se proponía preparar a los Suyos para que testificaran de Él en el lugar donde fue rechazado, y mientras durara el tiempo de su ausencia.

Para llevar a un cumplimiento este gran fin, hemos visto en los discursos precedentes la necesidad de tener nuestros pies lavados (Juan 13), nuestros corazones consolados y unidos a las personas divinas (Juan 14), y que nuestras vidas presenten el carácter de Cristo mientras nuestros labios se abren en testimonio de Él (Juan 15). En este último discurso, nuestras mentes reciben la enseñanza a efecto de poder ofrecer un servicio inteligente y no caer en el tropezadero del mundo religioso que rechaza a Cristo.

Ser instruidos en la mente de Cristo es el gran objetivo que subyace a este último discurso. En el servicio del Señor puede existir mucho celo que no se corresponda con la sabiduría que debe manifestarse, lo que explicaría que el resultado sea escaso y grande la decepción. La enseñanza del discurso se presenta en el siguiente orden:

En primer lugar, se nos advierte acerca del trato con que el mundo religioso medirá a los que testifiquen de Cristo (1-4).

En segundo lugar, vemos que para crecer en inteligencia en la mente de Cristo era necesario que Él fuera al Padre y enviara al Consolador (5-7).

Cuando venga el Espíritu, los creyentes serán instruidos en el verdadero carácter de este presente mundo malo (8-11).

Luego, los creyentes serán guiados por el Espíritu Santo al conocimiento de otro mundo, del venidero (12-15).

En último lugar, recibirán también la enseñanza en cuanto al verdadero carácter del nuevo día que está a punto de esclarecer.

La persecución del mundo religioso (Juan 16:1-4)

En el discurso previo el Señor presentó a los discípulos los rasgos de la nueva compañía cristiana, cuyo privilegio sería el poder llevar fruto para el Padre y testificar de Cristo a un mundo del que Él se ausentará.

v. 1. No obstante, aquellos que de alguna manera llevan el carácter de Cristo y testifican de Él en un mundo que le odia tendrán que enfrentarse, tarde o temprano, al sufrimiento y a la persecución que nos son presentados al inicio de este capítulo. El amor tierno y cuidadoso del Señor les da a los discípulos aviso acerca de ello, previendo que iban a sufrir cuando se iniciara la persecución y queriendo evitarles cualquier ofensa. De no haberlos avisado con antelación, sus prejuicios naturales, que estaban unidos a la dispensación que ya terminaba y desconocía la incipiente era cristiana, habrían sido su tropiezo en la confrontación con la persecución. La historia mostrará más tarde lo necesarias que fueron para ellos estas advertencias.

Juan el Bautista estuvo a punto de recibir ofensa. Su fe encajó un duro golpe porque fue tratada como no se lo esperaba. Como resultado de su testimonio fiel fue a parar a la cárcel, e ignorando la mente del Señor le envía un heraldo con el siguiente mensaje: «¿Eres tú el que ha de venir?» La respuesta fue: «Bienaventurado es el que no tropieza en mí». Los discípulos, que estaban falsamente esperanzados con la inmediata redención de Jacob, se enfrentaban a este mismo peligro que los descalificaba para sufrir la persecución proveniente de Israel. Estas falsas expectativas los dejaban desprotegidos ante el peligro de la ofensa.

vv. 2-3. La advertencia del Señor los prepara no solamente para la persecución, sino para la persecución religiosa. Los discípulos de Cristo serían expulsados de las sinagogas, con la pérdida que eso conlleva de toda compañía familiar, social o de índole política (Juan 9:22). Esta persecución religiosa tendría su origen en motivos religiosos: «Cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios». Cuanto mayor es la sinceridad mostrada, más implacable se vuelve la persecución, motivada por la ignorancia que se tiene del Padre y del Hijo. Como se ha dicho con acierto: «del mismo modo que sucedió con los judíos, que perseguían a los cristianos, así sucede con los cristianos que han perseguido a cristianos». Estas cosas, que se han hecho siempre para la «gloria de Dios» y en el nombre

de Cristo son las que Dios mira desde el cielo y dice: «No conocen al Padre ni a mí».

v. 4. En los días venideros, la persecución sería una ocasión propicia para recordar a los discípulos las palabras del Señor, y confortaría

sus corazones con la sensación nueva de aquella omnisciencia que ya conocían, y de aquel amor que los guardaba. Hasta este momento no se había suscitado la necesidad de hablar de estas cosas, pues el Señor estaba presente para guardarlos. Eran cosas que pertenecían al tiempo de Su ausencia, no de Su presencia.

Tres despertamientos, en Isaías

 Despiértate, despiértate, vístete de poder, oh brazo de Jehová; despiértate como en el tiempo antiguo, en los siglos pasados, Isaías 51.9

Es el lenguaje de los fieles de Israel en una época futura, suplicando a Dios de todo corazón por una manifestación de su poder a favor de Sión y la nación. Entendemos que en este caso “el brazo de Jehová” es una persona: Cristo. Un espíritu de confesión y súplica precederá aquella grandiosa obra de Dios a favor de Israel en los días de la gran tribulación.

¿No podemos aprender nosotros también, en estos días en que vivimos, que, si deseáramos restauración, avivamiento y bendición, debe haber primeramente un espíritu de confesión y súplica?

                Aquellos suplicantes le hacen a Dios recordar los tiempos antiguos — varios miles de años — cuando El destruyó los ejércitos de Faraón para sacar a su pueblo “por camino seco en medio de las profundidades del mar”. Para ellos Dios nunca ha perdido su poder. Al comienzo del capítulo leemos: “No se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír”.

Dios en su clemencia se tarda muchas veces en “cobrar la cuenta”. Pero en el caso de Israel en este capítulo, aquella nación ha tenido que cosechar lo que sembró, encontrándose ya en los tres años y medio de gran aflicción. Si nosotros, su pueblo redimido, quisiéramos evitar la mano castigadora de nuestro Padre celestial, debiéramos confesar nuestro pecado y apartarnos de él. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

Despierta, despierta, levántate, oh Jerusalén, que bebiste de la mano de Jehová el cáliz de su ira, Isaías 51.17

La respuesta del Señor al clamor de su pueblo es una llamada a Jerusalén a levantarse. Ahora Dios está dispuesto a abogar por los suyos; dice el versículo 22 que El aboga por ellos. La cosa será al revés: sus enemigos serán angustiados y beberán del cáliz de la ira divina.

Se trata de esto en Apocalipsis 19, donde vemos al Señor Jesucristo saliendo del cielo montado sobre un caballo blanco, con toda su magnificencia de Rey de reyes y Señor de señores. El pisotea a sus enemigos y libra a Jerusalén y a los fieles de la nación de Israel de aquellos que los destruían.

En aquel día los ejércitos celestiales acompañarán a su glorioso Señor, y nosotros seremos manifestados con él. “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”, Colosenses 3.4. Su venida se acerca, y El nos llama ahora: “Levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca”, Lucas 21.28.

Despierta, despierta, vístete de poder, oh Sion; vístete tu ropa hermosa, oh Jerusalén, ciudad santa; porque nunca más vendrá a ti incircunciso ni inmundo, Isaías 52.1

El profeta puede ver a lo largo de los siglos venideros el cumplimiento pleno de la súplica angustiosa de Israel a su Dios: “Vístete de poder, oh brazo de Jehová”. El reloj profético tocará la hora para la restauración de Sión y su preparación para recibir al gran Rey. Dios es un Dios de orden; El no hace las cosas precipitadamente, ni actúa antes del tiempo ni después del tiempo.

Una de las razones porque ha transcurrido tanto tiempo desde el cumplimiento de la profecía de Isaías es que primeramente el Señor Jesucristo ha de venir y llevar su Iglesia al cielo. La formación de la Iglesia ha sido una obra lenta pero segura, y está llegando rápidamente a su consumación.

No se puede ignorar que hay indicaciones en los acontecimientos mundiales que apoyan esta creencia. Hay el movimiento nacionalizador de Israel, el movimiento ecuménico en el romanismo y el protestantismo, el mercado común en Europa con la aparente restauración del antiguo imperio romano, y se hace palpante entre los que se congregan en el nombre del Señor el espíritu de tibieza cual Laodicea.

“Velad, pues”, advierte El en Mateo 25.13, “porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir”. Tomemos a pecho, como una llamada divina a nosotros, las palabras del versículo 2 de este capítulo en Isaías: “Sacúdete del polvo ... suelta las ataduras de tu cuello”. O sea, librémonos de los amarres de este mundo, las cosas de la carne y las cosas materiales que nos impiden dar al Señor la prioridad de nuestro tiempo y nuestras vidas. El tiempo es corto.

Viviendo por encima del promedio (17)

 

Donde hay un testamento...


La abuela Phillips a menudo se regocijaba porque sus dos hijos y sus esposas vivían en feliz hermandad. Todos eran cre­yentes y también lo eran sus hijos. El hijo más grande, Scott, y su esposa Sarah vivían en el mismo pueblo que la abuela y la visitaban regularmente, asegurándose de que estaba bien y que todavía podía hacer las tareas del hogar. El otro hijo, Ron, y su esposa, Rose, también podían visitarla regularmente, aunque vivían a veinte kilómetros. Ambos hijos teman una buena posición y estaban financieramente seguros. Toda la fa­milia se reunía para celebrar el día de Acción de Gracias, la Navidad, y para comidas especiales al aire libre.

Luego, la abuela falleció a causa de un infarto. La encon­traron sentada en su mecedora con la Biblia en su falda.

No dejó mucho. Estaba su modesta casa, donde ella y su difunto esposo habían criado a los niños. Tema algunas accio­nes de AT&T, General Electric y General Motors. Había una caja de ahorros de aproximadamente $10,000, y su colección de tazas de té de porcelana. No había dejado su última volun­tad ni testamento, pensando en que los hijos serían capaces de distribuir las cosas amigablemente.

Así no fue como sucedió. Rose, de repente, se tomó extre­madamente posesiva. Ron sintió que no tenía alternativa más que ser leal a su esposa. Él quería tener paz a cualquier precio. Una familia que había vivido felizmente durante muchos años ahora estaba arruinada por la avaricia. Las cosas triviales co­mo las tazas de té de porcelana se convirtieron en la causa de la controversia. Scott y Sarah dieron lo mejor de sí para ser conciliatorios, pero se encontraron con hostilidad.

A medida que Scott y Sarah oraban fervientemente por una solución pacífica, Scott recordó la historia de Abraham y Lot. Cuando estos dos hombres partieron de Egipto y llegaron a Canaán, encontraron que no había suficientes pasturas para sus rebaños. Estalló la lucha entre sus pastores. La situación era grave. Entonces Abraham le dijo a Lot: “No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos. ¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano iz­quierda, yo iré a la derecha, y sitúa la derecha, yo iré a la iz­quierda” (Génesis 13:8-9).

Lot eligió la llanura de riego del Jordán donde las pasturas eran ricas, y moró en la ciudad de Sodoma. Abraham eligió la tierra de Canaán.

A medida que Scott compartía esto con Sarah, llegaron a una decisión trascendental. Dejarían que Ron y Rose tomaran el patrimonio completo si así lo deseaban. Preservar la unidad fa­miliar era más importante que pelear por elementos materiales.

Ron y Rose estaban perplejos. Debido a que no esperaban esto, estaban muy avergonzados de quedarse con todo. Rose se satisfizo a sí misma con algunas joyas, las porcelanas y otras pequeñeces. Luego sugirieron que los productos restan­tes fueran divididos en partes iguales. Fue una solución pacífi­ca para una situación potencialmente alienante.

No siempre sucede de esa manera. El dicho a menudo se vuelve realidad: “Donde hay un testamento, hay muchos fa­miliares.” Las personas que normalmente son generosas y pa­cíficas discutirán y romperán la comunión sobre cosas que es­tán descoloridas y gastadas. La manera de Dios es la mejor manera. Abraham se enriqueció cediendo sus derechos de propiedad a Lot. Lot se empobreció eligiendo las tierras con pasturas cerca a Sodoma.