"Por tanto, lo que Dios juntó, no lo aparte el hombre". Mateo 19:6.
Después de la salvación es el matrimonio uno de los actos más notables que esperan los jóvenes. Hasta el graduar de la escuela secundaria y aún de la Universidad resulta de importancia secundaria junto al matrimonio y noviazgo. Puesto que la Biblia declara que el matrimonio es honroso y fue instituido por Dios, debemos darle la debida consideración, y aún más cuando consideramos en las muchas y serias equivocaciones que han hecho jóvenes con matrimonios infortunados que han acabado con la utilidad que podían haber prestado al Señor y haciendo la vida más pesada cada día.
Algunas y mejor dicho muchas son las jóvenes que ven con horror el pensamiento de quedarse solteras. Bien, supongamos que usted se ha quedado soltera, eso no es ninguna vergüenza ni desgracia. Pablo el apóstol declara que si usted permanece soltera o soltero, será más espiritual; porque la mujer casada luchará por complacer a su esposo, en cambio la mujer que permanece soltera tratará de agradar al Señor. Puede ser algo interesante que algunos de ustedes que "se mueren" por casarse sepan lo que dice Pablo: que los tales tendrán aflicción de espíritu.
Casi la mayor parte de los jóvenes y señoritas se han imaginado el matrimonio como un pequeño cielo en la tierra en donde no hay pruebas que echen a perder la paz del hogar; donde no hay batallas que ganar y que todo saldrá viento en popa. ¡Qué error más grande! Son muchísimas las cargas que se vienen encima para mantener un hogar, criar una familia, la manutención, los pagos de luz, agua, renta, contribución, etc., etc., y el continuo temor de que el esposo pierda el empleo. Pronto se acaba el brillo de los recién casados y la joven pareja debe sentarse a ver la realidad de la vida y ¡ay! en muchos casos el pequeño nido de amor con que soñaron no es ni tan feliz ni cómodo como lo habían pintado en sus mentes calenturientas. Es posible que aún se amen y que no deseen separarse el uno del otro por todo el oro del mundo; eso es verdad, pero cuántas veces una joven ama de casa con las cargas que proporciona el hogar y las preocupaciones de los hijos que pronto le acarrean arrugas en la cara y hombros inclinados, se ha preguntado si no estaría más feliz en su hogar trabajando para ayudar a sus padres o en el servicio del Señor si hubiera permanecido soltera. En muchos casos es la verdad.
Muchos son los jóvenes que a su vez estando dotados de buena voz, con dotes de predicador o que han sido llamados al campo misionero se han hecho a un lado para casarse con alguien que no tenía llamamiento para la obra del Señor y como resultado sus talentos se han enterrado y su llamamiento abandonado. Por otro lado las señoritas se han casado para quitar el estigma de quedarse "solteronas" porque no sea que no se les presente otra oportunidad — estando los tiempos como están, y para lucir un blanco vestido que de otra manera no se puede comprar y mucho menos poner.
¡Mucho cuidado! Esas jóvenes hubieran hecho mil veces mejor si jamás se hubieran casado y se hubieran conformado con su soltería. Recuerdo el caso de tres jóvenes que entre ellas mismas se hacían llamar. "El trío de las solteronas". Ya habían perdido las esperanzas de encontrar esposo. La más joven de ellas tiene actualmente 22 años y la mayor unos 26 ó 27. Muy bien, estas jóvenes siempre estaban juntas como hermanas y habían abandonado la idea del casamiento exteriormente pero no en "mente". Un día la mayor de ellas "puso el ojo" en alguien que creyó la podría quitar perfectamente bien y pronto el mote de "solterona" y lo hizo caer en sus bien preparadas redes. Las otras dos solteras se sintieron de pronto abandonadas por su abanderada y la amistad se enfrió bastante entre ellas. El trío se desintegró. Pronto la madre de ella urgió al pretendiente que el matrimonio se efectuara "lo más pronto posible" "no había tiempo que perder" y de buenas ganas los hubiera casado a la semana de haberse declarado el joven iluso. Se hicieron los preparativos de rigor, se casaron con bombo y rumbo como dicen algunos, hicieron el acostumbrado paseo de "luna de miel" y al regreso, la cordera que no levantaba los ojos por lo vergonzosa que era, no sólo que los alzó sino que los sacó y con ellos enseñó las uñas y los dientes a su joven esposo y la soñada mujercita hogareña resultó una haragana que no salía de la casa de su madre -de donde salía tan aburrida para ir a formar su propio hogar- dejando su casa sucia desarreglada y viniendo a ella antes que el esposo llegara a cenar, para entonces a hacer camas y preparar el alimento para el cansado esposo. Cinco meses después que se hubiera casado, solicitaba ella el divorcio por incompatibilidad de caracteres, alegando que era demasiado "tierna" para soportar la carga que da el matrimonio.
¡Cuan mejor hubiera sido que ambos hubieran permanecido solteros! A ella le llevó al matrimonio el deseo de "dejar de ser solterona". El corazón no intervino en ese matrimonio y mucho menos la voluntad de Dios. A él, el deseo que todo hombre tiene de formar un hogar feliz. Joven, señorita, si no anda usted con tantas prisas, recuerde que el Señor le tiene preparado el hombre que le conviene y viceversa. Si los jóvenes se deciden a permanecer en la voluntad de Dios, Dios obrará en sus vidas a este respecto según le convenga. El obra de una manera maravillosa para hacer lo ¡imposible!
La idea de escoger esposa cuyo cutis y color de cabello sean opuestos al suyo para ser eternamente felices es uno de los errores mayores. Tengan presente que las rubias y las morenas se enojan del mismo modo y corren más que vuelan a las Cortes de Justicia para solicitar el divorcio. Vivan tan cerca de Dios que sepan cual es Su voluntad al escoger compañera no importa que el color del cabello o los ojos no sea el que ustedes soñaron. Si dejan de pedir la ayuda divina en este asunto mucha aflicción y desilusión les perseguirá en su jornada matrimonial por toda la vida. Dejen que el amor verdadero en ambos contrayentes alumbrado por la gloria de Dios y no la presunción ni cualquiera otro motivo sean los que den la prueba final a este acto de escoger esposa.
Jóvenes predicadores, recuerden que sus vidas son para el servicio de Dios y que pueden arruinarse para siempre casándose con aquella joven que Dios no quiere. Oren mucho antes de casarse.
El divorcio es una abominación ante el Señor. Jesús dijo a los que le preguntaban si era o no legal que el hombre dejara a su mujer, que Moisés lo había permitido en su tiempo por la dureza de sus corazones, pero que en el principio de la creación Dios lo hizo hombre y mujer y sería dos en una sola carne. Pues lo que Dios juntó no lo aparte el hombre; pero que triste es que el romper lo sagrado del lazo matrimonial es uno de los pecados de nuestros días, ¡Los últimos días!
El matrimonio a prueba es una de las ideas más viles y asquerosas que Satán ha plantado en la mente de la humanidad. Una joven nacida en un hogar honorable, después de haberse graduado en una Universidad renombrada volvió al hogar informando a sus padres que sus ideas habían cambiado mucho. Que para ella la Biblia no tenía importancia alguna y que ahora creía en el "matrimonio a prueba y en el amor libre"; que no solamente aprobaba esas nuevas ideas sino que las había estado practicando, ¿qué será lo que espera a gente tal?
Jóvenes y señoritas, ante ustedes se abre una vida de utilidad y felicidad si están dentro de la voluntad de Dios. En cuanto el que esto escribe puede testificar que Dios le ha dado una de las mejores compañeras en el mundo. Siempre me ha secundado en mis planes a través de los años y ha sido una verdadera ayuda. Mucho he ayudado en el servicio del Señor aunque tan insignificante soy. JOVENES, ESCUCHEN LA VOZ DE DIOS AL ESCOGER SUS COMPAÑEROS EN LA VIDA y no la apariencia que vean sus ojos o los consejos de los malos intencionados amigos, aunque éstos sean cristianos.
(Sendas de Luz, Enero-Febrero 1987)
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