lunes, 4 de abril de 2011

El Verdadero Discipulado

Capítulo 4: Los Discípulos son mayordomos (Leer Lucas 16: 1-13)

La parábola del mayordomo injusto fue presentada a los discípulos. En ella el Salva­dor sienta principios aplicables a los discípu­los de todos los tiempos. Después de todo, los discípulos de Cristo son esencialmente mayordomos, a quienes se ha confiado el cuidado de Sus pertenencias e intereses sobre la tierra.
Esta parábola está rodeada de dificulta­des. Aparentemente recomienda la deshones­tidad y los negocios ilícitos. Pero cuando se entiende con la debida luz, la encontramos sa­turada de enseñanzas de gran importancia.
En resumen, la historia es ésta: Un rico propietario encargó sus negocios a un emplea­do. Pasado mucho tiempo el amo supo que su empleado estaba despilfarrando su dinero. Inmediatamente le pidió una rendición de cuentas y le informó que quedaba despedido.
El empleado comprendió que su futuro era lúgubre Era demasiado viejo para hacer trabajo físico pesado y le daba vergüenza mendigar. Entonces encontró un sistema que le aseguraría tener amigos en los días venide­ros. Fue donde uno de los deudores de su amo y le preguntó: "¿Cuánto le debes a mi jefe?”. La respuesta fue: "Tres mil trescientos setenta y cinco litros de aceite". "Bien, dijo el empleado, paga la mitad y demos la cuen­ta por liquidada". Fue a otro de los deudo­res y le preguntó: "¿Cuánto debes?”. El deu­dor contestó "Treinta y dos mil kilos de tri­go". "Bien, entonces paga veinticinco mil y demos por cancelada la cuenta".
Aún más molesto que la acción del em­pleado deshonesto es el comentario que sigue:
"Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz" (Lucas 16:8).
¿Cómo hemos de entender esta aparente aprobación de prácticas deshonestas en los ne­gocios?
Una cosa es cierta. Ni su señor, ni nuestro Señor aprobaron sus prácticas sinuosas. Fue por esto mismo que lo destituyen Ninguna persona justa aprobaría el fraude y la infidelidad. Cualquiera que sea la enseñar de la parábola, no sugiere que el desfalco sea justificado.
Hay solamente una cosa por la que alaba al siervo injusto y es que haya planea su futuro. Dio los pasos necesarios para asegurarse que tendría amigos después que hubiera cesado en su mayordomía. El actuó para "después" en cambio de satisfacer su sola necesidad inmediata.
Este es el punto central de la parábola La gente del mundo toma estrictas medie a fin de proveer para los días venideros. Del único futuro que se preocupan es el de su vejez y sus años de jubilación. Por ello traba; diligentemente para asegurarse una situación cómoda cuando ya no sean capaces de trabajar en forma provechosa. Nada olvidan en búsqueda de la seguridad social.
En este aspecto los no creyentes son más sabios que los cristianos. Sin embargo para entender el por qué, debemos entender que futuro del cristiano no está en la tierra sino el cielo. Este es el punto crucial. El futuro para quien no es cristiano es el tiempo entre ahora y la tumba. Para el hijo de Dios es la eternidad con Cristo.
La parábola enseña entonces, que el regenerado es más sabio y precavido en s preparativos para su futuro en la tierra que creyente lo es en su preparación para el cielo.
Con esto en mente el Señor Jesús presenta la enseñanza práctica:
"Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas" (Lucas 16:9).
Las riquezas injustas son el dinero y las demás posesiones materiales. Estas cosas podemos usarlas en ganar almas para Cristo. Las personas que nosotros ganamos por el adecuado uso de nuestro dinero aquí son llamad amigos. Viene un día cuando faltaremos (ya sea por la muerte o por haber sido llevado al cielo por Cristo en el arrebatamiento). Los amigos ganados por el correcto uso de nuestras posesiones materiales servirán entonces como un comité de bienvenida para recibirnos en las moradas eternas.
Esta es la manera como los fieles mayor­domos planean para el futuro, no gastando su corta vida en la búsqueda estéril de seguridad en la tierra, sino en un apasionado esfuerzo por verse rodeado en el cielo por amigos que fueron ganados para Cristo a través de su dine­ro. Dinero que fue transformado en Biblias, Nuevos Testamentos, porciones, tratados y otra lite­ratura cristiana. Dinero que fue usado para sostener misioneros y otros obreros cristia­nos. Dinero que ayudó a financiar programas radiales y otras dignas actividades cristianas. En suma dinero que fue usado para esparcir el evangelio por cualquier método. "La única manera en que podemos depositar nuestros te­soros en el cielo es invirtiéndolo en algo que va a ir al cielo".
Cuando el cristiano ve que sus posesio­nes materiales pueden ser invertidas en la salvación de preciosas almas, pierde su amor por las cosas. El lujo, la riqueza y el esplen­dor material le resultan baladíes. El ahora anhela ver que las riquezas injustas por obra de la alquimia divina se transformen en ado­radores del Cordero por siempre jamás. Está cautivado por la posibilidad de realizar una obra en las vidas humanas que produzca glo­ria eterna a Dios y eterna bendición a las per­sonas mismas. Siente algo de la sed de Rutherford:
¡Oh! si un alma de mi pueblo
me encontrara a la diestra del Dios Alto
mi cielo sería doblemente grato
allá donde Emanuel es el Dueño.

Para El todos los diamantes, rubíes y per­las, todos los depósitos en el banco, todas las pólizas de seguro todas las mansiones, yates y coches son riquezas injustas. Si se usan en nuestro beneficio, perecen con el uso, pero  usadas para Cristo, rinden dividendos a través toda la eternidad.
La forma en que tratamos con lo material es una prueba de nuestro carácter. El Señor enfatiza en el versículo 10:
"El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto también en lo más es injusto.
Aquí lo muy poco es la mayordomía de lo material. Los que son fieles son aquellos que usan estas cosas para gloria de Dios y bendición de los demás. Los injustos son los que usan sus posesiones para la comodi­dad, el lujo y los placeres egoístas. Si no se puede confiar en un hombre en lo muy poco (lo material), ¿cómo se le puede confiar lo mucho (mayordomía de lo espiritual)? Si se es inconstante con las riquezas injustas, ¿cómo se podrá ser fiel como ministro de Cristo y dispensador de los misterios de Dios? (1 Cor. 4:1).
Luego el Salvador da un paso más en su argumento.
"Pues si en las riquezas injustas no fuis­teis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? " v. 11).
Las posesiones terrenales no son verda­deras riquezas. Su valor es finito y tempo­ral. Los tesoros espirituales son las verdade­ras riquezas. Su valor no se puede medir y jamás se acaba. El hombre que no es fiel en el manejo de los bienes materiales no puede esperar que Dios le conceda prosperidad espi­ritual en su vida o tesoros en los cielos.
Una vez más el Señor amplía su argu­mento diciendo:
"Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?" (v. 12).
Lo material no es nuestro. Pertenece a Dios. Todo lo que poseemos lo hemos reci­bido de Dios en mayordomía. Todo lo que podemos llamar nuestro, es el fruto de nues­tro diligente estudio y servicio en esto, o la recompensa por haber sido fiel mayordomo en aquello. Si hemos demostrado ser incom­petentes en el manejo de la propiedad de Dios, no podemos esperar el acceso a las verdades más profundas de la Palabra de Dios en esta vida o ser recompensados en la próxima.
Como clímax de su enseñanza, el Señor resume toda la parábola: en esta expresión:
"Ningún siervo puede servir a dos seño­res; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las rique­zas." (v. 13.)
No puede existir una lealtad dividida. El discípulo no puede vivir para dos mundos. El mayordomo o ama a Dios o ama a Mamón. Si ama a Mamón odia a Dios.
Y, recordémoslo bien, esto fue escrito a los discípulos, no a los que no conocen a Dios.

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