Hermanos.
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El Editor
Blog correspondiente a la publicación mensual de la revista homónima. Aquí encontrará temas de edificación cristiana y de aprendizaje personal.
domingo, 2 de septiembre de 2012
PENSAMIENTOS
En todas las pruebas y sufrimientos en las que podamos encontrarnos, es
imposible dudar de la bondad de Aquel que ha querido tomar nuestro lugar en el
juicio ; si lo pensamos, eso pone una barrera infranqueable ante todo
sentimiento indigno de nuestra parte hacia Él, quien nos demostró un amor tan
grande. Los designios de Dios para con nosotros no pueden tener otra fuente más
que su amor revelado en Jesucristo nuestro Señor.
J. Foulquier
Daniel era un hombre muy
ocupado y de mucha responsabilidad en el reino de Babilonia, sin embargo tenía
tiempo de orar tres veces al día, y "confesar delante de su Dios".
Aun las amenazas de muerte que le hicieron no pudieron hacerle desistir de este
tiempo de oración. Con razón no es de maravillarse que Daniel llegara a ser el
único hombre prominente en el Antiguo Testamento que no cayera en pecado ni
fracasaba en su trabajo. "No podían hallar alguna ocasión o falta, porque
él era fiel, y ningún vicio ni falta fue en él hallado" Dn. 6:1-11
"Mas buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia y todas estas cosas os serán
añadidas" Mt. 6:33.
F.B. Meyer
Tengo solamente una palabra
preciosa para decirle a usted: Manténgase cerca de Jesús. Sepa que allí hallará
el gozo, las fuerzas y el conocimiento de Su amor, el cual le sostiene en todas
partes y hace que todas las demás cosas lleguen a ser como nada. El hacerlo así
es nuestra vida y nuestro gozo.
John
Nelson Darby
LOS PECADOS DESPUÉS DE LA CONVERSIÓN
"Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte
conmigo" (Juan 13:8).
"Porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados" (Isaías
38: 17).
Encontramos muchos auténticos cristianos atormentados por pecados que
cometen después de su conversión. Nosotros deseamos recordarles que Jesús ha hecho
la propiciación por las faltas de todos aquellos que creen en Él, y tal es su
posición inquebrantable. "Jesucristo... nos amó, y nos lavó de nuestros pecados
con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea
gloria e imperio por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 1: 5-6).
"Cristo... se ha sentado a la diestra de Dios...; porque con una sola
ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados" (Hebreos
10:12-14). Si Él tomó lugar en la gloria, es porque terminó la obra que el
Padre le había dado que hacer, la cual ha sido plenamente admitida (Juan 17:
4-5). Así el Dios santo puede decir: "Nunca más me acordaré de sus
pecados" (Hebreos 10: 17-18).
Una vez puestos en la luz divina, "la sangre de Jesucristo su Hijo
nos limpia de todo pecado" (1 Juan 1: 7), tanto de aquellos cometidos
antes de nuestra conversión como de los que lo han sido después de ella.
Sin embargo, si bien las faltas cometidas después que conocimos a Jesús
como Salvador no alteran nuestra posición de rescatados, atentan gravemente
contra nuestra comunión con el Padre y con el Señor Jesús (1 Juan 1: 3-4). Al
hablar de manchas en el andar práctico, Jesús dice a los discípulos que todos
(a excepción del hipócrita Judas) están enteramente limpios, con tal que el
Maestro les lave los pies, ya que "si no te lavare —le dice a Pedro— no
tendrás parte conmigo". Los creyentes deben tener una conciencia delicada,
so pena de perder por un tiempo, como David, el gozo de su salvación (Salmo
51: 12; véase v. 1-10).
Después de la humillación, el recurso es, para el cristiano, Jesús en su
oficio de abogado ante el Padre (1 Juan 2: 1-2).
La seguridad del creyente
ESTUDIO BIBLICO: "EXAMINADLO
TODO RETENED LO BUENO"
1 Juan 5:9-13; Hebreos
6:13-20
TEXTO: Lleguémonos... en plena certidumbre de fe" (Hebreos 10:22).
"Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida" (1ª Juan 3:14).
DOCTRINA: Dios no nos dejaría en duda toda nuestra vida acerca de
nuestra Salvación. Eterna; más bien nos asegura que aquellos que verdaderamente
han aceptado a Cristo tienen en El, Vida Eterna y jamás perecerán. No solamente
que tienen vida eterna ahora, sino que perseverarán y continuarán hasta el fin.
SIETE PUNTOS:
1. "El que cree en el Hijo, tiene vida eterna" (Juan 3:36).
Es una posesión presente, el Don de Dios (Romanos 6:23) y de Cristo el Buen
Pastor (Juan 10: 28). Es una vida que es eternal, que nunca muere ni termina en
principio, asegura un futuro bendito y es el don más precioso de Dios.
2. "Porque
el mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de
Dios" (Romanos 8:16). Cada creyente verdadero recibe el Espíritu, y una de
sus primeras obras en nosotros es testificar de nuestra adopción.
3. La Vida
Eterna se manifiesta en nosotros en varias maneras. La vida verdadera siempre
se mueve y se despliega. Igualmente la Vida Eterna es vista en nosotros en
vidas cambiadas. 1ª Juan es escrito especialmente para enseñarnos esta. Véase
en aquella epístola las evidencias por las cuales sabemos que tenemos vida (1ª
Juan 2:4, 29; 3:6-10, 14, 24; 4:3, 7, 13; 5:1-5, 9-13, 18).
4. Aquellos
que han recibido este don de Vida Eterna se dice que son "llamados y
escogidos" de Dios. Se dice que "han sido dados a Cristo por Dios
(siete veces en Juan 17 — "Los que me diste").
Debemos estar seguros que estamos entre ellos (2 Pedro 1:10). Esto
hacemos andando diligentemente como hijos de Luz. Todo en nuestras vidas debe demostrar
que lo somos.
5. La Seguridad
completa es vista por tres evidencias.
a. La Palabra
de Dios, la cual nos asegura que aquel que tiene al Hijo tiene vida, y jamás
perecerá.
b. El Espíritu
de Dios, el cual testifica con nuestros espíritus que somos de Cristo.
c. La Vida
Cambiada, la cual demuestra a todos alrededor, y asegura a nuestros propios
corazones, que somos de los "llamados y escogidos de Dios".
6. Aquellos de quienes estas
cosas son ciertas perseverarán hasta el fin. Esto es conocido como la doctrina
de la Perseverancia Final. Es negada por algunos creyentes, pero parece ser
enseñada claramente en Juan 6:37-40; 10:27-30: Romanos 8:29-39; 1ª Juan 2:19;
y muchos otros pasajes.
Pablo fue persuadido de esto en Fil.1:6.
7. Para decir "yo sé que soy salvo", (más correctamente
"tengo vida eterna") se necesita gran humildad, y no debe decirse
sin que se tenga la mejor evidencia, y nuestro cuidado diario debe ser,
manifestar la vida de manera que sea evidente a todos los que nos conocen que
es cierto.
ILUSTRACIONES:
El Naufragio en Hechos 27 es una ilustración de la seguridad de la Salvación
(véase vs. 22-26), sin embargo de responsabilidad en v. 31. Todos fueron salvos
(v. 44).
Sendas de Luz – Febrero –
Marzo 1976
NUESTRA ACTITUD HACIA EL DINERO Y LAS COSAS QUE TENEMOS
Empezando en Mateo capítulo 5, tenemos una colección de las enseñanzas,
tal vez más claves del Señor Jesucristo. Estas han venido a conocerse como
"el sermón del monte" y siguen hasta el final del capítulo 7. Para
mí es de gran interés notar que de estos 111 versículos, el Señor dedica nada
menos que una séptima parte para decirnos cómo debemos utilizar lo que
poseemos.
Antes de leer este artículo,
reto al lector PRIMERAMENTE a leer lo que dijo el Señor mismo en Mateo 6:19-34.
Asumiendo que ya ha leído el pasaje, miremos
con detenimiento los siete puntos que Cristo nos da:
1. No nos hagamos tesoros aquí
en la tierra:
Cuando miro
la tendencia que existe en mi propio corazón, me doy cuenta de lo fácil que es
utilizar mi dinero, mis cosas, mis riquezas ¡para amontonar un
"tesoro"! Pero si quiero seguir al Señor, El me ordena no construir
mi propio "imperio", mi casa, mi carro, o lo que sea. Esto no quiere
decir que no puede ser la voluntad del Señor que tengamos tales cosas; ¡claro
que sí! Pero no deben ser mi tesoro. Hacer lo contrario, no sólo es inmadurez
espiritual, sino desobedecer flagrantemente a nuestro Señor...
2. Hagamos tesoros en el cielo:
¿Por
qué? Porque son los UNICOS que duran, ¡los únicos que valen la pena! Dijo un
misionero que fue martirizado en este siglo: "No es ningún tonto el que
pierde lo que no podrá guardar, para obtener lo que no podrá perder" (Jim
Elliot).
Bueno,
¿pero cómo puedo hacer un tesoro en el cielo? Parte de la respuesta está en 1ª
Timoteo 6:6-10 y 17-19: "...Que hagan bien, que sean ricos en buenas
obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por
venir...". Y en la parábola de Lucas 16, el Señor nos muestra que podemos
utilizar riquezas materiales para hacernos tesoros en el cielo, si las
empleamos para otros a nuestro alrededor.
3.
Tengo que ver la realidad desde el punto de vista de Dios:
Confieso que al
principio no entendí por qué el Señor habló de "los ojos" en la mitad
de este tema. Pero claro: si mi perspectiva es la de Dios, si yo veo mi vida y
mis riquezas como Dios las ve, tendré una verdadera luz que me guie cómo obrar.
Pero, advierte Cristo, "si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no
serán las mismas tinieblas? ¡Terminaré por malgastar lo que el Señor me ha
dado!
4. No puedo servir a dos señores:
El
Señor se toma el trabajo de advertirnos que es IMPOSIBLE servirle a El y a las
riquezas. No dice que es difícil, o que no podremos servirles bien. Dice que
terminantemente no se puede. Si amamos lo uno, aborreceremos lo otro.
¿Palabras fuertes? Es Cristo mismo quien lo afirma; y es El, quien nos presenta
este ultimátum: "escogeos hoy a quién sirváis", a tu salario, a tu
moto, a tu educación universitaria, a tu apartamento o a mí".
5. No os afanéis por la comida,
el vestido o el cuerpo:
Es
interesante notar que Jesús se limita a mencionar estas tres cosas y no más. A
un escriba que quiso seguirle, el Señor le advirtió ¡que ni en guarida de zorros
le garantizaba dormir! (Mateo 8:20). El Omnipotente Dios del universo promete
hacerse cargo de nuestras necesidades básicas, y podemos confiar completamente
en El. Y si en su gracia nos da techo, dinero, transporte u otras cosas,
debemos ver esto como una bendición adicional, ¡no como algo que nos debe!
6. Nuestro Padre sabe de qué
tenemos necesidad:
"Porque
él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo... como el padre. .
. se compadece Jehová de los que le temen" (Salmo 103). Y es importante
que Dios promete hacerse cargo de nuestras necesidades, no de nuestros deseos.
¿Estoy dispuesto a aceptar que mi Padre sabe mejor que yo? ¿A dejar que El decida lo que necesito?
7. Buscad primeramente el reino
de Dios y su justicia:
En este
verso está el secreto del creyente que prospera porque "...todas estas
cosas os serán añadidas" (Mateo 6:33). Aquí está el llamado de Jesucristo.
¿Estoy dispuesto a pagar el costo? La promesa es grande, pero el costo también.
¿A quién serviré?
Sendas de Vida, 1986,
Volumen 4, Nº 1.
La Oración y los cultos de oración
Capítulo 2: Las condiciones morales de la oración
¿Qué dice la Palabra de Dios de las condiciones morales de la oración?
Abra su Biblia en Mateo 18:19: "Otra vez os digo, que si dos de vosotros
se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les
será hecho por mi Padre que está en los cielos".
Acuerdo en la oración
Aquí aprendemos que una de las condiciones para nuestras oraciones es la
unanimidad — acuerdo sincero y hecho en amor — completa unidad de mentes. La
verdadera fuerza de las palabras es, "Si dos de ustedes armonizan"
harán un soto sonido. No debe haber ningún ruido desagradable, nada
discordante.
Cuando nos reunimos para orar por el progreso del evangelio, debemos
estar unidos como una sola mente, para poder esperar que las personas se salven
en los cultos. Delante de Dios debemos hacer un solo sonido. No sirve que cada
persona tenga un pensamiento diferente. Debemos venir ante el trono de la
gracia en "armonía" santa de mente y espíritu si queremos una
respuesta de acuerdo con Mateo 18:19.
Esto es de una importancia moral inmensa, especialmente en relación con
los cultos de oración. Las oraciones en las reuniones de oración no deben hacerse
sin razón ni propósito. Debemos reunimos con un propósito definido en nuestros
corazones para poder esperar todos ¡untos en Dios. Hechos Capítulo 1 nos dice
que los primeros discípulos, "perseveraban unánimes en oración y ruego,
con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos"
(versículo 14). En Hechos 2 leemos, "Cuando llegó el día de Pentecostés,
estaban todos unánimes juntos" (versículo 1).
Estaban esperando el don del Espíritu Santo de acuerdo a las
instrucciones del Señor. Ellos tenían la promesa de Dios. El Consolador
vendría. En lugar de esperar sin orar, precisamente ésta era la razón de
hacerlo. Oraban unánimes en un lugar. Estaban completamente de acuerdo. Todos
tenían un propósito definido en su corazón. Estaban esperando la promesa del
Espíritu Santo y, ¡continuaron esperando unánimes hasta que llegó! Todos,
hombres y mujeres estaban cautivados por un solo objetivo. Día tras día esperaron
en acuerdo santo, en armonía alegre, con fervor, hasta que se les dio el poder
prometido de lo alto.
¿No debiéramos nosotros hacer lo mismo? Desgraciadamente, en los cultos
de oración hoy día, hay una falta grande de este principio de unanimidad y de
tener un solo lugar. No tenemos que pedir que el Espíritu Santo venga porque ya
vino, pero sí tenemos que pedir la manifestación de Su poder en nuestras reuniones.
Unanimidad de corazón y deseo en nuestras peticiones colectivas no es lo mismo
que uniformidad de petición. Esto último sería un caso en que todos los que
participan en un culto de oración piden las mismas cosas, como si repitieran
una fórmula mágica. Verdadera unanimidad, como la que en este artículo se
promueve, sería el caso de un grupo de creyentes que siente un deseo unido de
glorificar al Señor Jesucristo y que, en todas sus peticiones, tienen a este
objetivo en vista.
Puede haber una gran variedad y diversidad de intereses y peticiones
expresadas — pero todas sobre la base del mencionado acuerdo, o armonía de
espíritu y ánimo.
Supongan que estamos en un lugar donde reina la muerte espiritual y las
tinieblas. Donde nunca se oye ni siquiera de una conversión. Donde se ha
establecido un formalismo deprimente. ¿Qué se puede hacer?
Aunque sólo dos creyentes se den cuenta de la condición de las cosas,
debemos reunimos unánimes y derramar nuestro corazón delante de Dios. Esperemos
unidos en El, en santo acuerdo, con un firme propósito, hasta que El mande
lluvias de bendición sobre el lugar seco y estéril. No nos crucemos de brazos
ni digamos, "No ha llegado la hora", ni nos rindamos al retoño de una
teología torcida que se llama fatalismo y que dice: "Dios es soberano y
hace todo de acuerdo a Su propia voluntad, de modo que sólo nos queda esperar
Su hora. El esfuerzo humano es inútil. No podemos lograr un avivamiento.
Debemos cuidarnos de la pura emoción".
Todo esto parece legítimo porque es verdad hasta cierto punto, pero sólo
es una media verdad. ¡No hay nada más peligroso que una verdad a medias! ¡Es mucho
más peligrosa que el error completo! Muchos buenos cristianos tropiezan y se
desvían por medias verdades, o verdades mal aplicadas. Muchos fieles siervos de
Dios se han enfriado, desanimado, y hasta salido del campo de la cosecha por la
insistencia sin sabiduría en ciertas doctrinas o enseñanzas que tenían algo de
verdad pero no toda la verdad de Dios.
Nada puede tocar o debilitar la verdad de Mateo 18:19. Permanece con
toda su bendición, libertad y belleza ante los ojos de la fe. Es clara y no
puede haber equivocación. "Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la
tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que
está en los cielos". Aquí está nuestro certificado para reunimos en
oración para cualquier cosa que esté en nuestro corazón.
¿Nos entristecemos por la frialdad, por la esterilidad y apatía
espiritual a nuestro derredor hoy día? ¿Nos desanimamos por el aparente poco
fruto de la predicación del evangelio, la falta de poder en la misma
predicación y la falta de resultados? ¿Nos descorazona la esterilidad, la
pereza, la tristeza, el desánimo de todas nuestras reuniones; ya sea en la Mesa
del Señor, ante el trono de justicia, o alrededor de la fuente de la Santa
Escritura? ¿Debemos cruzarnos de brazos con fría indiferencia, darnos por
vencidos en desesperación, quejarnos, murmurar, enojarnos o irritarnos? ¡No!
Debemos reunimos unánimes en un lugar y postrarnos delante de Dios y todos
derramar nuestro corazón como si fuera un solo corazón, y suplicar Mateo 18:19.
Este es el gran remedio, la fuente que no falla. Dios es soberano y por
eso es que debemos esperar en El. El esfuerzo humano es inútil y por eso es que
hay que buscar el poder divino. Nosotros solos no podemos lograr un avivamiento
y por eso es que debemos buscarlo de rodillas. Debemos tener cuidado de la pura
emoción, pero al mismo tiempo hay que cuidarse de la indiferencia fría, muerta
y egoísta.
Mientras Cristo esté a la mano derecha de Dios, mientras el Espíritu
Santo esté en nuestros corazones, mientras tengamos la Palabra de Dios en
nuestras manos, mientras Mateo 18:19 brille delante de nosotros, no hay ninguna
excusa para la esterilidad, el entumecimiento, ni la indiferencia. Y tampoco
hay excusa para que los cultos no sean de provecho, ni para que no sean frescos
cada vez, ni para que falte el fruto de nuestro servicio. Esperemos en Dios en
acuerdo santo. Entonces, con seguridad vendrá la bendición.
Oración de fe
En Mateo 21:22 encontramos otra condición moral esencial para la oración
efectiva. "Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo
recibiréis". ¡Esta es una afirmación maravillosa! Le abre a la fe la
tesorería del cielo. No hay límite. Nuestro bendito Señor nos asegura que vamos
a recibir lo que pidamos con fe sencilla.
Santiago nos da una seguridad parecida cuando pedimos sabiduría,
"Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da
a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no
dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es
arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien
tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor" (Santiago 1:5-7).
De estos dos pasajes, aprendemos que si Dios va a contestar nuestras
oraciones, deben ser oraciones de fe. Una cosa es decir palabras en forma de
oración, y otra muy distinta, orar con fe sencilla, con la seguridad completa,
clara y firme de que tendremos lo que pedimos. Muchas de las que llamamos
oraciones, no pasan del cielo raso. Para alcanzar el trono de Dios, deben nacer
en las alas de la fe y salir de corazones unidos y mentes de acuerdo a un
propósito santo de esperar en Dios por todo lo que necesitamos.
¿No es cierto que nuestras oraciones y cultos de oración son muy
deficientes en este sentido? Esta deficiencia se manifiesta cuando nuestras
oraciones tienen tan poco resultado. ¿No debiéramos examinarnos y darnos cuenta
en realidad hasta donde entendemos estas dos condiciones de la oración, el
acuerdo o unanimidad, y la confianza? Como Cristo dijo que si dos personas se
ponen de acuerdo para pedir con fe, y pueden pedir lo que quieran, ¿por qué no
vemos contestaciones más abundantes a nuestras oraciones? ¡La culpa es nuestra!
En Mateo 18:19 el Señor habla de la congregación más pequeña, de dos,
aunque por supuesto, la promesa también se aplica a grupos más grandes. El
punto esencial es que aunque haya sólo dos, deben estar completamente de
acuerdo, y convencidos de que recibirán lo que piden. Si esto fuera cierto de
nosotros, nuestros cultos de oración también tendrían un tono y un carácter muy
diferente.
Qué diferencia más grande habría en nuestros cultos de oración, si éstos
fueran el resultado de un acuerdo hecho en amor y con sinceridad entre dos o
más creyentes que juntos llegan para esperar en Dios algo específico, y luego
perseveran en la oración hasta recibir la respuesta. ¡Qué poco se ve esto!
Puede que todas las semanas vayamos al culto de oración, pero delante de Dios,
¿no debiera preocuparnos hasta qué punto nos hemos puesto de acuerdo en uno o
varios asuntos para ponerlos delante del trono de la gracia?
El amigo insistente que recibió o que fue a buscar
El Señor Jesús les dijo a los discípulos, " ¿Quién de vosotros que
tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes,
porque un amigo mío ha venido a mi de viaje, y no tengo qué ponerle delante; y
aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está
cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? Os
digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su
importunidad [insistencia] se levantará y le dará todo lo que necesite. Y yo os
digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque
todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le
abrirá (Lucas 11:5-10).
Estas palabras son muy importantes puesto que son parte de la respuesta
del Señor a la petición de los discípulos, "Señor, enséñanos a orar".
Es mejor citar las palabras exactas de nuestro bendito Señor, en lugar de
tratar de enseñarle a la gente a orar. Y sin embargo, ¿hasta dónde llegan
nuestras oraciones y nuestros cultos de oración a ser como este modelo divino
que el Señor mismo dio?
Oración específica
¿Cuáles son las condiciones morales que nos presenta Lucas 11? En primer
lugar, nos enseña a ser específicos
en nuestras oraciones. "Amigo, préstame tres panes" es la expresión
de una necesidad verdadera. Hay un deseo en su mente y en su corazón, y él ¡se limita a este deseo único! No es una
explicación larga, con rodeos, sin propósito, en que todo se menciona. Es
clara, directa y enfática: ¡Préstame tres panes; es un caso urgente y no puedo
irme sin ellos!
Todo parece desanimador. La medianoche no es una buena hora. El amigo ya
se había acostado, cerrado la puerta, los niños ya estaban acostados, no podía
levantarse. Sin embargo, la necesidad específica se repite: tiene que tener
tres panes.
Esta es una gran lección práctica que puede aplicarse a nuestras
oraciones y cultos de oración. Nuestros cultos de oración sufren de oraciones
largas, llenas de rodeos y sin ningún propósito. Muchas veces mencionamos cosas
por las que de veras no sentimos la necesidad, y por las que no tenemos ninguna
intención de esperar una respuesta. ¿No es cierto que a menudo no tendríamos
una respuesta, si al final de nuestros cultos de oración se nos apareciera el
Señor y nos dijera: "En verdad, ¿qué es lo que concretamente quieren que
yo haga?"
Si nosotros fuéramos al culto de oración con algo específico en nuestro
corazón que compartiéramos con nuestros hermanos, haría que los cultos tuvieran
gran fervor, frescura, brillo, realidad y poder. A algunos de nosotros nos
parece pensar que es necesario hacer una oración larga mencionando toda dase de
cosas, muchas de las cuales son correctas y buenas; pero la mente se confunde
con tanto. Cuánto mejor es llevar ante el trono una sola petición, implorar con
ahínco y luego esperar para que el Espíritu Santo pueda guiar a otros de igual
manera para orar por lo mismo u otra cosa igualmente definida.
Las oraciones largas son cansonas. En muchos casos son sólo estorbos.
¡Por supuesto, no debemos ponerle ningún límite al Espíritu Santo! Pero simplemente
estamos comparando lo que encontramos en las Escrituras con lo que tenemos en
nuestros cultos de oración (Léanse Mateo 6; Juan 17; Hechos 4:24-30). La regla
de la Biblia no es las oraciones largas. En Marcos 12:40 se refiere a ellas en
términos condenatorios. Las oraciones fervientes y con propósito le dan una
frescura e interés al culto de oración; mientras que las oraciones largas y
forzadas dan una influencia de depresión sobre todos los asistentes.
Oraciones insistentes
Otra condición moral importante de la oración en Lucas 11 es la
importunidad o insistencia. El hombre logra su objetivo por su gran
insistencia. No se dio por vencido: tenía que llevar los tres panes. La
insistencia prevaleció aún donde los derechos de la amistad no eran
suficientes. El hombre estaba decidido a lograr su propósito. Tenía una gran necesidad
y no iba a aceptar una negación.
¿Cómo debemos entender esta gran lección? Es, que Dios siempre nos
contestará de "adentro". Nunca nos dirá, "No me moleste", o
"No puedo levantarme para dárselo". El siempre es nuestro amigo
verdadero y siempre está listo; es un Dador siempre alegre y abundante. Pero,
todavía El nos anima a insistir. Sin embargo, en nuestros cultos de oración hay
una gran falta de esto, así como de especificar lo que queremos.
Los dos van juntos. Cuando lo que se busca es tan definido como
"tres panes", por lo general habrá insistencia al pedir, tendremos el
firme propósito de lograrlo. Pero a menudo nosotros no nos portamos como
personas que piden lo que quieren y luego esperan lo que pidieron. Por eso
nuestros cultos se vuelven apagados, sin propósito, sin poder, y sólo son
reuniones para hablar.
Asistencia a los cultos de oración
Porque nuestros cultos de oración se caracterizan por ser largos,
cansones, sin propósito, llenos de oraciones que son predicaciones, en algunos
casos el pueblo del Señor se ausenta. En lugar de sentirse refrescado,
consolado y fortalecido, se cansa, sufre y se impacienta. Por eso, las personas
prefieren no ir. Piensan que es mucho más provechoso, pasar la hora en lo
privado de su propio cuarto donde pueden derramar su corazón delante del Señor
en oración ferviente, que ir a un "culto de oración" donde se cansan
con el canto sin poder de los himnos, o con largas oraciones-sermones.
¿Es esto lo que se debe hacer? Esta no es la forma de resolver el
problema que hemos estado discutiendo. Ya que es bueno reunirse para orar,
entonces no es correcto que nadie falte por la debilidad, el fracaso, o hasta
la tontería de algunos de los participantes de la reunión. Pero si todos los
miembros verdaderamente espirituales no fueran a los cultos por tales razones,
¿qué sería del culto de oración? Aunque no tengamos una participación audible
en la oración, siempre podemos ser de mucha ayuda en la reunión al esperar en
Dios con el espíritu correcto.
Vamos a los cultos por otras razones y no sólo por nuestra comodidad,
provecho y bendición. Debemos pensar en la gloria del Señor. Debemos buscar
hacer su bendita voluntad y en toda forma posible tratar de promover el bien de
otros. Ninguno de estos fines puede lograrse si a propósito nos ausentamos del
lugar de oración.
Es cierto que a veces hay cosas que impiden que estemos presentes:
enfermedad, trabajos domésticos y otras cosas que ocupan nuestro tiempo. Pero
es un hecho que ¡el que se ausenta de la reunión de oración a propósito, está
en mal estado! ¡El cristiano saludable, alegre y ferviente estará en el culto
de oración!
Oraciones perseverantes
Para encontrar otra de estas condiciones morales, abran Lucas 18:1-8.
"También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar
siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a
Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual
venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún
tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo
respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré
justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el
Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus
escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo
que pronto les hará justicia".
Aquí tenemos la importante condición moral de la perseverancia. Los
hombres debieran de sentir "la necesidad de orar siempre, y no desmayar".
Esto está muy relacionado con la necesidad de orar en forma específica e
insistente. Queremos algo y no podemos vivir sin ello. Esperemos en Dios con
insistencia, unidos, creyendo y perseverando, hasta que amorosamente El nos dé
la respuesta. Podemos estar seguros de que siempre lo hará si la base y las
condiciones morales se mantienen apropiadamente.
Pero, ¡debemos perseverar! No debemos desmayar y darnos por vencidos si
la respuesta no viene tan rápido como esperábamos. Puede que a Dios le agrade
ejercitar nuestra fe al mantenernos esperando en El por días, meses y hasta
años. Tal ejercicio es bueno. Es saludable moralmente. Tiende a hacernos más genuinos.
Nos lleva a las raíces de las cosas. Por ejemplo, mire a Daniel. Por tres
semanas Dios estuvo ejercitando la fe de Daniel, "En aquellos días yo
Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas. No comí manjar delicado, ni
entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se
cumplieron las tres semanas" (Daniel 10:2,3).
Todo esto era para el bien de Daniel. Había gran bendición en el
ejercicio espiritual que Dios le dio a este fiel siervo, durante este tiempo.
Fíjense cuidadosamente que desde el principio de la espera, ya Dios desde su
trono había mandado la contestación a la oración de Daniel. "Entonces me
dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a
entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras;
y a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se
me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales
príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia. He venido
para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días"
(Daniel 10:12-14).
Daniel estaba sufriendo, castigándose a sí mismo y esperando en Dios. El
mensajero angelical ya venía de camino con la respuesta. Dios le permitió al
enemigo (Satanás) que estorbara, pero Daniel continuó esperando. Siguió orando
sin desmayar y la respuesta llegó a su debido tiempo.
Aquí hay una lección para nosotros. Es posible que nosotros también
tengamos que esperar en santa actitud y en el espíritu de oración largo tiempo;
pero nos daremos cuenta que este tiempo de espera es de mucho provecho para
nosotros. Muchas veces nuestro Dios en su sabiduría y fidelidad, al tratarnos,
ve que es mejor retener la respuesta sólo para probar la realidad de nuestras
oraciones. Lo importante es que el Espíritu Santo haya puesto un objetivo en
nuestros corazones, un propósito para el que podamos poner el dedo de la fe
sobre alguna promesa específica de la Palabra, y luego, perseverar en la
oración hasta recibir lo que necesitamos. "Orando en todo tiempo con toda
oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y
súplica por todos los santos" (Efesios 6:18).
Es una lástima que nos falte tanto de perseverancia, tanto como en ser
específicos e insistentes, lo que hace que nuestras oraciones sean débiles y
nuestros servicios de oración fríos. No nos reunimos con un propósito definido
y por lo tanto no somos insistentes ni perseveramos.
En
resumen, nuestros servicios de oración, a menudo sólo son un culto de rutina,
aburrido, frío, y mecánico, que hace que nuestro espíritu se queje bajo el peso
de un ejercicio corporal sin ningún provecho.
Las Dos Naturalezas del Creyente
Capítulo 2: Dos naturalezas en pugna: El "pecado en la carne" y "los pecados"
Antes de resolver estas dificultades, notemos la importante diferencia
establecida por la Escritura entre: "el
pecado en la carne" y "los pecados".
El mal principio nacido en nosotros por naturaleza, con frecuencia es
llamado el pecado. Mientras que las acciones, palabras y malos pensamientos,
resultantes de la posesión de esta naturaleza corrompida, son los pecados. Note
Ud. esta distinción en 1 Juan 1:8,9: "Si decimos que no tenemos pecado,
nos engañamos a nosotros mismos", y más adelante: "Si confesamos
nuestros pecados. El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados".
Esta distinción es importante porque si la Escritura nos enseña que Dios
perdona nuestras culpas, es decir, nuestros pecados, por el derramamiento de la
Sangre de Cristo; también ella nos enseña que Dios jamás perdona el pecado en
la carne, sino que lo "condena" o lo juzga. Me explicaré:
Supongamos que Ud. tiene un hijo de carácter violento y arrebatado. Un
día en un acceso de ira, le tira un libro a su hermano en la cabeza y rompe del
mismo golpe un espejo. El se arrepiente, confiesa su mala acción, y Ud. le
perdona de corazón. Pero ¿qué hará Ud. con el carácter arrebatado que le ha
impulsado a este acto? ¿Le perdonará Ud.? ¡Imposible! Usted lo detesta, lo
condena por completo; lo haría desaparecer si pudiera.
Pues bien, el mal carácter (aún cuando no sea en sí mismo más que uno de
los rasgos de una naturaleza mala) correspondería al pecado que mora en
nosotros, en tanto que el desarrollo, o manifestación de su mala actitud, que
hace herir al hermano y romper el espejo, corresponde mejor a los pecados. Así,
lo repito, aunque Dios perdona gratuitamente los pecados del creyente, no
perdona jamás el pecado. En su justicia, tiene que castigarle con la
condenación, (sólo la muerte puede librarnos de él).
Vea Ud. Romanos 8:3: "Dios, enviando a su Hijo en semejanza de
carne de pecado y a causa del pecado, [es decir, como sacrificio por el pecado]
condenó al pecado en la carne".
Los primeros capítulos de la Epístola de Pablo a los Romanos, hablan de
los pecados; pero en el capítulo 6, el apóstol nos enseña cómo somos redimidos
del pecado. El último versículo del capítulo 4, por ejemplo, habla de Cristo
quien fue "entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para
nuestra justificación"; y la consecuencia bendita del hecho de que El fue
entregado así, es la de que todos los que creen en él son justamente
perdonados, es decir, "justificados", y tienen "paz con
Dios". Pero como acabamos de decirlo, el cap. 6, trata de un asunto del
todo diferente, de la redención del pecado. "Porque el que ha muerto, ha
sido justificado del pecado" (versículo 7).
El leproso de Le vitico 14 y
Naamán
Podrá Ud. formarse una idea de la diferencia entre estas dos cosas,
comparando la purificación del leproso (Levítico, 14:1-7) con la de Naamán (2
Reyes 5:10-14).
Note en el primero de estos pasajes, que el pobre leproso, completamente
impotente de hacer algo para purificarse, debía estarse quieto, viendo todo lo
que para él se hacía. El ave "viva y limpia" se bañaba en la sangre
de la otra ave degollada, luego el sacerdote la soltaba por los campos. Es
decir, el pobre leproso, inmundo, ve en figura a alguien "que vive" y
que es "limpio" descender a la muerte por él. El sustituto, mojado en
la sangre, vuela seguidamente en el aire, y el leproso es declarado limpio por
boca del sacrificador.
De la misma manera, "Cristo padeció una sola vez por los pecados,
el justo por los injustos, para llevarnos a Dios" (1 Pedro 3:18). Por
consiguiente, ninguna mancha se halla sobre nosotros, ni hay ninguna acusación
contra nosotros, que creemos en él. "La sangre de Jesucristo su Hijo, nos
limpia de todo pecado" (1 Juan 1:7); "De todo aquello de que por la
ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel
que cree" (Hechos 13:39).
Pasemos ahora al caso de Naamán. Aquí no vemos que nadie descienda a la
muerte por él; sino que es necesario que él se sumerja en el Jordán, figura de
la muerte. No me extiendo sobre el resultado de esto; basta con observar que,
en figura —o tipo— todo lo que él había sido, como leproso, había desaparecido
por la muerte.
Las Escrituras nos enseñan, que no solamente Cristo descendió a la
muerte en el lugar y para el creyente, sino que este último, como Naamán,
entró, él mismo, en la muerte. Así él murió con Cristo (Romanos 6:8).
Sin embargo, hay una gran diferencia entre nuestro rescate y el de
Naamán. El fue librado de su lepra en el momento, mientras que nosotros no
seremos librados de la actual presencia del pecado que habita en nosotros,
hasta que salgamos de este mundo, ya sea que muramos o que el Señor venga por
nosotros.
De este modo, todo lo que somos por naturaleza, como también todo lo que
hemos hecho ya ha sido juzgado en la cruz, y el que llevó nuestra condenación,
dijo: "Consumado es". ¿Quién, pues, nos condenará? Nada queda por
condenar. Si Satanás nos presenta nuestros pecados, no intentaremos, ni
negárselos, ni excusarlos, pero le responderemos sencillamente: "Cristo
murió por mis pecados". Si él procura turbarnos por la intención de
nuestra naturaleza pecaminosa, añadiremos a lo dicho: "Y yo también he
muerto"
¿Creer que estamos muertos
con Cristo o sentirlo?
Aquí se presenta una dificultad práctica para muchas personas. Una vez
oía a un creyente orar con insistencia, que sintiera que él estaba muerto con
Cristo. ¿Es que Dios nos habla de sentir que estamos muertos? No; El nos dice
únicamente; "Consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo
Jesús Señor nuestro" (Romanos 6:11).
Es indispensable que creamos que estamos muertos con Cristo,
sencillamente porque así lo dice Dios, y no porque lo sintamos, porque nunca lo
sentiremos. Dios nos dice que a sus ojos esto es así, y quiere que lo creamos
tan sencillamente como creemos en el hecho de que Cristo murió por nuestros
pecados. Dios cuenta la muerte de nuestro sustituto como si fuera la nuestra, y
los cálculos de la fe siempre están de acuerdo con los de Dios.
De esta manera nuestra naturaleza como hijos del Adán caído, ha muerto
delante de Dios en la cruz, o como dice la Escritura. "Sabiendo esto, que
nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él" (romanos 6:6); y
ahora nos hallamos en relación de vida con el segundo Adán, el Cristo
resucitado, o como dice en romanos 7:4: estamos unidos en matrimonio "para
que seáis de otro, del que resucitó de los muertos".
Como creyentes hemos entrado en una posición enteramente nueva. Aquel
que sobrellevó nuestra condenación, habiendo sido hecho pecado por nosotros en
la cruz, resucitó de entre los muertos, y Dios nos ve "en El". Somos
hechos "justicia de Dios" en Cristo, y por consiguiente, nos hallamos
al abrigo de la condenación para siempre.
¿Puede "el pecado en nosotros" impedir comunión?
Pero alguno dirá, ¿cómo puede lograrse, que con la presencia en el
creyente, de algo tan malo como es la carne, no sea ésta un impedimento para su
comunión con Dios? Procuraré también explicar esto por medio de un nuevo
ejemplo.
Padre e hijo se hallan un día en casa, gozando juntos de una dichosa
comunión; quiero decir con esto, que tienen en común los mismos pensamientos y
sentimientos. En aquel momento, otro hijo que viene de recorrer los bosques,
entra en la habitación y pone sobre la mesa unas cuantas bayas de belladona
(fruto parecido a la grosella). Al punto el padre las rechaza como un terrible
veneno que no se debe probar, ordena que las quiten en el acto. Por supuesto,
si el hijo opina igual que su padre respecto al veneno, rechazándolo como él,
comprenderá fácilmente que la sola presencia del mal fruto no ha causado la
menor ruptura de comunión entre el padre y el hijo. Pero si el hijo engañado
por la hermosa apariencia de estos frutos se niega a aceptar la opinión de su
padre, y trata de guardar las bayas de belladona se halla fuera de comunión, y
si las prueba puede estar seguro de sufrir las consecuencias de ello. Sin
embargo, confesando humilde y voluntariamente su falta ve su locura, y al
rechazar el mal fruto, vuelve a encontrar la comunión perdida.
Cuando el creyente, al que Dios le ha enseñado estas benditas verdades,
descubre, que el pecado aun mora en él, y que la vieja naturaleza es mala y
peor que nunca, puede, en lugar de intentar inútilmente mejorarla, tomar el
lado de Dios contra ella. El la considera como un enemigo mortal del que debe
cuidarse siempre y al que jamás debe tolerar. Sabe que Dios condenó al pecado
en la cruz, y por consiguiente él mismo también lo condena. El se tiene por
muerto al pecado, mas vivo a Dios en Jesucristo Señor Nuestro.
¿Espera Dios algo bueno de la carne?
Qué gracia que Dios no espere
nada bueno de la carne, sino que la haya puesto de lado para siempre como una
cosa mala e incurable. Pero, además ya ella no tiene ningún derecho legítimo
sobre nosotros. No somos más deudores a la carne "para que vivamos
conforme a la carne" (Romanos 8:12).
Aunque seamos responsables de
ser vigilantes, para no dejarla obrar. Dios, por medio de la muerte y
resurrección de Cristo, nos permite considerarla sin lugar alguno en nuestra
nueva condición delante de él. La cruz de Cristo rompió para siempre el lazo
que nos unía al primer Adán caído, y el Espíritu Santo trajo a nuestras almas
la vida del segundo Adán resucitado.
Dios no nos considera,
ni nos ve "en la carne", sino "en el Espíritu", y la única
vida que ahora poseemos delante de él es la vida de Cristo. Por esto es que el
apóstol podía decir: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no
vivo yo mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la
fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí"
(Gálatas 2:20).
EXPOSICION DE LA EPISTOLA DE JUDAS
Capitulo Dos: Confrontando la apostasía
(Judas 5-10)
Cuando el santo de Dios considera el
fin que espera a todos los apostatas de la verdad, toda amargura hacia ellos
debe necesariamente ser desterrada del corazón. Ellos pueden parecer cabalgar
ahora sobre una cresta de apreciación y apoyo popular, pero ellos pronto
caerán. Porque "ciertamente tú los estableciste en lugares resbaladizos:
tú los arrojaste dentro de la destrucción" (Sal.73:18)
Esta es la solemne lección que se
nos enseña por observar a los incrédulos que cayeron en el desierto. Ellos
partieron bien. Todos fueron bautizados a Moisés en la nube y el mar.
Todos bebieron de la misma bebida espiritual y comieron
del mismo alimento espiritual. Pero la incredulidad se manifestó cuando vino el
tiempo de prueba. Murmuración, idolatría, y la rebelión de Coré (de lo
que una nota particular es tomada en esta epístola más adelante), expresan
el verdadero estado de muchos que cantaron con exaltación a orillas del
mar Rojo, Cades-Barnea, el lugar de oportunidad, vino a ser el memorial
de la incredulidad. Aunque una vez salvado de Egipto, ellos fueron destruidos
en el desierto a causa de haber apostatado del Dios viviente.
En la misma forma los Nefilim (los
caídos) han sido tratados tiempo antes. Aunque creados como ángeles de Dios sin
pecado, ellos como Lucifer, el hijo de la mañana, cambiaron la región del
cielo por fines egoístas. Estos ángeles "no guardaron su primer estado,
sino que dejaron su propia habitación, (y están ahora) reservados en cadenas
eternas bajo oscuridad para el juicio del gran día" (Judas 6)
Ya sea que el apóstol se está
aquí refiriendo a los "hijos de Dios" de Génesis 6 ha sido una
cuestión debatida a través de todos los siglos cristianos. Que estos seres
referidos pudiesen ser ángeles ha sido denunciado por muchos maestros
espirituales, que ven en los "hijos de Dios" simplemente la simiente
de Set, y en "las hijas de los hombres" las doncellas del linaje de
Caín. Otros, igualmente mereciendo ser escuchados, identifican a los
hijos de Dios en el libro de Job con aquellos de Génesis. Ellos aceptan el
pasaje ante nosotros como el comentario divino sobre la solemne escena de
apostasía descrita como la precursora del diluvio, y creen que en Judas
ellos aprenden el juicio de estos ángeles caídos.
Debe admitirse que el v.7 de Judas
parece corroborar esta última vista. "Como Sodoma y Gomorra, y las
ciudades cercanas a ellas de igual manera se entregaron a
fornicación yendo tras carne extraña, son mostradas como un ejemplo sufriendo
la venganza del fuego eterno." La Escritura parece indicar una
intima relación entre el pecado de estas ciudades y el de los ángeles
referidos en el v.6. Y ángeles y los hombres de la planicie cayeron en
horrible pecado a causa de la incredulidad, y de acuerdo a eso fueron
castigados. Ellos rechazaron la luz y ahora son presentados como un ejemplo
para quienes sufrirán la venganza del fuego eterno.
Nada puede ser más solemne que
esto. Muchos siglos han pasado desde que el fuego del cielo destruyó estas
ciudades, pero los culpables apostatas de ese distante día en este
momento todavía están sufriendo el juicio de Dios a causa de sus malos hechos.
Ellos están, juntamente con el hombre rico de Lc.16, siendo atormentados en las
llamas del hades. Ellos esperan la terrible hora cuando, como lo declara
Apocalipsis 20, "la muerte y el hades serán arrojados dentro del lago de
fuego."
Contrario a la enseñanza escritural
del castigo eterno de los malos, están aquellos que creen en el engañoso
sueño del aniquicionalismo. Ellos refieren a Malaquías 4:1-3 como la base para
su creencia. "Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos
los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá
los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni
rama. Más a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia,
y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la
manada.
Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos."
Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos."
Este pasaje es visto por los
aniquicionalistas como uno de los textos y pruebas más fuertes.
Asumiendo que el pasaje está hablando del juicio final, él exclama, "¿Qué
podría ser más claro?" si el malo es quemado como paja, si no se le
deja raíz ni rama, ¿no dejaron ellos de existir? Además, si ellos han venido a
ser como ceniza bajo los pies de los santos, ¿dónde hay lugar para el terrible
pensamiento del sufrimiento de un alma inmortal sufriendo un juicio sin fin?
Un estudio más cuidadoso de
Malaquías 4 revela el hecho que este no hace referencia al juicio después
de a “la” muerte. El Espíritu Santo está describiendo la
destrucción de los apostatas a la venida del Señor para establecer Su reino
anterior al Milenio de Apocalipsis 20. Son los cuerpos de los malos, no
sus almas, que han venido a ser como cenizas bajo los pies del triunfante
Israel. Como paja, sus cuerpos físicos serán destruidos como por fuego
devorador, de manera que raíz ni rama les quedará. Así fue en el día
cuando Sodoma y Gomorra y sus ciudades vecinas encontraron su condenación.
Lot y Abraham podrían entonces haber
hollado a los malos, que habrían sido ceniza bajo la planta de sus pies
después de la terrible conflagración. Todo ha sido quemado —raíz y rama— ¿pero fueron ellos aniquilados?
No. Nuestro Señor Jesús dijo, "el castigo será más tolerable para Sodoma y
Gomorra en el día del juicio" que para aquellos que rechazaron su ministerio
cuando estuvo aquí sobre la tierra (Marcos 6:11). Los mismos hombres y mujeres
que fueron quemados hasta las cenizas largo tiempo atrás deben levantarse desde
los muertos para juicio. ¿Dónde están ellos ahora, y cuál es su
condición? ¿Están ellos envueltos en un sueño, esperando en
inconsciencia hasta el sonido de la trompeta de condenación? No, el sueño
del alma y el aniquicionalismo están errados. Los habitantes de estas ciudades
"han sido puestas como ejemplo, sufriendo la venganza del fuego
eterno"
Verdaderamente, "es cosa
terrible caer en manos del Dios vivo" (Hebreos 10:31). El juicio debe ser
la porción de todos los que bromean con la gracia mostrada sobre la cruz a los
pecadores. Sería mejor nunca haber escuchado de Cristo y Su sangre, que
haber escuchado, para alejar de la verdad al alma, a las fabulas
destructoras de los falsos maestros.
¡Despierte a la solemnidad de estos hechos!
"Conociendo por tanto el temor del Señor," clamaba Pablo,
"persuadimos a los hombres." Pablo también escribió, "el
amor de Cristo nos constriñe" (2 Corintios 5:11, 14). El hombre,
energizado por Satanás, separaría el temor del Señor de Su amor, haciendo
mucho del amor, y ridiculizando el pensamiento del castigo eterno. La Escritura
enseña que "Dios es luz" y también "Dios es amor."
Dios ha dicho, "si alguno
retrocediere no agradará a mi alma." Pero el Espíritu Santo es cuidadoso
de decir de verdaderos creyentes, "nosotros no somos de los que
retrocedemos para perdición, sino de los que creemos para salvación del
alma" (Hebreos 10:38, 39). Son solo aquellos que perseveran hasta el fin
quienes serán salvados — todos los que son nacidos de Dios soportarán a
través de la gracia divina. "¿Quién es el que vence al mundo, sino el que
cree que Jesús es el Hijo de Dios?" (1 Jn.5:5)
Irreverentes
e irracionales despreciadores de la verdad (Judas
8-10)
Caminos impíos siempre acompañan, y
realmente brotan de impías enseñanzas. Por tanto fácilmente podemos comprender
la disponibilidad con que los apóstatas de la verdad se entregan a lo que es contaminante
y abominable. Los abogados actuales del "amor libre", son en
gran medida personas que han apostatado de un Cristianismo nominal, y
ahora toleran y aun defienden lo que una vez aborrecieron. Lo que una vez
habría sido reprendido, aun por el mundo, es ahora abogado desde un
pulpito sin Cristo. ¡Hombres y mujeres teniendo relaciones
impías son aquietados en sus pecados mientras la muerte, juicio y eterno
castigo se acerca rápidamente! El rechazo de la inspiración de la Biblia
pone a la ley de Dios, como expresada en los diez mandamientos entre las producciones
del pensamiento humano. Por tanto sus códigos de moralidad son rechazados y un
sistema ético inferior, mas en acuerdo con las condiciones del día actual, es
sustituido por ella. Y de este modo prevalece un estándar relajado donde la
Escritura no habla más con autoridad. "Ellos han rechazado la palabra
del Señor, ¿y qué sabiduría tienen?" (Jeremías 8:9)
Unido con este Nuevo estándar de
moralidad, tan opuesto a la pureza de las Escrituras, se encontrará un
ilimitado orgullo que se jacta contra cada poder invisible. Satanás no es más
temido, sino que su misma existencia es negada por una parte, o su sobrehumana
habilidad es ridiculizada por la otra. Cuán diferente fue la conducta de Miguel
el arcángel, quien, "cuando contendía con el diablo por el cuerpo de
Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que
dijo: El Señor te reprenda." (Judas 9). Toda clase de ingeniosas teorías
han sido presentadas concernientes a la naturaleza de esta disputa, pero como
Dios mismo no nos ha dado detalles, parece inútil especular. Cuando seamos conocidos
como fuimos conocidos, este y otros misterios serán resueltos en un lugar donde
no podremos enorgullecernos de nosotros mismos y de nuestros
conocimientos.
Es importante observar que en
las Escrituras, la palabra arcángel ocurre solo en el
singular. Miguel (significa, "¿Quién es como Dios?") es el arcángel.
Gabriel nunca recibe ese título. Algunos han tratado de identificar a Miguel
con el Hijo de Dios, pero no hay indicio de tal identidad, es no sabio
teorizar. Miguel aparece en el libro de Daniel como "el gran príncipe que
está por los hijos de tu pueblo (Israel)" (Daniel 12:1). En
Apocalipsis 12:7 él aparece como el líder de los ejércitos celestiales cuando
sus días de acusar a los hermanos han terminado. Aquí él es visto contendiendo
por el cuerpo de Moisés, y en 1ª Tesalonicenses 4:16 él parece ser un ser
distinto, cuya voz (como príncipe de Israel) será escuchada en conexión
con el rapto de la iglesia. Es notable que en Daniel 10:13 él es llamado,
"Miguel, uno de los principales príncipes," un título que sería
completamente inconsistente con nuestro Señor Jesucristo, el Hijo Unigénito de
Dios.
Es realmente solemne que se diga que
tan grande ser "no se atrevió a proferir juicio de maldición" contra
el diablo, mientras hombres orgullosos e ignorantes hablan osadamente contra
todo lo que es elevado y de aquello que está más allá de su comprensión. Aun en
lo que ellos comprenden no se conducen con propiedad, sino como bestias brutas,
se corrompen a sí mismo, y despliegan una incapacidad para controlar sus
codicias carnales. Ellos no conocen la vergüenza, y se querellan contra lo
desconocido. Tales acciones son el resultado de la deificación del pensamiento
humano y del conocimiento científico.
El juicio se está acercando
rápidamente y viene a ser crecientemente importante que
aquellos que conocen a Dios escudriñen Su palabra y valoren Su verdad.
Recordando que los tiempos peligrosos han llegado, cuando, si fuese
posible, Satanás engañará aun a los elegidos. No es solo la gracia de
Dios el que algunos sean guardados del error y de las malas prácticas que
resultan. Pablo recordaba a los tesalonicenses de esta gracia sustentadora:
"Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros,
hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio
para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad,"
(2 Tesalonicenses 2:13). Si alguno permanece en la verdad, es debido al
hecho que Dios mismo lo ha escogido, y lo sustenta en su camino. "¿Dónde
está entonces la jactancia? Esta es excluida" (Romanos 3:27).
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