1 Corintios 12: 12-27.
Estos versículos están llenos de referencias al “cuerpo”. La palabra se
menciona dieciocho veces o más. Leemos de “el cuerpo” doce veces, “el cuerpo
entero” una vez, “un cuerpo” cuatro veces y “cuerpo” una vez. En el versículo
12 las palabras “Así también Cristo” o “El Cristo” incluyen tanto la cabeza
como el cuerpo. El término “Cristo” en este versículo no puede referirse al
Señor en un sentido personal o histórico sino en el sentido metafórico. Es el
Cristo místico. Es la más condensada declaración concerniente al “misterio” de
la unión de todos los creyentes independientes de las diferencias raciales,
nacionales o sociales, con Cristo como su cabeza glorificada. El poeta escribe:
Señor Jesús, somos uno contigo
Que excelencia, y de hondo amor,
Murió una vez sobre el árbol de la cruz
Ya somos uno contigo en el cielo.
En los versículos 12 y 13 es la iglesia en su entera plenitud, “La plenitud
de Aquel que todo lo llena en todo” (Ef. 1: 23.) la cual se refiere
metafóricamente, pero en el versículo 27 de 1 Corintios 12 es la asamblea en
Corinto que se refiere como “cuerpo de Cristo.” No podía ser llamado “El cuerpo
de Cristo”, pero como cuerpo de Cristo característico. Lo que es la verdad del
entero, debe ser la verdad de una parte. Una pieza de manzana no puede llamarse
la manzana o una manzana entera, pero tiene todas las características de la
manzana.
Este importante sector puede ser considerado bajo tres encabezamientos.
1. LA
FORMACION DE LA IGLESIA O EL CUERPO — versículo 13.
“Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo…”, por
el bautismo en un solo Espíritu en el día de Pentecostés, formándose así la
iglesia. Fue a su exaltación que nuestro Señor llegó a ser cabeza labre todas
las cosas en la iglesia. Pues en la epístola a los Efesios la palabra “iglesia”
se usa de toda la compañía de los redimidos quienes son ligados a Cristo. No es
usado de una compañía local.
El cambio en el tiempo del verbo es de suma importancia. Es en el tiempo
pretérito o pasado, y se refiere a un evento pasado, y no a un tiempo o acción
que se continúa. Todos los creyentes de esta época se ven como haber sido
bautizados en un solo cuerpo en el día de Pentecostés. No debiera haber
dificultad en la aceptación de esta verdad que en la de las palabras de Romanos
6:6 donde nos dice que somos crucificados con Cristo. Aquello solamente podría
haber ocurrido cuando fue crucificado Cristo. Ambas porciones tratan de la
verdad posicional, es decir, con la verdad relacionada a nuestra unión con
Cristo. El vínculo de la vida por el cual somos unidos a la cabeza también une
a todos los creyentes en uno. Este punto nos conduce naturalmente a la
consideración de la próxima verdad.
2. LA
COMUNION DE LA IGLESIA Y EL FUNDAMENTO DE ELLA.
No puede haber comunión con Dios excepto del fundamento básico de la
posesión de una vida común con él. Aparte del nuevo nacimiento y la
comunicación de una nueva y divina vida no puede haber comunión con Dios. Esto
es básico y fundamental. Es una verdad fundamental e importante. El hombre y la
bestia no tienen comunión, porque no poseen la misma vida. El instinto animal y
la naturaleza humana son enteramente diferentes. Es el vínculo de la vida que
se une el creyente a su Señor que es la base de toda buena y verdadera
comunión. La medida de nuestra comunión con otros creyentes seguramente puede
ser gobernada por otros factores, tal como la luz sobre ciertos aspectos de la
verdad, y la misma Unidad de mente en ellos, pero básicamente la vida en Cristo
es la piedra fundamental de la comunión. Pero el apóstol usa la metáfora o
figura del cuerpo para dar instrucción tocante a los diferentes ministros de la
asamblea. Habla mucho de los miembros del cuerpo humano y sus funciones.
3. LA
FUNCION DEL CUERPO.
En una manera muy apta el apóstol ilustra como una asamblea debiera de
funcionar por el uso del paralelismo que hace entre el cuerpo humano y sus
varios miembros todos trabajando por el bienestar del cuerpo y la manera en que
la asamblea funciona. Hace mención de diez miembros del cuerpo en particular
que son como diez obreros que sirven al cuerpo. Los encontramos en cinco pares.
Dos piernas o pies, dos manos, dos oídos, dos ojos y dos narices o las dos
ventanas de la nariz. Cada miembro tiene una diferente tarea que cumplir, pero
cada uno es esencial al cuerpo y todos trabajan juntos para el bienestar del
cuerpo entero.
El apóstol hace algunas preguntas pertinentes. En los versículos 15 — 16
hay la sugerencia que no debe haber lugar para la envidia de parte del pie o el
oído porque no pueden hacer las funciones de la mano ni del ojo. El ministerio
por hermanos no capacitados puede ser una fuente de mucha debilidad y de mucha
incapacidad. Pero los versículos 17 a 20 dan énfasis al hecho de que no solo un
miembro debe de hacer el trabajo de los otros, ni tampoco excluir a los otros.
Toda la obra del ministerio no debe de ser puesta en un solo hombre. El ojo, el
oído y la nariz están muy de cerca en su relación el uno con el otro, pero
también son de una interdependencia recíproca. Donde un hombre asume o le es
dada la completa responsabilidad de la predicación o de la enseñanza, los dones
de otros tienen la tendencia de disminuirse y su ministerio se pierde en la
asamblea. Esto es lo que sigue cuando un solo hombre asume el “Pastoreado” o
sea el “pastor único”, una palabra que no se encuentra en el singular en el
Nuevo Testamento. Lo ideal del Nuevo Testamento es una pluralidad de ancianos u
obispos los cuales hacen el trabajo de pastores.
Tanto como no hubiera de haber envidia de parte del pie ni de la mano,
tampoco debiera de haber monopolio de parte de los miembros más prominentes,
como el ojo o el oído. De ninguna manera los miembros más importantes tienen
que actuar independientes de los demás. El ojo no puede decir a la mano, “No
tengo necesidad de ti”. Tampoco la cabeza puede decir al pie, “No tengo
necesidad de ti”. No debiera de haber lugar para la independencia, ni para una
superioridad, como los versículos 22 24
sugieren. Los miembros ocultos, los órganos vitales son muy necesarios, aunque
no están siempre ante el público
Y los miembros que ministran tienen que recordar que la gracia es de más
valor que el don. El don es para este período únicamente, mientras la gracia es
una cualidad eterna. Muchos creyentes, cuyas voces nunca se oyen en público,
pueden ser adornados de la gracia de tal manera que nunca sea aparente como la
de un hermano que está constantemente ante el auditorio en público. Los impíos
y los inconversos pueden apreciar el don, pero son las personas espirituales
que aprecian la gracia. Eso es un honor abundante. Tales dones son los que
nosotros, que ministramos la palabra, debemos codiciar y poseer. El don, como
el maná en el desierto, podría producir gusanos y llegar a ser podrido, y puede
ser una fuente de corrupción a otros; pero la gracia nunca se corrompe.
Estos pensamientos son escritos porque hay una tendencia de parte de
algunos, según artículos y correspondencia en ciertos periódicos últimamente,
que la asamblea debe tener un pastor residente sobre la grey. Una comprensión
espiritual de esta verdad vital concerniente al cuerpo, cuando está aplicado a
la asamblea, nos guardaría del extremo sectario de un lado y de una forma sutil
del ministerialismo del otro. También puede preservarnos contra la mala
enseñanza de confundir la iglesia con la nación de Israel.
Traducido
Por F. S. C.
El
Contendor por la Fe - Julio-Agosto-1970
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