Contra los jebuseos
A Joab se le asignó formalmente el mando de
las fuerzas de David en reconocimiento de la proeza que manifestó al subyugar a
los jebuseos. Esa gente había continuado en la tierra, viviendo entre los
israelitas desde que Josué había conducido al pueblo de Dios a Canaán siglos
antes. Ahora estaban haciendo ver de nuevo la verdad de las palabras
pronunciadas por el ángel de Jehová en Boquim: “Serán azotes para vuestros
costados, y sus dioses os serán tropezadero”, Jueces 2.1 al 5.
Fue justamente en la ocasión que David había sido
aceptado por fin por los ancianos de todo Israel y ungido rey en Hebrón, que
estos jebuseos mostraron su desprecio y desobediencia. Al verle presentarse
como cabeza de una nación reunida, le desafiaron: “Tú no entrarás acá”, 2
Samuel 5.6. Enojado ante semejante actitud, David ofrece el más alto título
militar al primer oficial que encabece un ataque exitoso.
Pero Joab no se
conformó con aplastar al enemigo. Leemos que, ocupado David en fortificar el
cuartel Milo: “Joab reparó el resto de la ciudad”,1 Crónicas 11.7. (La llamaron
la Ciudad de David, a saber, Jerusalén). Para Joab no bastaba una ruina
despoblada; él consideraba que despojarla de los incircuncisos era sólo el
primer paso, y el complemento de su victoria debería ser la restauración del
territorio conquistado.
Los hijos de Israel
se habían conformado con la presencia de los jebuseos en su territorio; habían
estado allí tanto tiempo que no parecía algo anormal. Esta conformidad con los
jebuseos espirituales entre nosotros es fatal. Tantas veces dejamos de
protestar una doctrina sospechosa o una tradición de hombres, no queriendo
correr el riesgo de agitar la superficie de las aguas. Pero Juan es firme en su
mandamiento: “Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis
en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!” 2 Juan 10.
Hay muchos de los
tales en nuestros tiempos y generalmente un verdadero creyente los puede
identificar. ¿Pero qué de las herejías que se han hecho casi una moda en
algunas partes? ¿Las toleramos porque algunos hermanos las abrazan? Lejos esté
de cualquier hermano con un sincero interés en el bienestar del pueblo de Dios,
sentarse tranquilamente a un lado y dejar a otros, por bien intencionados que
sean, pervertir la plenitud del evangelio de la gracia. Que estas enseñanzas, y
estos maestros, sean tratados con franqueza y con base en las Escrituras.
En esto Joab puede
ser ejemplo. Él venció al enemigo y luego compuso el desorden que encontró.
Esta capacidad es exigida al que aspira hacer la obra de anciano, llevando en
mente la exhortación que Pablo da en Tito 1.9: “Es necesario que el obispo sea
… retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también
pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”.
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