Capítulo 5: Permaneciendo En Dios Y Dios En Nosotros
(1 Juan 3:24 - 1 Juan 5:5)
El apóstol ha presentado las dos grandes
características de la nueva naturaleza - justicia y amor. Él nos ha exhortado a
vivir la vida de amor práctica para que podamos andar en confianza delante de
Dios. Él muestra ahora que un andar marcado por el amor práctico de unos por
otros y por la confianza delante de Dios sólo es posible cuando nosotros
permanecemos en Dios y Dios en nosotros. Que estas son las verdades principales
en esta porción de la Epístola se pone de manifiesto mientras leemos el pasaje.
En 1 Juan 3:24 el apóstol escribe, "El que guarda sus mandamientos,
permanece en Dios, y Dios en él"; en 1 Juan 4:12, "Si nos amamos unos
a otros, Dios permanece en nosotros"; en el versículo 13, "En esto
conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros"; en el versículo 15,
"Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en
él, y él en Dios"; en el versículo 16, "El que permanece en amor,
permanece en Dios, y Dios en él".
(Versículo 24). El pasaje comienza trayendo ante nosotros el
inmenso privilegio que Dios ha dado al creyente, según el cual le es posible
permanecer en Dios, y Dios en él. Si andamos en obediencia a Dios,
permaneceremos en Él. Esto significa, seguramente, que nosotros permanecemos en
el claro goce de todo lo que Dios es en Su amor y poder y santidad, y así andar
en confianza delante de Él. Además Dios, por medio de Su Espíritu, mora en
nosotros, de modo que no solamente tenemos vida, sino que tenemos el poder para
vivir la vida de amor y comunión.
(1 Juan 4: 1-6). Antes de proceder con este gran tema, el apóstol, en un pasaje
parentético, nos advierte contra los espíritus falsos. Los tales están en el
mundo, y es necesario advertir a los creyentes contra ellos. Somos advertidos
de la necesidad de probar los espíritus por los cuales los hombres hablan, y de
tener cuidado de estimar a las personas meramente por su profesión. Muchos que
profesan ser profetas de Dios son en realidad falsos profetas hablando por
medio de espíritus malos. De las propias palabras del Señor sabemos que un
falso profeta es uno que tiene toda la apariencia de ser una de Sus ovejas,
debido a que viene con vestido de oveja, pero que interiormente no es más que
un lobo rapaz dedicado a la destrucción de las ovejas (Mateo 7:15).
El apóstol procede a darnos tres grandes pruebas
según las cuales nosotros podemos distinguir entre el espíritu de verdad y el
espíritu de error:
(Versículos 2,
3). Primeramente, la mayor de todas las pruebas es
aquella que concierne a Cristo mismo. Nosotros podemos probar si los hombres
hablan por el Espíritu de Dios por su actitud hacia Cristo. La pregunta
probadora es, ¿Confiesan ellos a Jesucristo venido en carne? Ellos pueden, de
hecho, confesar que Jesucristo es verdaderamente un hombre, y un modelo de
hombre; pero, ¿confiesan ellos que Él "ha venido en carne", y, por lo
tanto, que Él es una Persona Divina que existía antes de que Él viniese en
carne? Además, confesar a Jesucristo venido en carne no es solamente confesar
la verdad de Su Persona, sino que también es inclinarse personalmente en
obediencia a Él como Señor. El falso maestro no confesará ni la verdad de Su
Persona, ni Le reconocerá como Señor, y prueba así que él no es de Dios y que
está hablando por un espíritu falso, el espíritu del anticristo que ya se ha
dispersado por el mundo.
(Versículo 4). Cuando estos falsos espíritus son detectados, el creyente puede
vencerlos por medio del Espíritu Santo que mora en él, ya que el Espíritu Santo
es mayor que el espíritu del anticristo que está en el mundo.
(Versículo 5). En segundo lugar, nosotros podemos detectar falsos espíritus por su
conexión con el mundo. ¿Son ellos populares en el mundo? Todo espíritu falso es
del mundo y habla del mundo y, por consiguiente, en concordancia con los
pensamientos y principios del mundo. Como ellos hablan así, el mundo los oye.
Es evidente que nada que es verdaderamente de Dios será popular en el mundo, ya
que sabemos que todo lo que hay en el mundo, no proviene del Padre (1 Juan 2:16).
Cualquier predicación o libro religioso que sea popular en el mundo será, en la
medida de su popularidad, condenado como no enseñando la verdad. ¡Cuántos
movimientos religiosos del presente quedan expuestos inmediatamente, para el
creyente, por medio de esta simple prueba!
(Versículo 6). En tercer lugar, una prueba final para detectar el espíritu de error es
planteada por medio de la pregunta, ¿Aceptan ellos la enseñanza de los
apóstoles? Estos últimos pueden decir, "Nosotros somos de Dios; el que
conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye." Cuantos
críticos infieles del presente descartan las enseñanzas de los apóstoles como
siendo meramente doctrina Juanina o Paulina a ser tratadas como las opiniones
de hombres parcialmente instruidos y, por consiguiente, a ser rechazadas o
aceptadas según sus enseñanzas se ajusten a las opiniones de estos días en que
se profesa de una mayor ilustración.
Nosotros podemos verdaderamente crecer en el
conocimiento de la verdad que ha sido revelada, pero no puede haber ningún
desarrollo o adelanto sobre la verdad entregada por medio de la inspiración. Se
deduce que aquellos que rechazan la enseñanza apostólica quedan completamente
condenados por este solemne pasaje como no siendo "de Dios", porque el
apóstol puede decir por medio de la inspiración, "El que no es de Dios, no
nos oye."
Podemos detectar así el espíritu de error y el
espíritu de verdad, y podemos escapar de los falsos profetas, del falso sistema
y de los falsos espíritus que hoy están dispersos en la Cristiandad haciendo
estas sencillas preguntas:
¿Cuál es la actitud de ellos hacia Cristo?
¿Son ellos populares en el mundo?
¿Aceptan ellos las enseñanzas de los apóstoles?
La única salvaguardia del creyente, que ha probado
los espíritus y ha encontrado que son anticristianos, es tratarlos como
malignos y rechazarlos totalmente. Se ha dicho con propiedad, «Tan pronto
como se discierne al demonio, no hay sino un solo curso de acción a seguir -
tratar al demonio como un demonio. Si se adopta este curso de acción, él se
encontrará impotente ante el nombre de Jesús; pero si nosotros recurrimos a
cualquier otra forma, si nos rendimos a consideraciones humanas, si somos
amistosos con los agentes del enemigo, pronto nos encontraremos en debilidad
delante de Satanás, no pudiendo estar Dios con nosotros en el curso de acción
que hemos escogido» (J. N. Darby).
Habiéndonos dado esta solemne palabra de
advertencia, el apóstol reanuda el gran tema de esta porción de la Epístola ya
puesto ante nosotros en el último versículo de 1 Juan 3 - permaneciendo en Dios
y Dios en nosotros. A fin de que estas grandes verdades puedan ser una realidad
práctica para nosotros, el apóstol presenta el amor de Dios en una manera
triple. Primeramente, en los versículos 7 al 11, él habla del amor de Dios para
con nosotros, resolviendo todo asunto de nuestro pasado. En segundo lugar, en
los versículos 12 al 16, él presenta el amor de Dios en nosotros, gobernando
nuestra presente vida de testimonio. En tercer lugar, en los versículos 17 al
19, él habla del amor de Dios con nosotros, en vista del futuro.
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