Santiago Saword
El
capítulo 9 de Jueces relata el horroroso episodio de la matanza por Abimelec,
sobre una piedra, de sus sesenta y nueve hermanos, hijos de Gedeón. Jotam
escapó. Una vez que la gente de Siquem había hecho a Abimelec su rey, Jotam se
puso en la cumbre del monte Gerizim para denunciar a los homicidas por su
crimen sangriento.
La violencia
Su
parábola se encuentra en Jueces 9.6 al 21, 56 y 57. Fue profética y se cumplió
al pie de la letra, enseñándonos que Dios tiene su tiempo para arreglar la
cuenta por todo acto de violencia y crueldad. En nuestros días hay muchos
hombres salvajes que matan a sangre fría a personas pacíficas y superiores a
ellos; se escapan del castigo merecido, pero irremisiblemente llegará el día
cuando tendrán que comparecer delante del gran Juez de los vivos y muertos para
sufrir el justo pago de su maldad.
En
cuanto a la parábola de los tres árboles, primero nos enseña que Dios tiene su
propósito doble en lo que producen: Dios es honrado y los hombres son
bendecidos, versículo 9. Él tiene también un propósito doble en nosotros, cual
árboles plantados en la casa de Jehová — Salmo 92.13 — y es el que Dios sea
honrado y nuestros semejantes bendecidos. Así que, según tengamos oportunidad,
hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe, Gálatas 6.10.
El olivo
El
primer árbol nombrado es el olivo. Los árboles, según la parábola, querían
elegir a uno para reinar sobre ellos, y convidaron al olivo para ser su rey. La
noble respuesta del olivo fue: “¿He de dejar mi aceite, con el cual en mí se
honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles?” El
aceite era esencial en el culto ordenado por Dios, y a la vez para ungir a los
hombres.
En
Apocalipsis 11.4 leemos de dos olivos que son testigos de Dios. Son lámparas
que brillan mediante el aceite en medio de las tinieblas. El aceite habla del
Espíritu de Dios que da poder para testificar fielmente delante de un mundo
pecador. Cuando el creyente busca grandezas en este mundo su utilidad sufre, y
su vida, que tanto le costó a Cristo, tiene poco para Dios y las almas de sus
prójimos.
El
mensaje de Dios al joven Baruc, quien había sido una gran ayuda a Jeremías,
fue: “¿Buscas para ti grandezas? No las busques”, Jeremías 45.5. Para Baruc las
grandezas solamente durarían por unos días; la nación estaba al punto de un
gran desastre (el cautiverio). Igualmente, para el creyente; ya lo del presente
siglo viene llegando a su fin. La venida del Señor se acerca y nosotros los
salvos vamos a dejar atrás lo que es de este mundo; de acuerdo con nuestra
fidelidad aquí, será nuestra herencia en el cielo.
La higuera
El
segundo árbol nombrado es la higuera, que también fue resuelta en no dejar su
dulzura y buen fruto “para ser grande sobre los árboles”. Ella sacó bien la
cuenta y prefería más bien seguir en su vida de proveer lo agradable para los
corazones y llevar mucho fruto para Dios en vez de satisfacer una ambición
carnal sobre los demás.
En
Jeremías 24.1 se puede ver que higos fueron puestos delante del templo de Dios,
lugar de privilegio (“Me mostró Jehová dos cestas de higos ...”).
La vid
El
tercer árbol nombrado es la vid, que también estuvo resuelta a continuar en su
vocación según la voluntad de Dios, alegrándole a él y a los hombres.
En
Juan 15 vemos que Cristo es la vid verdadera, y en Juan 6.15, después del
milagro de los panes, los hombres querían hacerle rey, pero Él se fue. Él nos
enseña que estamos unidos inseparablemente con él y como pámpanos podemos llevar
mucho fruto por medio de él. En cambio, separados de él nada podemos hacer.
El
vino habla del gozo del Señor y la salvación. Por buscar un puesto político o
social el creyente va a perder el gozo del Señor, cosa que se pierde fácilmente
pero sólo con dificultad se vuelve a conseguir. Sin este gozo, el creyente está
impedido en ganar almas para Cristo, y su adoración pierde frescura, llegando a
ser puro formalismo. Así, la vid rechazó la oferta, prefiriendo dar gozo a Dios
y al hombre en vez de satisfacer el impulso de ambiciones engañosas.
La zarza
Como
último recurso los árboles apelaron a la zarza. “Anda tú, reina sobre
nosotros”, 9.14. La respuesta de la zarza es impresionante: “Venid, abrigaos
bajo mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza ...” En realidad, la zarza no
tenía nada que dar sino espinas y maldición; Génesis 3.17,18. Por dondequiera
que se extiende, ahoga las matas buenas y sufre dolor quien la toque.
¡Qué
tragedia terminar nuestra carrera como una zarza, lista para las llamas! Hemos
conocido hombres que querían ser líderes entre el pueblo del Señor, buscando
privilegios: la plataforma para predicar, e intentos vanos a enseñar. Ellos
buscaban “el puesto” con motivos ulteriores en vez de reconocer su propia
indignidad y hacer todo por amor de Cristo. En cambio, hay otra clase a quienes
no les interesa ser algo en la asamblea; su gran afán es prosperar
materialmente y llegar a la cumbre en lo de este mundo. Caen en tentación y
lazo, y en “muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en
destrucción y perdición”.
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