“He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi
situación”
(Filipenses 4:11).
A menudo se nos dice que lo que no importa son las
circunstancias de la vida, sino cómo reaccionamos a ellas. Es cierto. En vez de
estar tratando siempre de cambiar nuestras circunstancias, debemos pensar más
en cambiarnos a nosotros mismos.
Hay diferentes modos en los que la gente responde a
los acontecimientos adversos. El primero es estoicamente. Esto significa que
son completamente impasibles, apretando los dientes sin mostrar ninguna
emoción. Su política es: “cooperar con lo inevitable”.
Otros responden histéricamente. Se derrumban
emocionalmente con grandes clamores, lágrimas y demostraciones físicas
espectaculares. Algunos reaccionan derrotistamente. Se rinden en un
despreciable desaliento. En casos extremos esto puede terminar en suicidio.
El cristiano normal responde sumisamente. El creyente
razona: “Esto no sucedió por accidente. Dios controla todo lo que llega a mi
vida. No ha cometido un solo error. Ha permitido que esto suceda para
glorificarse a Sí mismo, bendecir a los demás y hacerme bien. No puedo ver el
pleno desarrollo de Su programa, sin embargo, confiaré en él. De modo que me
inclino ante Su voluntad y oro pidiendo que se glorifique a Sí mismo y me
enseñe lo que desea que aprenda”.
Hay otro modo en el que algunos santos escogidos
reaccionan, es decir, triunfalmente. No me atrevo a contarme entre este número,
aunque aspiro a formar parte de su compañía. Estos son los que usan la
adversidad como un trampolín para la victoria. Transforman lo amargo en dulce y
las cenizas en belleza. No dejan que las circunstancias les gobiernen, más bien
hacen que las circunstancias les sirvan. En este sentido, son “más que
vencedores”. He aquí unas cuantas ilustraciones.
Había una cristiana cuya vida parecía estar llena de
decepciones y frustración. No obstante su biógrafo escribió: “Hizo de las
negativas de Dios magníficos ramos de flores”.
Ciertos creyentes en un país oriental habían sido
atacados con piedras por una multitud encolerizada. Cuando estos mismos
creyentes regresaron, construyeron una capilla con las piedras que les habían
sido arrojadas.
Después de comprar una casa, un hombre encontró una
inmensa piedra en medio de su jardín. Decidió hacer un jardín adornado de
piedras.
E. Stanley Jones decía: “Usa tus negativas y
conviértelas en puertas”, como alguien dijo: “Cuando la vida te da limones, haz
limonada”.
Me gusta especialmente la
historia del hombre a quien su doctor le dijo que perdería un ojo y tendría que
usar un ojo de cristal. Su respuesta inmediata fue: “Asegúrese de ponerme uno
que pueda guiñar”. A esto le llamo yo vivir por encima de las circunstancias.
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