"la
doctrina que es conforme a la piedad (1ª Timoteo 6:3).
El
énfasis del mensaje contenido en las epístolas pastorales recae sobre la
necesidad de mantener en su esencial pureza e integridad las verdades divinas
desplegadas en todas las Escrituras. Un mínimo desvío de la "sana
doctrina" puede resultar fatal para la salud y la seguridad espiritual de
los oyentes y de los mismos enseñadores (1ª Timoteo 1:19). La doctrina que es
conforme a la piedad es esencial para producir un estado espiritual sano en
ambos: la piedad.
Las
exhortaciones y advertencias hechas con este fin abundan en las epístolas
aludidas, revelándonos cuán profunda era la convicción del apóstol en cuanto a
la necesidad urgente de mantener en un perfecto acuerdo la doctrina y la
piedad. Escribiendo a Tito dice: "en doctrina haciendo ver integridad,
gravedad" (2:7). La palabra integridad en el N. T., significa literalmente
"incorrupción" o pureza integral de la doctrina, tal cual procede de
Dios y es la trazada perfectamente en Su Palabra; debe ser transmitida por
medio de una enseñanza dada con "gravedad", es decir:
"honestidad", como se ve en 1ª Timoteo 2:2; 3:4.
La
"sana doctrina" (1ª Timoteo 1:10)
no implica simplemente una doctrina correcta. Alguien ha dicho que "se
puede profesar una doctrina correcta y, sin embargo, estar en un estado de alma
insano e incorrecto", mal que es de ser lamentado en cualquier época. El
sentido apostólico de la frase "sana doctrina" es: enseñanza que
imparte salud y produce creyentes sanos en la fe y espiritualidad. Tal es la
"doctrina conforme a la piedad". El estado espiritual del enseñador
es pues, de tremenda importancia. Se dice que algunos antiguos predicadores
solían orar a Dios a fin de ser librados de "traficar con verdades no
sentidas", y los que ministramos La Palabra de Dios hoy daríamos bien en
hacer nuestra esta oración.
La
expresión "sana doctrina" ocurre cuatro, veces en las epístolas a Timoteo
y Tito. En 1ª Timoteo 1:10,11, la misma está vinculada con "el Evangelio
de la gloria del Dios bendito". Una acertada y correcta presentación del
Evangelio con el poder del Espíritu Santo, no sólo consigue exponer con fidelidad
el camino de la salvación a los inconversos, sino, como muchas veces se ha
probado, resulta en la bendición y edificación de los salvados. En Tito 1:9, se
aconseja que el anciano sea "retenedor de la fiel palabra, que es conforme
a la doctrina; para que también pueda exhortar con sana doctrina, y convencer
a los que contradijeren". Donde existe un ministerio fiel y espiritual de
La Palabra, cosa que debe caracterizar a los sobreveedores de las asambleas,
allí las malas yerbas de doctrinas dañosas no pueden prosperar y prestamente
sucumben bajo el continuo azote de la sana doctrina. En Tito 2:1 el siervo del
Señor es exhortado a hablar "lo que conviene a la sana doctrina",
pues sólo así se obtendrá una buena salud espiritual que ha de manifestarse en
viejos y jóvenes (v. 2-10), que haga que el adversario se avergüence, no
teniendo mal ninguno que decir de vosotros" (v. 8). La última de estas
expresiones se encuentra en 2ª Timoteo 4:3: allí la "sana doctrina"
es el remedio indicado para atacar el estado enfermizo denominado "comezón
de oír", porque redarguye, reprende, exhorta. Esto no es siempre bien
recibido y a menudo provoca reacción contraria en los oyentes; pero es sumamente
necesario y útil para la salud espiritual de los fieles (Hebreos 12:11).
Jorge Mereshian, Sana
doctrina
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