PERMANENCIA DEL AMOR
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CORINTIOS XIII 8-12
La
tercera parte de nuestro sublime tema trata de la Permanencia del Amor
demostrando Victoria.
El
corazón de este sublime cántico se halla en el versículo 8, la primera frase:
“El amor nunca fenece”. Eso podría imprimirse en letras mayúsculas o subrayado,
o ambos. El contexto anterior conduce a esto y el contexto posterior fluye de
ello. El clímax que se alcanza en esta declaración y la norma prescrita en el
capítulo xiv, versículo 1, la primera frase, está expuesta en siete palabras —
el número de la perfección. Y estas siete empiezan y terminan con las palabras
“el amor”. “El amor nunca fenece; seguid el amor”.
Entre
el clímax alcanzado en el versículo 8a, y la norma prescrita en el capítulo 14:1
observaréis que un contraste es presentado en los versículos 8b a 12, y una
comparación hecha en el versículo 13. Ahora consideraremos el clímax y el
contraste. Después consideraremos la comparación junto con la norma prescrita.
Primeramente,
se ha alcanzado un clímax. El amor nunca fenece. Lo más grande que se puede
decir del amor es que perdura. “Nunca” es una palabra larga, pero el amor
responde a todo lo que exige. Representa y reúne en su corazón todo el tesoro y
el significado eterno de la vida. El amor nunca fenece. Eso es un énfasis. Otro
es, el amor nunca fenece, y esta palabra tiene varios matices de significado,
todos iluminantes a este respecto. Significa que el amor nunca cae en tierra,
como los pétalos de una flor que se deshoja, porque no hay en el amor elementos
de descomposición. Significa que el amor nunca pierde su fuerza, como un
viajero fatigado que abandona su viaje. Significa que el amor nunca deja su
lugar, como las estrellas fugaces. Significa que el amor nunca sale de la fila,
como soldados en marchas forzadas, rendidos, caen por el camino. Todos sus camaradas
podrán fallar y caer, pero el amor sigue paciente y tenazmente su camino. De
modo que el amor tiene su origen en el cielo y su perfecta encarnación en
Cristo — “Como había amado a los suyos que estaban en el mundo, amólos hasta el
fin” — un fin sin fin.
El
amor de Cristo es tal que nada puede separar a su pueblo de El: "Ni la
muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente,
ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna criatura nos podrá apartar
del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Durante todo el tiempo
y la eternidad estaremos comprendiendo cada vez mejor lo que es la anchura, y
longitud, y altura, y profundidad del amor de Cristo, que sobrepuja a todo
conocimiento.
El
amor pasional pronto fenece; es como la llama de la paja que arde, una
llamarada voraz y todo ha terminado. Pero el amor verdadero perdura. Es como
el resplandor constante del sol eterno. El amor de Dios que El derrama en
nuestros corazones no sufre mengua ni decaimiento. Nunca llega a ser tan sólo
un grato recuerdo.
La
señora Browning en su poesía titulada “Una vez amé”, pregunta cuál de todos los
sonidos de la tierra es el más lamentable, el suspiro de la desgracia, o las
notas estridentes de la contienda, o el sollozo del doliente, o los besos sobre
un cadáver; y llega a la conclusión que más lamentable que ninguno de éstos es
el clamor patético, “Una vez amé”.
El
amor es inmortal; desengaños, desilusiones, derrotas, no pueden quitarle su
fuerza; frente a todos éstos continúa soportando, y creyendo y esperando y
sufriendo. El amor nunca fenece.
Luego,
un contraste es presentado en los versículos 8b a 12, en el cual se halla una
afirmación que profecías, lenguas y ciencia cesarán o se acabarán, pero el
amor perdurará (8b). Esto es seguido por una explicación (en vs. 9, 10) que lo
parcial debe dar lugar a lo perfecto y lo transitorio a lo eterno. Luego sigue
una ilustración (en v. 11) que la vida de ahora y la vida del más allá están en
la misma relación que la niñez y la edad viril.
Sigue
una confirmación (en v. 12) que forzosamente todas las cosas aquí y ahora son
imperfectas pero allá y entonces, en la presencia inmediata de Dios, estarán
absorbidas en eterna plenitud — a la verdad, un pasaje de profundo significado.
Ahora
bien, estos cuatro puntos exigen nuestra atención. Examinemos primero la
afirmación — el hecho afirmado y las limitaciones del hecho. El hecha afirmado:
“Si hay profecías acabarán; si lenguas, cesarán; si ciencia, acabará”.
Se
hace referencia a tres de los dones nombrados en los versículos 1-3; profecía,
lenguas y ciencia. Interpretados, resultan comprendidos entre los dones especiales
conferidos por el Señor Resucitado a su Iglesia en la edad apostólica.
“Lenguas” es el lenguaje de éxtasis; “profecía” es la facultad de interpretar y
comunicar verdades espirituales; y “ciencia” es el conocimiento especial de
los misterios divinos. Eso en cuanto a interpretación, pero en la aplicación se
puede decir que "lenguas” representa todos los idiomas, “profecía” habla
de iluminación e inspiración para la predicación y “ciencia” habla de todo
progreso del pensamiento.
Ahora
bien, notad lo que se afirma de éstos. La profecía y ciencia, dice, acabarán ([1]),
y las lenguas cesarán. Es importante notar el cambio de palabra, porque
demuestra que “acabará” (o “ha de ser quitada”) dicho de la profecía y de la
ciencia, no quiere decir “cesar”. Las lenguas, aquel don milagroso, ha de desaparecer
del todo, y no se vuelve a hacer referencia a ello en lo que sigue, como a la
profecía y ciencia. La razón porque cesarán las lenguas se halla en su carácter
extático. La única razón para los arrebatos de éxtasis es que no estamos
viviendo aun plenamente en la realidad de lo divino.
Cuando
vivimos plenamente en Dios, estamos en El, sin estar fuera de nosotros mismos.
Es por eso que no hay éxtasis en la vida de nuestro Señor, porque vivió
plenamente en Dios. El don de lenguas debe cesar para siempre y por el contexto
se ve claramente que el tiempo a que se refiere es la vida futura. Es
aventurado decir que el don de lenguas cesó al terminar la edad apostólica.
Pero la profecía y la ciencia no cesarán, sino que han de ser quitados.
Pero
observemos cuidadosamente las limitaciones de este hecho. ¿Qué — preguntaráse —
hemos de entender por la palabra traducida “acabará” (o “ha de ser quitada”)?
Quiere decir que estos dones han de ser reemplazados, han de dar lugar a algo
más elevado y más grande. La profecía, […],
ahora poseído por unos pocos, entonces será poseída por todos y en
perfección, y por la razón que la profecía, como predicación ya no se
necesitará, porque todos morarán en la presencia no velada de Dios.
De
la misma manera el don de ciencia o conocimiento será reemplazado, es decir,
dará lugar a un conocimiento que será general y comprensivo, y yo diría que se
nos enseña más del cielo y su estado y patrimonio en este pasaje, que en
ningún otro pasaje del Nuevo Testamento. La diferencia entre el conocimiento
aquí y en el más allá, será como la diferencia entre oír de una cosa y verla.
Lo imperfecto será absorbido por lo perfecto. Que esto es lo que se quiere
decir se aclara por el empleo de la palabra en el versículo 11: “Ahora que soy
hombre he acabado con lo que era de niño” (o “dejé lo que era de niño”).
Con
respecto, pues, al tema que nos ocupa, las lenguas cesarán para siempre; la
profecía y ciencia, o conocimiento, serán perfeccionados; pero el amor
permanecerá inmutable para siempre. La profecía y la ciencia están cambiando
siempre en medida y en forma, y todas estas medidas y formas por último cederán
a algo que será final. Pero el amor desde el principio y eternamente es
inmutable y finalmente absorberá todos los dones en una vida más fuerte y más
unida.
El
amor es más grande que todos los dones, no porque los eclipsa, sino porque los
incluye. Estos dones no son despreciados, son buenos en sí pero en su forma
actual no pueden durar. Pero el amor es imperecedero. Nunca se vuelve anticuado
o fuera de uso, es el único caudal permanente de la vida. Todas las demás cosas
se deslizarán de nuestras manos, pero el amor que practicamos y apreciamos, lo
conservaremos eternamente.
[1] El
traductor ha seguido la versión Hispano Americana, pero en la corriente de
Cipriano de Valera dice, en el segundo caso, “ha de ser quitada”, que en este
caso concuerda mejor con la revisada inglesa que sigue el autor.
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