En
toda la Biblia se pone mucho énfasis sobre el hecho de que Dios desea que su
pueblo salvado sea alegre y gozoso. Pero cuando un hombre no anda en comunión
con Dios, pierde la alegría de la salvación. Los creyentes gozosos son aquellos
que viven en estrecha comunión con Dios, los que oran y leen la Palabra de
Dios. El gozo del matrimonio consiste en la comunión entre el marido y la
mujer. Cuando dicho feliz compañerismo desaparece, desaparece también la alegría
del matrimonio. El gozo de un hogar consiste en la alegre comunión o el
compañerismo entre todos los miembros de la familia. Cuando desaparece, se
destruye la alegría del hogar.
La
comunión con Dios es indispensable para vivir una vida de victoria sobre el
pecado y Satanás. La oración, la lectura de la Palabra de Dios, y la comunión
vital con Dios son fuentes de fortaleza espiritual. El cristiano que anda mal
comenzó a retrogradar, desatendiendo este asunto de cultivar la comunión con
Dios. Si no vives en comunión con Dios, y dejas de orar y leer la Palabra,
pronto comenzarás a alejarte del Señor. Bien pronto caerás en pecado, y Satanás
ganará la victoria sobre ti. El Diablo es demasiado fuerte para que podamos
hacerle frente con nuestras propias fuerzas. Tenemos que obtener fuerza del
Señor, y dicha fuerza nos es entregada a medida que gozamos de la comunión
diaria con él. Ningún cristiano puede ser fuerte espiritualmente, ni triunfar
sobre el pecado y el mundo, si no vive una vida de oración y comunión con el
Señor. Satanás conoce bien esta verdad, y por esa razón trata con todas sus
fuerzas de conseguir que no oremos. Satanás prefiere que hagamos cualquier
otra cosa menos orar.
La
comunión con Dios es indispensable, también, si queremos llevar fruto para el
Señor. En el capítulo quince del Evangelio de Juan, Jesús ilustró por medio de
la vid y el sarmiento, la relación entre sí mismo y el cristiano. Señaló que el
sarmiento sólo puede llevar fruto mientras permanece en la vid y extrae de ella
las cualidades vitales que le permiten llevar fruto. Luego dice el Salvador:
“Estad en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede llevar fruto de sí
mismo si no estuviere en la vid, así ni vosotros, si no estuvieseis en mí...
porque sin mí, nada podéis hacer”. Un sarmiento que no vive por su unión con
la vid, extrayendo su savia de aquélla, pronto morirá y será inútil. Y así
acontece con los que somos cristianos. Si no permanecemos en Cristo, viviendo
en constante y consciente comunión con él, nuestras vidas se tomarán muertas y
estériles. Sólo en la medida en que vivamos y permanezcamos en comunión con
nuestro Salvador, hemos de poder llevar fruto. Si estás enseñando en una clase
de Escuela Dominical, si eres dirigente de una agrupación de jóvenes, si estás
tratando de ganar almas por medio de la obra personal, recuerda que, si no
estás en comunión constante con Cristo, recibiendo de él la fuerza interior
que necesitas para tu labor, poco o nada has de poder hacer.
Un
creyente de vida muy santa ha dicho que “si te mantienes constantemente cerca
de Cristo, tomándole como tu única esperanza, y tomando su vida inmaculada como
tu gran ejemplo, se verá en tu vida un progreso espiritual que irá en aumento
hasta que el día es perfecto. Con conocimientos en tu mente, gracia en tu
corazón y obediencia en tu vida, lograrás un carácter tan bello y simétrico,
que ha de llevar a los hombres a glorificar a tu Padre que está en los cielos.
En la recia lucha contra los pecados que te asaltan, Cristo será tu fuerza; y no
te ha de dejar hasta que tu último enemigo no perezca vencido en el campo de
batalla. Las pasiones imprudentes e impetuosas serán reemplazadas por un
tranquilo y santo descanso en Dios. Estallidos de mal genio serán vencidos por
la mansedumbre de Jesús. La impaciencia malhumorada será reemplazada por un
santo sometimiento a la voluntad de Dios. Los pensamientos mundanos serán
vencidos por la comunión con Dios y por un concepto más claro de la grandeza y
gloria de las cosas eternas”.
Alguien
ha dicho: “En lugar de hacer que tu religión se incline para adaptarse a tus
conveniencias mundanas, haz que tus conveniencias mundanas se inclinen frente a
tu religión. Pide a Dios con sinceridad y fe que te haga crecer en la gracia y
te dé fuerzas que te sostengan frente a las pruebas y tentaciones de la vida;
pero no pongan a la oración en el lugar de los deberes que tú mismo debes
cumplir”.
Debemos
evitar el formalismo muerto en nuestra vida de oración, y algunas pequeñas
reglas y propósitos de corazón te han de ser, más que de ayuda, indispensables.
En primer lugar, comienza el día con Dios en acción de gracias y en oración.
Cuando piensas en las nuevas bendiciones que Dios te da todos los días, dale
las gracias por ellas. Luego cuando pienses en las tentaciones con que puedes
encontrarte durante el día, pídele a Dios que te dé fuerzas para vencerlas.
Libra de antemano tus batallas de rodillas por la mañana, y exígele a Dios con
oración su gracia vencedora. No dejes que el trajín de los negocios del día te
despoje de tu hora de vigilia matutina con el Señor.
En
segundo término, durante el agitado correr del día, detente de tiempo en
tiempo para orar y darle gracias al Señor. Algunos instantes a solas con Dios a
diferentes horas del día, te mantendrán tranquilo y triunfante en medio de la
confusión y de las preocupaciones de la vida.
Tercero,
concluye tu día con acción de gracias y oración. Cuando llegues al final del
día, antes de que te entregues al descanso, debes pasar en revista las
bendiciones de la jornada, dándole gracias a Dios por ellas, una por una.
Cuarto:
lo último que debes hacer todos los días es pedirle a Dios que perdone todas
aquellas cosas de tu vida que sabes que a él le han desagradado durante el día.
Confiesa sinceramente tu pecado delante de él, para obtener el perdón y la
limpieza. Haz una pausa de un momento durante la oración, y deja que el
Espíritu Santo escudriñe tu corazón, señalándote algunos pecados de los cuales
tal vez tú no has estado consciente. Recuerda ese lema que ves en tantas
partes. El hecho de que sea tan conocido no hace que sea menos cierto: “La
oración cambia las cosas.” La oración es la fuente de tu victoria. La oración
es aquello que ha de hacer que lleves fruto. La oración es en primer término
comunión con Dios. La comunión con Dios no sólo es un privilegio, sino un factor
indispensable para poder llevar una vida cristiana verdadera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario