PERMANENCIA
DEL AMOR
1 CORINTIOS XIII
8-12
En
los cuatro versículos siguientes (9-12) el apóstol deja el tema del amor para
demostrar por qué los dones han de ser reemplazados. De manera que tenemos en
estos versículos una explicación, empezando con la palabra “porqué”: “Porque en
parte conocemos, y en parte profetizamos; más cuando haya venido lo perfecto,
entonces lo que es parte acabará”.
Lo
que hemos previsto, ahora se manifiesta claramente, a saber, la razón porque
los dones han de pasar. ¿Por qué? Es porque lo parcial y lo imperfecto no pueden
ser permanentes. El entendimiento y el conocimiento son progresivos. Esto es
cierto de los conocimientos en general. No hay tal cosa como una provisión de
conocimientos, fija, definida y completa. Los conocimientos se están siempre
aumentando, extendiendo y desarrollando. Lo que una generación llama
conocimiento, la siguiente llama ignorancia.
Lo
que es cierto de los conocimientos en general, lo es también del conocimiento
espiritual. Conocemos tan sólo en parte y profetizamos tan sólo en parte. Esto
era cierto de los santos en tiempos pre-cristianos: Dios les habló “muchas
veces y en muchas maneras” y poco a poco aprendieron de su propósito redentor,
y aunque ahora en Cristo un raudal de luz ha sido derramado, sin embargo, todo
alrededor hay confines de tinieblas, así que conocemos tan sólo en parte.
Aun
los conocimientos revelados adolecen de imperfecciones, que, por lo tanto, no
están en las cosas reveladas, pero en la extensión y manera de la revelación.
“En parte conocemos” forzosamente. El conocimiento es como la forma y
substancia del cuerpo que cambia desde la infancia hasta la edad viril; pero el
amor es como el principio de vida que persiste siempre.
Ahora
se llama la atención al tiempo cuando los dones pasarán: “Cuando haya venido
lo perfecto”. Es completamente obvio que lo perfecto nunca llega en este mundo
y, por lo tanto, la referencia debe ser al estado celestial, de manera que la
profecía y el conocimiento parciales e imperfectos son coexistentes con el
régimen cristiano. No será hasta la venida de Cristo que vendrá lo perfecto.
Entonces las cosas parciales de tiempo serán substituidas por las cosas
perfectas de la eternidad.
Cuando
se llega al grado superior de la escuela, los textos de los grados inferiores
se dejan a un lado. Las antorchas usadas de noche, de nada sirven cuando llega
el día. Algunas flores están envueltas en un capullo durante el primer período
de su crecimiento, pero cuando la flor llega a la perfección el capullo cae.
Cuando las cosas han servido su propósito, desaparecen. Pero el propósito del
amor es eterno, nunca desaparece.
Pero
no olvidemos que lo parcial es una preparación para conducir hacia lo
perfecto; que sirve a un propósito real, indispensable. El crepúsculo de la
mañana prepara para el mediodía; el invierno es precursor de la primavera; y la
primavera es precursora del verano. Lo perfecto no podría venir sin lo parcial.
Tras la edad viril está la juventud, tras la juventud la niñez, tras la niñez
la infancia. No despreciemos las etapas que conducen a la meta. El bien
parcial e imperfecto no desaparecerá por extinción, sino que será absorbido
por algo más elevado, como los charcos de agua dejados en la playa por la
bajamar, son absorbidos en la plenitud del océano cuando la marea vuelve.
Mientras
tanto, podemos amar con un amor que es puro y elevado, paciente, generoso, no
desalentadle, e imperecedero. Sobre todo, lo demás están las señales de lo
imperfecto y transitorio, pero sobre el amor está el sello de la eternidad. El
amor nunca fenece. Es lo más grande de todo lo grande. Por lo tanto, amar es
vivir.
Ahora
sigue una ilustración (v. 11). “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba
como niño, razonaba como niño; ahora que soy hombre, he acabado con lo que era
de niño”. El apóstol se vale de una ilustración natural y personal, para
demostrar que la ley del crecimiento espiritual es la misma que la ley del
crecimiento natural, eso es, por desarrollo y transformación.
Mirad
primero a la ilustración del punto de vista que ilustra. Cuán grande es la
diferencia entre la niñez y la edad viril en cuanto a lenguaje, sentimiento y
pensamiento. Comparad la impresión hecha en la mente de un niño y de un
astrónomo, respectivamente, por la contemplación del cielo estrellado. La
impresión hecha en la mente del niño no es científica, no obstante, para un
niño, es una impresión justa y verdadera. El punto de vista del niño no es ni
irracional ni falso; es sencillamente inadecuado. Todo niño es una Alicia en
el País de las Maravillas y vive en un mundo de fantasía e imaginación, ¡y qué
mundo triste sería si fuese de otra manera! La tragedia de la vida de Coleridge[1]
era que nunca fue niño.
Pero
la niñez es tan sólo una etapa de la vida y no su meta. Una persona que es un
hombre en cuanto a edad y todavía un niño en mente y hábitos, es sencillamente
una monstruosidad. ¡Cuán dulce es oír la charla de un niño! ¡Cuán triste oír a
un adulto charlando como un niño! La ley de crecimiento es la transformación
por el desarrollo. Las facultades del niño adquieren una manera más elevada de
actividad, de modo que la manera anterior se vuelve inútil. El hombre ha llevado
a su mayor edad todos los elementos esenciales de su niñez. Sin embargo, ha
dejado su anterior mañera pueril de hablar y sentir y pensar. He allí la ilustración.
Ahora
consideremos la cosa ilustrada. Como en la natural, así es también en la niñez
y madura edad espiritual; es muy importante ver el punto preciso de comparación.
La madurez espiritual no es como la natural, considerada dentro de los límites
del tiempo. Es un concepto completamente erróneo de la idea pensar que la
niñez aquí significa los primeros años de nuestra vida cristiana, y la madurez
los años posteriores. O que la niñez indique los primeros siglos de la Iglesia
Cristiana y la madurez los siglos posteriores. Si hemos alcanzado la madurez
ahora ¡Dios tenga misericordia de nosotros! En salvaguardia de la comparación
tenemos las palabras en el versículo 10, “lo que es en parte” — eso es la niñez
— y “lo perfecto” — eso es la madurez. Y en el versículo 12, las palabras
“ahora” — eso es el tiempo de la niñez sobre la tierra; “pero entonces” — eso
es el tiempo de madurez en el cielo.
Por
esto vemos que la niñez espiritual es coextensiva con esta vida, y que la
madurez se alcanza tan sólo en la vida futura. Todos los dones espirituales
pertenecen al estado de niñez espiritual. Pero cuando Cristo venga y se llegue
a la madurez, no se necesitarán más, y serán dejados. La verdad enseñada ahora,
pues, es triple: primeramente, como la niñez es base de la edad viril, así
también la vida espiritual aquí es el fundamento de la vida espiritual en el
más allá; en segundo lugar, como la niñez es el medio de llegar a la edad
viril, así también lo que alcanzamos parcialmente aquí es con miras de una
perfección en el más allá; tercero, como la niñez es absorbida por la
virilidad, así también la comprensión incompleta aquí cederá a la plena
comprensión del más allá.
Justamente
como las cosas de la virilidad son tan superiores a las de la niñez como para
reemplazarlas del todo, así también la madurez del cristiano en el cielo
substituirá y sobrepasará su niñez en la tierra. El futuro será un desarrollo y
expansión del presente. Como el roble es el producto de la bellota y como el
río es la plenitud de la fuente, así también el hombre es el producto y la
plenitud del niño. El futuro sobrepasará tan inmensamente al presente como el
mediodía sobrepasa al alba y como el fin de la revelación sobrepasa su
principio.
Lo
que el apóstol afirma e ilustra es lo siguiente: que mientras que la profecía y
el conocimiento deben necesariamente ser reemplazados el amor permanece
siempre lo mismo. Nunca cambia y nunca falla. Solamente el amor puede llevarnos
a la verdadera medida de la vida y a la plenitud de su propósito. Por la gracia
del amor debemos dejar atrás las puerilidades y las insensateces de la
naturaleza humana; debemos entrar en contacto vital con todas las corrientes
que fluyen de la vida divina. Debemos alcanzar, no aquí, sino en el más allá,
la resistencia vigorosa de la madurez espiritual, y el gozo y conocimiento y
simpatía universales de la vida que lo es de veras.
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