Pregunta: ¿Cabe
deducir del versículo 28 de Hebreos capítulo 9 que algunos
santos no serán arrebatados cuando venga el Señor? La parábola de las diez
vírgenes, ¿confirmaría aquel pensamiento?
Respuesta: La aparente
dificultad de este versículo sólo se origina si se le quiere dar un sentido
peculiar, aislándolo del resto de las Escrituras, lo que resulta peligroso.
Notemos en primer lugar que, aunque la expresión
"para salvar a los que le esperan" o "aparecerá para
la salvación de los que le esperan" (VM) pueda tener
mayor alcance (y aplicarse, por ejemplo, a la aparición de Cristo
al remanente judío que le esperará; o a la espera y anhelo de las
criaturas, es decir, de la creación entera que está gimiendo (Romanos
8: 19-21), se aplica plenamente a la venida del Señor para
arrebatar a la Iglesia.
I. La Palabra de Dios nos enseña claramente
que la espera del Señor para salvación es una posición y un privilegio de los
creyentes, que no dependen de ellos, pero que han de realizar para poder
gozarlos. Somos todos exhortados a seguir el ejemplo de
los Tesalonicenses, los cuales se habían convertido de los ídolos a
Dios para "esperar de los cielos a su Hijo."
(1ª. Tesalonicenses 1: 9-10)
II. Que lo realicemos o no, los creyentes
estamos esperando la venida de Cristo, conforme a la preciosa promesa que nos
hizo: "si me fuere, y os preparare lugar, vendré otra
vez, y os tomaré a mí mismo" (Juan 14:3). Cristo
arrebatará a todos cuantos hemos creído en El: "los muertos en Cristo
resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado,
seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en
el aire" (1ª. Tesalonicenses 4: 16-17).
III. Hebreos 9 nos enseña que "ahora, una sola vez en la consumación
de los siglos, (Cristo) se ha manifestado para destruir el pecado por el
sacrificio de sí mismo." (Hebreos 9:26 – LBLA).
Aquel sublime sacrificio nos ha granjeado una
salvación completa y eterna cuya plena realización no se llevará a cabo
mientras estemos aún en la tierra, pero lo será cuando el Señor vuelva para
arrebatar a los que somos Suyos. La expresión del versículo 28: "aparecerá…
para salvar" se refiere a la salvación definitiva: la
redención del cuerpo completando la del alma.
La salvación definitiva es asegurada a todos los
creyentes, o sea a los "muchos" mencionados en
el citado versículo 28, y cuyos pecados fueron agotados por Cristo.
Ahora bien: la plena redención sólo se realizará
cuando se produzca el arrebatamiento de los santos, y va
indisolublemente ligada a aquel precioso acontecimiento: "esperamos
al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la
humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya."
(Filipenses 3: 20, 21).
¿Cómo suponer, entonces, que la
expresión "los que le esperan" de Hebreos 9:28 establezca
una diferenciación entre los creyentes, —salvados todos por la sangre preciosa
de Cristo—, de modo que unos serían arrebatados cuando acontezca la venida
del Señor mientras que otros se quedarían atrás? Semejante pensamiento no haría
más que rebajar singularmente los resultados de la obra de la Cruz.
"Los que le esperan" es
pues un término que indica una posición, un privilegio adquirido, pero no siempre
realizado o entendido, y que —sin distinción alguna— es la porción de
los "muchos", cuyos pecados Cristo tomó sobre sí
(versículo 28).
Numerosos cristianos ignoraron, y siguen
desconociendo todavía, la verdad del regreso del Señor para arrebatar a la
Iglesia. (Notemos, de paso, que la Reforma, en el siglo 16, hizo
énfasis sobre la justificación por la fe y afirmó la autoridad absoluta de la
Biblia en materia de fe, pero desconoció prácticamente las verdades del
regreso de Cristo para los Suyos y de la acción del Espíritu Santo en
el creyente y en la asamblea).
El hecho de que tan preciosa verdad sea
desconocida, o muy imperfectamente entendida por los cristianos, no
cambia ni resta nada de su valor, y, con todo, participarán de su cumplimiento.
Los Corintio serán carnales; sin embargo, el apóstol les escribe que
están "esperando la manifestación de nuestro
Señor Jesucristo", contando con Dios, el cual es fiel
para confirmarlos para que sean irreprensibles "en el día de nuestro
Señor Jesucristo." (1ª. Corintios 1: 7-9).
En cuanto a la parábola de las diez vírgenes, no parece
relacionarse con el asunto que nos ocupa. Es verdad que las vírgenes insensatas no
entraron con el Esposo a las bodas, pero ellas no son una imagen
o símil de los creyentes: no poseían la vida divina, no
tenían aceite en sus vasos (figura del Espíritu Santo). Las
vírgenes prudentes, o sea las verdaderas creyentes, entran todas con el
Esposo: aun cuando vemos que se dejaron invadir por el sopor,
figurando así el declinar de la Iglesia, la cual ha dejado su primer
amor (Apocalipsis 2:4).
¡Bendito sea el Señor! ¡No faltará ningún redimido
en el glorioso encuentro con Cristo! Amados hermanos, ya hemos oído el clamor
de medianoche: aprestémonos para ir al encuentro del Esposo. Si
por Él vibran nuestros corazones y afectos, viviremos
constantemente en la espera de Su regreso.
Revista
"VIDA CRISTIANA", Año 1954, No. 9.-
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