martes, 3 de julio de 2018

VIDA DE AMOR (Parte VII)


PERMANENCIA DEL AMOR (continuación)

1 CORINTIOS XIII 8-12

“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Cualquiera que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios, porque Dios es amor”.
Ahora sigue, en el versículo 12, la confirmación de lo que acaba de afirmarse. Recordad nuevamente el hilo del pasaje, el tema de los versículos 8-13 es la perma­nencia del amor. Empieza el pasaje con “El amor nunca fenece”, en el versículo 8. Termina con “Permanece el amor”, en el versículo 13, y entre estas dos aserciones se demuestra que los dones, o desaparecerán, o tomarán formas más elevadas. Esto es primeramente afirmado, luego explicado, después ilustrado y finalmente confir­mado. El tema de este versículo 12 es todavía el niño y el hombre; lo parcial y lo perfecto, el presente y el fu­turo; y el apóstol confirma lo que acaba de decir ha­ciendo el contrasté entre nuestra visión y conocimientos actuales y futuros.
Habla ante todo de nuestra visión presente y futu­ra. Ahora vemos por espejo, en un enigma[1], pero en­tonces veremos cara a cara. El contraste es entre el ver de una manera indistinta y ver claramente; viendo de una manera indistinta en el presente y claramente en el futuro.
Los espejos antiguos eran generalmente de metal pulido y reflejaban tan sólo de una manera confusa e imperfecta: y además, por una ilusión, lo que se veía en el espejo parecía estar detrás de él. De allí la expresión “vemos por espejo”. La expresión “en un enigma” (en el griego) u “obscuramente”, significa de una manera confusa y se refiere a nuestro conocimiento de las cosas mediatamente e inmediatamente. Es una cuestión intere­sante si el espejo tiene un significado subjetivo u obje­tivo, es decir, si se refiere a la torpeza de nuestra com­prensión, obscuridad en la revelación, o a ambos.
Seguramente, somos tardos en comprender la ver­dad revelada, ¿pero no es el medio de esa revelación tam­bién obscura? La revelación más clara de las cosas de Dios por medio de palabras es como un enigma compa­rado con la vista. Todo es relativo: las revelaciones he­chas a Moisés eran claras en comparación con las comu­nicaciones hechas a otros por medio de visiones y sueños. Pero los escritos de Moisés eran enigmas comparados con la revelación contenida en el Evangelio. Y el Evangelio mismo es obscuro comparado con el medio lúcido por el cual veremos en el más allá.
La revelación actual de Dios es relativamente obs­cura. Por ejemplo, la Creación. La creación no es el re­flejo perfecto de Dios. No podemos explicar sus muchos misterios, sus ciclones destructores, sus enfermedades mortíferas, sus erupciones volcánicas, sus terremotos fu­nestos.
La Historia no es el reflejo perfecto de Dios. Está llena de problemas que no podemos dilucidar, guerras horrorosas, el éxito de los inicuos y los padecimientos de los inocentes.
Luego las Escrituras no pueden reflejar a Dios per­fectamente por causa de la obscuridad relativa en la ma­nifestación de las cosas divinas y lo defectuoso de nues­tra aprehensión de la verdad. En comparación con lo que veremos, la Naturaleza aquí y ahora refleja imper­fectamente las glorias de Dios, la Historia refleja imper­fectamente su gracia. Ahora vemos tan sólo vislumbres y oímos solamente susurros de las grandes verdades de las cuales dependen nuestra vida más elevada y esperan­zas inmortales.
No vemos las cosas divinas mismas, sino tan sólo en símbolos y palabras, que no las expresan sino imper­fectamente. La naturaleza humana, al tratar los hechos divinos, solamente los puede expresar de una manera in­directa, metafórica, enigmática, bajo figuras humanas y como ilustradas por fenómenos visibles, pero algún día, dice el apóstol, veremos cara a cara. Ya no habrá tor­peza en nuestra comprensión ni obscuridad en la revela­ción, pero todo será claro. La visión misma será directa, el órgano de la visión será perfecto, la atmósfera no será nublada por el pecado y las condiciones de la vida allá asegurarán una comunión no interrumpida.
Para dar énfasis a esto, el apóstol pone en contraste nuestro conocimiento actual con el futuro: “Ahora co­nozco en parte, pero entonces conoceré cabalmente, co­mo también fui conocido”. Esto no es una repetición de la declaración precedente, sino que amplía la idea. En ambas afirmaciones “ahora” se refiere al tiempo presente y “entonces” a la eternidad. En nuestro estado actual, nuestro conocimiento es limitado en su alcance porque nuestras facultades son limitadas, nuestras oportunida­des son restringidas y nuestra vida es cercenada. Ade­más, no sabemos todo lo que es revelado y lo que sabe­mos se comprende imperfectamente.
Pero cuando venga lo que es perfecto, conoceremos perfectamente las cosas que aquí sólo las empezamos a comprender. Sin duda esferas del saber, eternamente nue­vas, se abrirán a nuestras mentes ávidas del conocimien­to. Dios será revelado a nuestra contemplación y a nues­tro entendimiento de una manera y en una medida que son imposibles aquí. El conocimiento es ahora fragmen­tario, sucesivo y por deducción, pero entonces será intui­tivo, central, distinto, completo. Ahora conocemos pro­gresivamente y por esfuerzo, entonces conoceremos ple­namente y comprenderemos cabalmente el significado de nuestra salvación.
Esta declaración amplia y profunda es destinada a exponer más claramente y de una manera sublime la vas­ta superioridad del amor sobre todo lo demás. Todas las características del régimen actual pasarán, pero el amor nunca fenece.


[1]  Véase versión Pablo Besson.


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