PERMANENCIA DEL AMOR (continuación)
1 CORINTIOS XIII 8-12
“Amados, amémonos
unos a otros; porque el amor es de Dios. Cualquiera que ama, es nacido de Dios,
y conoce a Dios, porque Dios es amor”.
Ahora sigue, en el
versículo 12, la confirmación de lo que acaba de afirmarse. Recordad nuevamente
el hilo del pasaje, el tema de los versículos 8-13 es la permanencia del amor.
Empieza el pasaje con “El amor nunca fenece”, en el versículo 8. Termina con
“Permanece el amor”, en el versículo 13, y entre estas dos aserciones se
demuestra que los dones, o desaparecerán, o tomarán formas más elevadas. Esto
es primeramente afirmado, luego explicado, después ilustrado y finalmente
confirmado. El tema de este versículo 12 es todavía el niño y el hombre; lo
parcial y lo perfecto, el presente y el futuro; y el apóstol confirma lo que
acaba de decir haciendo el contrasté entre nuestra visión y conocimientos
actuales y futuros.
Habla ante todo de
nuestra visión presente y futura. Ahora vemos por espejo, en un enigma[1],
pero entonces veremos cara a cara. El contraste es entre el ver de una manera
indistinta y ver claramente; viendo de una manera indistinta en el presente y
claramente en el futuro.
Los espejos antiguos
eran generalmente de metal pulido y reflejaban tan sólo de una manera confusa e
imperfecta: y además, por una ilusión, lo que se veía en el espejo parecía
estar detrás de él. De allí la expresión “vemos por espejo”. La expresión “en
un enigma” (en el griego) u “obscuramente”, significa de una manera confusa y
se refiere a nuestro conocimiento de las cosas mediatamente e inmediatamente.
Es una cuestión interesante si el espejo tiene un significado subjetivo u objetivo,
es decir, si se refiere a la torpeza de nuestra comprensión, obscuridad en la
revelación, o a ambos.
Seguramente, somos
tardos en comprender la verdad revelada, ¿pero no es el medio de esa
revelación también obscura? La revelación más clara de las cosas de Dios por
medio de palabras es como un enigma comparado con la vista. Todo es relativo:
las revelaciones hechas a Moisés eran claras en comparación con las comunicaciones
hechas a otros por medio de visiones y sueños. Pero los escritos de Moisés eran
enigmas comparados con la revelación contenida en el Evangelio. Y el Evangelio
mismo es obscuro comparado con el medio lúcido por el cual veremos en el más
allá.
La revelación actual
de Dios es relativamente obscura. Por ejemplo, la Creación. La creación no es
el reflejo perfecto de Dios. No podemos explicar sus muchos misterios, sus
ciclones destructores, sus enfermedades mortíferas, sus erupciones volcánicas,
sus terremotos funestos.
La Historia no es el
reflejo perfecto de Dios. Está llena de problemas que no podemos dilucidar,
guerras horrorosas, el éxito de los inicuos y los padecimientos de los
inocentes.
Luego las Escrituras
no pueden reflejar a Dios perfectamente por causa de la obscuridad relativa en
la manifestación de las cosas divinas y lo defectuoso de nuestra aprehensión
de la verdad. En comparación con lo que veremos, la Naturaleza aquí y ahora
refleja imperfectamente las glorias de Dios, la Historia refleja imperfectamente
su gracia. Ahora vemos tan sólo vislumbres y oímos solamente susurros de las
grandes verdades de las cuales dependen nuestra vida más elevada y esperanzas
inmortales.
No vemos las cosas
divinas mismas, sino tan sólo en símbolos y palabras, que no las expresan sino
imperfectamente. La naturaleza humana, al tratar los hechos divinos, solamente
los puede expresar de una manera indirecta, metafórica, enigmática, bajo
figuras humanas y como ilustradas por fenómenos visibles, pero algún día, dice
el apóstol, veremos cara a cara. Ya no habrá torpeza en nuestra comprensión ni
obscuridad en la revelación, pero todo será claro. La visión misma será
directa, el órgano de la visión será perfecto, la atmósfera no será nublada por
el pecado y las condiciones de la vida allá asegurarán una comunión no
interrumpida.
Para dar énfasis a
esto, el apóstol pone en contraste nuestro conocimiento actual con el futuro:
“Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré cabalmente, como también fui
conocido”. Esto no es una repetición de la declaración precedente, sino que
amplía la idea. En ambas afirmaciones “ahora” se refiere al tiempo presente y
“entonces” a la eternidad. En nuestro estado actual, nuestro conocimiento es
limitado en su alcance porque nuestras facultades son limitadas, nuestras
oportunidades son restringidas y nuestra vida es cercenada. Además, no
sabemos todo lo que es revelado y lo que sabemos se comprende imperfectamente.
Pero cuando venga lo
que es perfecto, conoceremos perfectamente las cosas que aquí sólo las
empezamos a comprender. Sin duda esferas del saber, eternamente nuevas, se
abrirán a nuestras mentes ávidas del conocimiento. Dios será revelado a
nuestra contemplación y a nuestro entendimiento de una manera y en una medida
que son imposibles aquí. El conocimiento es ahora fragmentario, sucesivo y por
deducción, pero entonces será intuitivo, central, distinto, completo. Ahora
conocemos progresivamente y por esfuerzo, entonces conoceremos plenamente y
comprenderemos cabalmente el significado de nuestra salvación.
Esta
declaración amplia y profunda es destinada a exponer más claramente y de una
manera sublime la vasta superioridad del amor sobre todo lo demás. Todas las
características del régimen actual pasarán, pero el amor nunca fenece.
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