viernes, 2 de noviembre de 2018

¿Cómo debemos interpretar Apocalipsis 1:20?


¿QUIÉNES SON "LOS ÁNGELES DE LAS SIETE IGLESIAS? (Apocalipsis 1:20)
 Pregunta¿Cómo debemos interpretar Apocalipsis 1:20?

Respuesta: "El misterio de las siete estrellas" sugiere la idea del poder —de un poder subordinado—, y los ánge­les son los representantes simbólicos de las iglesias. (Se ha supuesto que la palabra ángel es empleada en relación con el ángel de la sinagoga y que se refiere, por consiguiente, al obis­po o principal anciano. Pero el ángel de la sinagoga no era el jefe de ésta, era en cambio un lector; el principal de la sina­goga era otro personaje). El poder espiritual, como represen­tando a Cristo sobre la tierra, era lo que la Iglesia hubiera de­bido desplegar. En la Escritura, el poder supremo está sim­bolizado por el sol; y un poder subordinado, por las estrellas. El ángel de alguien designa el representante de uno que no está allí, aun cuando se trate del ángel de Jehová. Así cuando Pedro llamó a la puerta dijeron: "¡Es su ángel!" (Hechos 12:15). Como ejemplo de lo que entiendo, cuando Jacob tuvo su encuentro en Peniel con el ángel y él fue el más fuerte, llamó el lugar 'rostro de Dios' (Génesis 32:30); es así como fue en el caso de Moisés con el ángel en la zarza; y es así que tenemos a los ángeles de las siete iglesias.
Tomemos ahora la idea general. Hemos visto que no te­nemos aquí a la Iglesia considerada en su unión con Cristo, su Cabeza; tampoco es considerada en su propio carácter celestial (aunque este carácter deba ser manifestado en ella), sino que es considerada en su estado temporal, como situada bajo el ojo del Señor para ser juzgada.
No es Cristo como Cabeza del Cuerpo el que es presen­tado aquí, sino las responsabilidades ligadas al Cuerpo en su estado temporal, en relación con los privilegios recibidos, y la conducta que deberían desprenderse de ellos. Tampoco es la comunicación de estos privilegios, sino el uso que de ellos hemos hecho. Al objeto de ilustrar esto, consideremos un tiem­po de particular bendición para la Iglesia. La Reforma, por ejemplo, ha sido una obra del Espíritu de Dios, y Dios viene, por decirlo así, a fin de ver lo que los hombres han hecho de Su obra, de la manera que han hecho uso de la bendición que habían obtenido por el avivamiento de Su verdad; viene a fin de juzgar el uso que han hecho de los privilegios que les fueron acordados en aquel entonces. ¿Cuál ha sido el resulta­do de los tres siglos transcurridos (el original corresponde al siglo pasado) después que el Espíritu Santo trabajó con tanto poder? La obra del Hijo de Dios en testimonio al Evan­gelio de Su gracia, la justificación por la fe: es lo que en­tonces, como bien sabemos fue sacado a la luz. ¿Cuál ha sido el resultado en la iglesia profesante? Es como si El dijera: '¿Que más había para hacer? Sembré la buena semilla, plan­té una cepa exquisita y ahora vine a buscar el fruto; ¿dónde está?'.
Ninguna de las iglesias, por lo tanto, es presentada aquí como siendo la obra de Dios en sí misma; pues ya que se trata de una investigación judicial, Dios no juzga aquí Su propia obra (apenas si tengo necesidad de decirlo), sino que juzga al hombre, sobre la base de la responsabilidad, según lo que éste ha recibido por esta obra.
John N. Darby
Revista "VIDA CRISTIANA", Año 1962, No. 60.-

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