Aunque eres salvo
por gracia, acuérdate que los galardones se darán por los servicios, ninguno
será coronado si no lucha legítimamente (2 Timoteo 2:15). Por tanto, es de
suma importancia que tu servicio sea según está escrito en LA PALABRA DE
DIOS.
Cada verdad e
instrucción que has aprendido de la Palabra de Dios es dirigida a ti para que
la practiques inmediatamente. Esta es tu “obediencia de fe” a Él, y no
consultes con carne ni sangre. “El que ama a padre o madre más que a mí, no es
digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que
no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí” (Mat. 10:37, 38).
Acuérdate que Cristo
sabe lo que es mejor para ti. Él lo sabe mejor que tú mismo o cualquiera otra
persona. En Ef. 1:22 leemos que Dios ha puesto todo bajo Sus pies, y lo dio
por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. Así pues, si planeas para ti
mismo o sigues los planes de otros, en lugar de los de Cristo, en esto
deshonras a El — la Cabeza (Hebreos 12:1-3, “Por tanto... despojémonos de todo
peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que
tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús...”)
Para hacer todo esto
inteligentemente, y con motivo puro, esta obediencia de fe debe ser el
resultado de Su amor que nos constriñe, y Su amor hace esto en tanto que
aprendemos cuanto Le debemos. Y es menester que recibas este conocimiento de la
enseñanza que El mismo nos da en la Palabra Escrita. Allí leemos, primero,
que Cristo es nuestro todo, sí, que Cristo es todo para nosotros en la
presencia de Dios. Así, es Cristo primero y siempre, ningún otro, y ninguna
otra cosa. (El cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación,
santificación y redención - Corintios 1:30). (Cristo entró en el cielo mismo
para presentarse ahora por nosotros ante Dios - Hebreos 9:24). Cristo es todo y
en todo.
Para ver todo esto claramente,
el ojo y el oído tienen que ser sanos, y así la necesidad de andar humildemente
delante del Señor en todo, reconociendo cuán poco sabemos, y escudriñando Las
Escrituras diariamente.
Nunca dejes la
oración diaria Si fuera posible; ten un tiempo señalado para orar, además de
aquellas oraciones telefónicas que frecuentemente despachamos a nuestro padre
Dios. Acuérdate que los oídos de Dios siempre están atentos a tus oraciones
(Daniel 6, 10; Hechos 3:1-9; Hebreos 11:6; Fil. 4:6- 19; 1 Pedro 4:12).
Acuérdate de la
lectura privada de la Biblia, y cuando leas, acuérdate que Dios te da Sus
pensamientos para que sepas su mente, y si Él te habla acerca de otros, es para
instruirte en Sus pensamientos acerca de lo que otros están haciendo y
hablando. Es el placer de Dios darte Sus pensamientos acerca del pasado, el
presente, y el futuro. Si no tienes mucho apetito para la Palabra de Dios,
entonces ya estás caído. Necesitas la palabra para instruirte, para tu
crecimiento en gracia, y para limpiar tus caminos. La santificación por la
verdad se obtiene por la aplicación de la palabra a nuestras vidas. Escudriñad
las Escrituras.
Nunca dejes de pasar
un día sin hacer algo para la honra y gloria del Nombre del Señor Jesucristo.
Él te amó y te salvó; debes amarle por esto. Cuando sea posible, habla una
palabra por el Señor, y de todos modos haz algo que sea agradable a Él, ya sea
directamente al Señor, o para los que son de Él. El pueblo de Dios es muy querido
del Señor. Ellos son Uno con El.
Cuando hay
duda tocante los pasos que debes tomar, pon todo delante del Señor en
oración, quédate quieto para ver cómo Él te guiará. Ten paciencia y Dios
abrirá el camino para ti. La falta de paciencia y de esperar en Dios, muchas
veces trae muchas dificultades, tristeza y pérdida. (Reconócelo en todos tus
caminos, y El enderezará tus veredas - Proverbios 3:1).
En todo
seas dirigido por la Palabra de Dios, por lo que está escrito. Nunca consultes
tus propias inclinaciones o sentimientos. “Así ha dicho Jehová” debe ser tu
guía en todo. (“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis” 1
Juan 2:1).
Sé
humilde. Nunca pienses que sabes todo. En la Palabra de Dios hay alturas,
anchuras, y profundidades en los asuntos de Dios, y te tomará toda la eternidad
para verlas, meditar en ellas y comprenderlas. Habla a tu Padre ahora y dile:
“Señor, enséñame a mí”.
Evita
todos los que chismean y critican, como evitarías Una culebra. Nunca permitas
que alguien te traiga una calumnia de ninguna descripción. Hay profesantes que
parecen vivir solamente para describir las flaquezas de otros, de cuyos labios
nunca se oye una palabra excepto para condenar a otros o para levantar
argumentos acerca de alguna porción de la Biblia que les parece difícil. Estos
dejan una herencia de angustia tras ellos.
Mira que
estés bien con Dios en tu propia alma. Ten mucho cuidado de esto. Nada puede
estar bien si está mal con Dios.
Cuídate
de no contristar al Espíritu Santo. Es una cosa ser salvo; es otra ser lleno
del Espíritu (Efes. 5:18). Tu prosperidad de alma y de servicio dependerá de tu
estado espiritual.
Se ha
dicho: “Poder, corrompe; poder absoluto, corrompe absolutamente”. El mundo
religioso y político de ayer y de hoy nos ofrecen una comprobación rotunda de
esta humillante verdad. El único que tiene derecho de ejercer poder es aquel
que no puede embriagarse de él ni puede perder la serenidad, la equidad, la
justicia y el amor: es Dios; pero el hombre puede representarlo en la tierra.
Las
iglesias han sufrido mucho como consecuencias de hombres que han pretendido
poder en ellas, ejerciéndolo aparte del reverente temor de Dios.
Las
escrituras establecen la necesidad de gobierno en las naciones y gobierno en
las iglesias; pero el que ejerce ese gobierno, en uno como en otro caso, lo
deberá hacer consultando la voluntad de Aquel a quien tendrá que dar cuenta.
Tendrá que dar cuenta detallada, por cuanto es nada más que un “ministro” de
Dios, desde que no hay poder si no en Dios”.
Tengamos,
pues, mucho cuidado los que ocupamos en las iglesias la responsabilidad de
apacentar la grey del Señor.
Sendas
de Luz, 1976
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