viernes, 2 de noviembre de 2018

LA FE QUE HA SIDO UNA VEZ DADA A LOS SANTOS (Parte VI)


JUDAS 3

Ahora bien, los hombres confunden estas dos cosas; siguen edificando con madera, heno, hojarasca, y luego afirman que las puertas del infierno no prevalecerán contra eso, porque no prestan atención a la Palabra de Dios. Es necesario que veamos los principios de Dios y el poder del Espíritu Santo, que oigamos lo que el Espíritu dice a las iglesias, para que descubramos realmente dónde estamos, a fin de hallar así la senda que Dios ha trazado y sobre la cual claramente debemos andar; y, puedo agregar, es necesaria la fe en la presencia del Espíritu de Dios. Ese Espíritu se servirá de la Palabra para hacernos notar el estado de cosas imperante sin confundir la fidelidad de Dios con la responsabilidad del hombre —lo que hace el mundo supersticioso— sino confesando que hay un Dios vivo, y que ese Dios vivo está entre nosotros en la persona y el poder del Espíritu Santo. Todo está basado en la cruz, por cierto; pero ha venido el Consolador y “por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo” (1 Corintios 12:13).
Pues, ya sea que considere al individuo o a la iglesia, encuentro que el secreto del poder para todo el bien contra el mal ―ya afuera, ya adentro, y sin olvidar que la Palabra de Dios es la guía―, estriba en el hecho de la presencia del Espíritu Santo. “¿O ignoráis ―dijo el apóstol a algunos que andaban muy mal, a fin de corregirlos― que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios?” (1 Corintios 6:19) ¿Creéis vosotros, amados amigos, que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo? Pues ¿qué clase de personas debiéramos ser?
En 1 Corintios 3:16 vemos que se dice exactamente lo mismo acerca de la iglesia: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” La presencia del Espíritu da poder, y poder práctico también para bendición, ya en la iglesia, ya en el individuo, y solamente Él puede hacer algo para verdadera bendición.
De nuevo, solamente sobre la base de la redención Dios puede morar con el hombre. Él no habitó con Adán en inocencia, aunque sí descendió hasta él. Tampoco moró con Abraham, aunque lo visitó y comió con él. Pero cuando Israel salió de Egipto, Dios dijo que los había atraído hacia sí, “para habitar en medio de ellos” (Éxodo 29:46). Y en seguida fue edificado el tabernáculo, y allí se hallaba la presencia de Dios en medio de su pueblo.
Por cierto, que ahora tenemos la verdadera y plena redención, y el Espíritu Santo ha descendido a morar en los que creen, a fin de que sean la expresión de lo que Cristo mismo fue cuando estuvo aquí. “Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios” (1 Juan 4:15), y también: “En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu” (1 Juan 4:13). Dondequiera que haya una persona verdaderamente cristiana, Dios mora en ella; no se trata meramente de que tenga vida, sino de que está sellado con el Espíritu Santo, que es el poder para toda conducta moral. Si tan sólo creyésemos que el Espíritu de Dios mora en nosotros, ¡qué sujeción se vería, y qué clase de personas seríamos, al no contristar a ese Espíritu!
         Además, en 1 Corintios 2:9 leemos: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu” … “y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios” (v. 12). El Espíritu de Dios y el espíritu del mundo están siempre en contraste. Pero entonces encuentro que la revelación está en contraste con nuestro estado. Tenemos que decir: “ojo no vio”. Estas cosas son tan grandes que no las podemos concebir, pero Dios las ha revelado por su Espíritu. Los santos del Antiguo Testamento no las pudieron descubrir ni conocer, pero con nosotros ocurre lo contrario; nosotros las conocemos, y Él nos ha dado su Espíritu “para que sepamos lo que Dios nos ha concedido”.
En este pasaje (1 Corintios 2:10-14) el Espíritu Santo es visto en tres diferentes etapas: primero, están las cosas que son reveladas por el Espíritu (v. 10); segundo, ellas se comunican mediante palabras enseñadas por el Espíritu (v. 13); y, por último, se perciben o reciben mediante el poder del Espíritu (v. 14). Estas tres son las operaciones del Espíritu de Dios.
         Si tomo la Palabra de Dios por sí sola y digo que puedo juzgarla y entenderla, entonces soy un racionalista; es la mente del hombre la que juzga la revelación de Dios. Pero cuando tenemos la mente de Dios comunicada por el Espíritu Santo, y percibida por el poder del Espíritu Santo, entonces tengo la mente de Dios. Hay tanta sabiduría y tanto poder de parte de Dios a nuestra disposición para enfrentar el estado de ruina en que nos encontramos hoy, como lo hubo al principio cuando Él estableció la iglesia; y en eso debemos apoyarnos.

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