“¿De qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá
la fe salvarle?” (Santiago 2:14).
Santiago no dice que el hombre del versículo de hoy tenga fe. El hombre
mismo dice que la tiene, pero si realmente tuviera la fe que salva, tendría
obras también. Su fe es un asunto de palabras nada más y esa clase de fe no
puede salvar a nadie. Las palabras sin obras están muertas.
La salvación no se obtiene por las obras. Tampoco se consigue por la fe más
obras. Más bien, es por la clase de fe que resulta en buenas obras.
¿Por qué, entonces, Santiago dice en el versículo 24 que un hombre es
justificado por las obras? ¿No hay una clara contradicción con la enseñanza de
Pablo, de que somos justificados por la fe? En realidad, no hay contradicción.
Ambas posiciones son ciertas. El hecho es que hay seis aspectos diferentes de
la justificación en el Nuevo Testamento:
Somos justificados por Dios (Romanos 8:33), es él quien nos considera como
justos.
Somos justificados por gracia (Romanos 3:24), Dios nos da la justificación
como un don gratuito e inmerecido.
Somos justificados por la fe (Romanos 5:1), recibimos este don por creer en
el Señor Jesucristo.
Somos justificados por la sangre (Romanos 5:9), la sangre preciosa de
Cristo es el precio que se pagó por nuestra justificación.
Somos justificados por poder (Romanos 4:25), el poder que resucitó a
nuestro Señor Jesucristo de los muertos es el que hace posible nuestra
justificación.
Somos justificados por las obras (Santiago 2:24), las buenas obras son la
evidencia externa para todos de que hemos sido verdaderamente justificados.
No es suficiente testificar que tuvimos una vez una experiencia de
conversión. Debemos demostrarla por las buenas obras que inevitablemente siguen
al nuevo nacimiento.
La fe es invisible. Es una transacción invisible que ocurre entre el alma y
Dios. La gente no puede ver nuestra fe, pero pueden ver las buenas obras que
son el fruto de la fe salvadora. Mientras no vean las buenas obras tienen razón
en dudar de nuestra fe.
La buena obra de Abraham fue su disposición a matar a su hijo como una
ofrenda a Dios (Stg_2:21). La buena obra de Rahab fue traicionar a su país
(Stg_2:25). La razón por la que fueron “buenas” obras es porque demostraron fe
en Jehová. De otro modo habrían sido malas obras, es decir, asesinato y
traición.
El cuerpo separado del espíritu está muerto. En esto consiste la muerte, la
separación del espíritu del cuerpo. Asimismo, la fe sin obras está muerta. No
tiene vida, es impotente e inoperante.
Un cuerpo vivo demuestra que un espíritu invisible
mora dentro de él. Así las buenas obras son la señal segura de que hay fe
salvadora, invisible como es, habitando dentro de la persona.
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