“Y oyendo los Filisteos que habían ungido a David por rey
sobre Israel, todos los Filisteos subieron a buscar a David: lo cual como David
oyó, vino a la fortaleza. Y vinieron los Filisteos, y se extendieron por el
valle de Rafaim. Entonces consultó David a Jehová, diciendo: ¿Iré contra los
Filisteos? ¿Los entregarás en mis manos? Y Jehová respondida David: “Ve,
porque ciertamente entregaré a los Filisteos en tus manos... Y los Filisteos
tornaron a venir, y se extendieron en el valle de Rafaim. Y consultando David a
Jehová, él le respondió. No subas; más rodéalos, y vendrás a ellos por delante
de los morales...Y David lo hizo así, como Jehová se lo había mandado: e hirió
a los Filisteos desde Geba hasta llegar a Gezer”.2 S. 5.17-25.
Aquí encontramos al hombre ‘‘conforme al
corazón de Dios”, David, consultando a Jehová para hacer una cosa para la
cual, en apariencia, no había ninguna necesidad de consultar, siendo, como era,
el rey de Israel. Él podía actuar en todas las circunstancias que se le presentaran,
pues había sido capacitado para ello, pero su dependencia completa en el
Señor, le lleva a consultar y esperar en Dios, para que Él le de la orden de
salir a palear o no, en contra de los Filisteos. Muchas veces hallamos las
mismas palabras de consulta que David hizo a Jehová y en todas estas ocasiones fue
guiado a victoria sobre sus muchos enemigos. Parece que el temor y la
dependencia que caracterizaban a David era el motivo por lo cual Dios lo había
hallado ‘‘conforme a su corazón” como lo expresó a Samuel, cuando éste no se
consolaba por lo que Saúl había hecho.
No cabe duda que esa dependencia completa
agradó a Dios y es muy marcado que, mientras él la tuvo todo fue del agrado de
su Dios, pero al solo caer en descuido de ella, le trajo las más duras y
tristes consecuencias, no solo para él mismo, sino para otros.
En este tiempo, a nosotros que somos su
pueblo redimido, se nos exhorta a depender constantemente en el Señor, para que
vayamos de victoria en victoria sobre nuestros variados y múltiples enemigos.
En el escogimiento que Dios hizo de nosotros por medio de nuestro Señor
Jesucristo, habiéndonos hecho aptos para participar de la suerte de los santos
en luz, Col. 1.12.13, somos llamados a pelear en contra de nuestros enemigos.
Por ser ignorantes muchas veces de nuestro más grande enemigo, el diablo, quien
practica en contra nuestra toda suerte de estratagemas, ignoramos también lo
malo y desleal que es nuestra misma carne y las astucias tremendas del mundo y
de sus cosas en embargar nuestras vidas para que no paliemos y ganemos sobre
ellos, y no es extraño que Dios con tanta insistencia nos amoneste sobre la
falta de confianza que muchas veces hay y el poco cuidado que tenemos de
desconfiar de nosotros mismos para apoyarnos en su dirección.
‘‘Fíate de Jehová de
todo tu corazón, y no estribes en tu prudencia..., No seas sabio en tu opinión:
teme a Jehová y apártate del mal” Pr. 3.5-7, esta es, tal vez, la más grande
amonestación que tenemos para nosotros mismos, pues el estribar en nuestra propia
prudencia, ha sido y es la causa de los más grandes fracasos en la vida de los
hijos de Dios. Esa dependencia propia, esa sabiduría personal, es la que nos
lleva a ser descuidados y negligentes en el temor al Señor, y nos evita buscar
de Él la completa guía en lo que tenemos que hacer. El temor y la dependencia
del Señor nos lleva al conocimiento de nuestra inutilidad incapacidad en
nosotros mismos y nos guía a fiarnos en la potencia del Señor, que es el único
que sabe todas las trampas, los engaños, fracasos y deslealtades que podemos
encontrar en el camino. El diablo quiere valerse de todo esto para que no
alcancemos a glorificar el nombre de nuestro Señor, y para que, estando
entretenidos con alguna otra cosa, no mostremos lo que Él nos ha dado, que es la
salvación de nuestras almas. Muchas veces, aparentamos buscar la dirección y
voluntad del Señor, pero de antemano hemos ya planeado lo que queremos hacer y
vamos al Señor exponiendo solo para que Él
lo apruebe, en lugar de pedir su entera voluntad. Eso es tremendamente
desleal, porque nuestras vidas no son nuestras y no tenemos derecho a planear
si realmente le hemos dado o rendido nuestra voluntad. Él quiere hacer lo que Él
desea con lo que es de Él y es para nosotros sujetarnos completamente a esa
voluntad, porque nos ha comprado y tiene toda autoridad y derecho para mandar
y espera que cumplamos. Segundo, al planear y después buscar su aprobación, es
un engaño a nosotros mismos, pues creemos o nos hacemos creer que es El quien
nos guía a hacer tal o cual cosa, cuando realmente somos nosotros quien la
queremos, y cuando llegamos a dar con resultados contrarios a lo que
esperábamos, nos rebelamos y murmuramos en contra de Él, y entonces pensamos
que es El quien nos ha guiado mal. El tiempo y el ejercicio de alma nos hacen
llegar a realizar nuestra equivocación, algunas veces, en otras ocasiones nos
rebelamos más hasta caer en completa indiferencia para las cosas del Señor.
Otras veces, vamos a Él aparentando buscar su voluntad, pero en el fondo, con
mucha astucia, tenemos decidido lo que vamos a hacer. En su maravillosa
paciencia nos enseña por su Palabra, a esperar para que Él muestre su voluntad
y haga que todas las cosas contribuyan a desarrollar ese propósito. En algunos
casos creemos y confiamos por un poco de tiempo más luego vienen circunstancias
que nos empujan en dirección contraria a la del Señor y entonces, ‘‘pensando
que tenemos lo que deseamos” como pasó a aquellos que navegaban con Pablo a
Roma, Hch. 27.13-25, nos metemos en tan grandes tempestades que caemos también,
por azote y castigo del Señor, en verdaderas cárceles de aflicción, hasta que,
pasados muchos días, estando afligidos, tentados, angustiados y derrotados por nuestros
enemigos, venimos a la conclusión de que nos equivocamos, y desoímos la voz del
Señor. Si somos ejercitados y buscamos bien los hilos de nuestra confianza
propia, hallaremos que Dios es fiel y misericordioso y da Palabra de perdón,
consolación y ánimo cuando regresemos a buscar en humillación el mismo punto de
donde caímos. Otras veces, llegamos a ser como el caballo o como el mulo que
arremetemos en nuestra propia voluntad, sin entendimiento y Dios en su
misericordia tiene que tratarnos con dureza, porque ve nuestra decisión a
andar y hacer lo que nosotros creemos es nuestro deber hacer, viniendo a estar
en contra de Él. Sal. 32.9. Después venimos a parar como David cuando no consultó
a Dios para saber qué hacer, porque había caído en negligencia y confianza
propia.
Pasando
por el capítulo 5 de 2 Samuel a 2 Samuel 21 hallamos un intervalo en la
vida de David en que no se menciona esto de consultar a Jehová. Sin duda oró de
alguna manera, pero por las cosas que sucedieron se ve que él había perdido esa
dependencia en Dios, La manera cómo llevó el arca del Pacto, nos dice bastante
de su suficiencia personal. En el capítulo seis, nos da el relato: “Y David
tornó a juntar todos los escogidos de Israel, treinta mil. Y se levantó David,
y fue con todo el pueblo que tenía consigo, de Baal de Judá, para hacer pasar
de allí el arca de Dios, sobre la cual era invocado el nombre de Jehová de los
ejércitos, que mora en ella éntrelos querubines”. No hallamos, como las otras
veces que “consultó a Jehová”. Tenía el mando de
todo y, pensando que el arca debía estar en medio del pueblo, se levanta y,
sin consultar a los sacerdotes, va y la pone sobre un carro nuevo tirado por
bueyes. Con toda suerte de instrumentos de madera, con arpas y salterios,
adufes, flautas y címbalos la llevan al lugar que él le había destinado. De
repente los bueyes daban sacudidas y el arca es movida y Uza, uno de los
hombres valientes de David, extiende su mano para detenerla y en ese momento
cae muerto junto al arca. David se entristece porque Jehová había herido a Uza
y teme seguir llevando el arca, entonces la deja recomendada en la era de
Obed-edom, uno de los de Israel, Allí estuvo el arca tres meses, hasta que
llegó aviso a David de cómo Jehová estaba bendiciendo a Obed-edom. Esta vez,
ya no la lleva como la primera vez. Cada seis pasos era ofrecido en sacrificio
un buey y un carnero hasta que llegó a la tienda que el mismo David había
preparado para ella.
¿Por
qué castigó Dios a David hiriendo a su siervo? ¿Por qué lo avergonzó e impidió
llevar el arca la primera vez? Porque Dios había dicho claramente que aquella
arca tenía que ser llevada sobre los hombros de los levitas, Nm. 3.6-10; Jos.
3.3,11,14. La llevada del arca en un carro nuevo, tirado por bueyes, había sido
copiada de los Filisteos, cuando en el tiempo de Eli, peleando Israel con
ellos, tomaron el arca y se la llevaron a su tierra, poniéndola en el templo de
Dagón su dios. Después, cuando los Filisteos vieron que la mano de Jehová era
dura sobre su dios Dagón, y que estaban heridos con las plagas que Dios mandó,
tomaron el arca y la pusieron encima de un carro nuevo en el que uncieron dos
vacas cuyas crías habían sido encerradas, y aquellas vacas llevaron el arca a
su destino. 1 S. 6. "El carro nuevo” pues, fue invención de los Filisteos
que no sabían otra cosa mejor ni, tenían noticias de la orden de Diosa su
pueblo. Para ellos no era desobediencia, pero cuando David, el ungido por Dios
como rey de su pueblo, se levanta a copiar e imitar la manera de llevar el
arca, es cosa diferente, y por esa razón fue castigado y humillado, aunque tuvo
buen deseo de tener el arca en su respectivo lugar. No era malo tenerla en su
lugar, pero era malo el imitar y desobedecer a Dios. En esto encontramos una
grande lección para la cristiandad de hoy día. Ella ha querido imitar mucho de
lo que los enemigos de Dios hacen para llevar adelante el propósito de predicar
el evangelio, con la mira de lograr el ensanchamiento del reino de Dios en
este mundo. Dios ha dado bien claro, por medio de sus siervos, en las
epístolas, la manera para la Iglesia de llevar sus preceptos, de acuerdo con
las enseñanzas de los apóstoles. Cada cosa enseñada, como el bautismo, la cena
del Señor cada primer día de la semana, etc., ha sido exactamente detallada,
para que la Iglesia lleve ese modelo en obediencia a su Señor, De la manera
como a Moisés le fue dicho de hacer el Tabernáculo conforme a su diseño que le fue
mostrado en el monte, y aquel lo hizo exactamente igual, así a la
Iglesia se le ha dado el diseño para su adoración y alabanza hacia su Señor. Si
la Iglesia en lugar de hacerlo de acuerdo con lo que la Palabra enseña, inventa
o copia las maneras del mundo y con la excusa de adelantar el crecimiento de la
obra, deja a un lado lo que se le encomienda, está en abierta desobediencia al
propósito de su Señor, Que los del mundo celebren sus reuniones y hagan todo
lo que quieran, nada tenemos que condenar, son libres de hacerlo, pero cuando
la Iglesia se pone a imitar sus maneras, es ya condenado por la Palabra de
Dios.
Notemos que David con la muerte de Uza no ejercita su
corazón para volver en sí, ni se condena a sí mismo como lo hizo en aquella
otra ocasión cuando, por haber contado al pueblo de Israel, Dios tuvo que matar
a muchos y cuando David vio al ángel de Jehová con su espada desnuda para herir
a Jerusalén, cayendo delante de Dios, dice: ‘‘Yo pequé, yo hice la maldad; ¿Qué
hicieron estas ovejas? Te ruego que tu mano se torne contra mí, y contra la
casa de mi padre” 2 S. 24.1-17, Su corazón estaba en aquel entonces lejos y
cayó en el pecado con la mujer de Urías Heteo; con sus enemigos se portó cruelmente,
midiéndolos por cordeles, un cordel de muerte y uno de vida, también los puso
debajo de sierras y de trillo de hierro y los hizo pasar por hornos de
ladrillos; en una victoria sobre sus enemigos, toma la corona del rey de ellos y la pone sobre su cabeza,
coronándose así mismo; Así podemos ver los desaciertos y la diferencia que hay
cuando Dios es consultado en todo y cuando el hombre en su fuerza se levanta
para hacer lo que quiere hacer, sea grande o pequeño. Cuántas veces nosotros
también en nuestra suficiencia propia y terquedad llegamos a
hacer lo que David hizo. ¡Cuánta crueldad y dureza en contra de los que
pensamos sen nuestros enemigos, y tenemos que sufrir ¡as consecuencias de nuestra
negligencia en oración, o de nuestra suficiencia personal! Creyéndonos capaces
de todo, traemos dolor a otras vidas, retrasamos la obra del Señor y hacemos
que sea blasfemado el nombre del que nos ha amado, el Señor Jesús. Quiera El, y
sin duda lo quiere, que algunos de bus hijos que se encuentren en semejante
condición a la de David, vuelvan en sí, para realizar el error de esa
suficiencia personal, por la cual tanto desacierto ha sido hecho, para que en
humildad puedan pedir perdón al Señor por su falta y dar la debida restitución
a las vidas que han sufrido por ellos. Es muy difícil, pero nada imposible al corazón
contrito y humillado que quiere ser fiel para con Dios.
En el capítulo 21, volvemos a ver a David ‘‘consultando a Jehová” y es
porque Dios había enviado hambre en la tierra. Hasta ese momento parece que
David ejercita su corazón delante de Jehová, pues sin duda al ver que el hambre
con sus estragos aflige al pueblo del Señor, recuerda que Dios por medio de
Moisés había dicho que si eran fieles a sus mandamientos Él les prosperaría,
pero que si se apartaban y si pecaban tendrían hambre y calamidad: "Y será
que, si oyereis diligente la voz de Jehová tu Dios, para guardar, para poner
por obra todos sus mandamientos,… te hará Jehová sobreabundar en bienes...en
el país que juró Jehová a tus padres que te había de dar” Dt. 28,1-13. Al
preguntar David a Jehová la causa del hambre, Él le dice que es por causa de Saúl,
que etí su celo por Israel, no había guardado el juramento hecho a los
Gabaonitas, Jos. 9, David va a ellos para inquirir qué puede hacer para que se
arregle a satisfacción la falta que había cometido Saúl y cumplen al pie de la
letra su demanda. Son ahorcados los hijos de Saúl, menos Mefi-boset, hijo de
Jonatán, por haber mediado también un juramento entre David y Jonatán. Mire
cuánto se tiene que hacer para volver al Señor en completa dependencia. Así
experimentamos muchas veces el hambre en nuestra propia tierra y es entonces
cuando realizamos hasta dónde nos hemos alejado de la comunión con el Señor.
Dios nos trata bajo el mismo principio. Para nuestra salvación no hay más que
una sola condición y ese reconocimiento de nuestra necesidad y aceptación de
la obra que ha sido hecha a nuestro favor. Después, en toda nuestra vida
cristiana, siempre hay condiciones que son puestas para nuestro bienestar y
prosperidad y para que en todo podamos glorificar al Señor. Si reconocemos en
nosotros mismos que nada podemos hacer, y dependemos constantemente en Él para
toda dirección, nos hallaremos salvos de toda caída; pero si nos fiamos de
nosotros mismos y de nuestra prudencia, tarde o temprano hallaremos tristeza,
humillación, fracaso y despertaremos a la multitud de desaciertos y necedades
que habremos hecho.
Tenemos que inquirir siempre la causa de pobreza en nuestra vida,
haciéndolo con corazón humilde hallaremos, como David, bendición. Dios es tardo
para la ira y se arrepiente del castigo. Jl. 2.13. Siempre está listo para
perdonar y olvidar y aún restaurar ad que ha estado lejos, pues: “Como el padre
se compadece de sus hijos, se compadece Jehová de los que le temen. Porque él…Se
acuerda que somos polvo” Sal. 103.13,14; “¿Qué Dios como tú, que perdonas la
maldad, y olvidas el pecado del resto de tu heredad? No retuvo para siempre su
enojo, porqueras amador de misericordia" Miq. 7.18.19.
Que
Dios esfuerce nuestros corazones, para estar siempre listos a preguntar a la
boca de nuestro Dios, y evitar fracaso y tristeza. Si alguno de sus hijos está
sufriendo los resultados de su suficiencia personal, no se desmaye, que Dios
es fiel y misericordioso y estará listo para hacerlo tornar de sus iniquidades
y pecados.