(a) La condición espiritual necesaria para
la senda de Dios en un día de ruina (versículos 1-13)
(V. 5). En quinto lugar, utilizando
los juegos públicos como figura, el apóstol dice, "Y también el que lucha
como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente." De igual modo en
la esfera espiritual, la corona no será dada por una gran actividad, ni por la
cantidad de servicio, sino por la fidelidad en el servicio. La corona es dada
al que lucha legítimamente. Se podría argumentar que, en un día de gran
debilidad, cada uno de nosotros tiene que adoptar cualesquiera métodos que
pensemos que son los mejores para llevar a cabo nuestro servicio. Para hacer
frente a tales argumentos nosotros somos especialmente advertidos que, en un
día de ruina, aún se mantiene como una obligación para nosotros el luchar
"legítimamente". De esta forma, la introducción de métodos carnales,
maquinaciones humanas y recursos mundanos en el servicio del Señor, es
condenada. Servir conforme a los principios de la Escritura requerirá que
nosotros nos esforcemos "en la gracia que es en Cristo Jesús."
(V.
6). En sexto lugar, el siervo fiel debe estar preparado para trabajar antes de
participar de los frutos. Este no es nuestro reposo; es el tiempo de trabajar;
el tiempo de la siega está por venir. A menudo estamos demasiado ansiosos de
ver frutos; pero es mejor perseverar en nuestro trabajo, sabiendo que Dios no
es injusto para olvidar la obra de nuestra fe y el trabajo de nuestro amor. (1
Tesalonicenses 1:3). El siervo fiel espera oír el "Bien hecho" (Lucas
19:17 - LBLA) de Aquel a quien él busca complacer, recibir la corona después de
haber luchado legítimamente, y participar de los frutos después de haber
trabajado primero.
(V.
7). "Considera lo que digo, pues el Señor te dará entendimiento en
todo." (LBLA) No es suficiente, sin embargo, tener estas
exhortaciones y admitir, de un modo general, su verdad. Si ellas han de
gobernar nuestras vidas, debemos considerar lo que el apóstol dice; y, a medida
que consideremos estas cosas, el Señor nos dará entendimiento en todas las
cosas. Progresaremos poco en el entendimiento divino a menos que tomemos tiempo
para meditar. El apóstol puede presentarnos ciertas verdades, pero él no puede
darnos el entendimiento. Esto, el Señor solo lo puede hacer. De modo que leemos
que el Señor no sólo 'les abrió las Escrituras' a los discípulos, sino que Él
"les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras."
(Lucas 24: 27, 32, 45).
(V.
8). Además, como un estímulo a nosotros para llevar a cabo estas instrucciones,
nuestra mirada es dirigida a Cristo. Debemos recordar a "Jesucristo (de la
simiente de David), como resucitado de entre los muertos, según mi
evangelio." (VM). No es simplemente el hecho de la resurrección lo que
debemos recordar, sino a Aquel que ha resucitado, y eso como Hombre, la
simiente de David. ¿Somos llamados a padecer en la senda de fidelidad? Entonces
recordemos que nuestra parte de las "penalidades" es pequeña
comparada con las "penalidades" a la cuales Él tuvo que hacer frente.
Si por causa de cualquier pequeña fidelidad de nuestra parte nos hallamos
abandonados, hallamos que se nos oponen y nos vemos insultados, incluso por
muchos del pueblo de Dios, recordemos que Cristo, en Su senda perfecta, fue
siempre fiel a Dios y anduvo haciendo bienes a los hombres; y sin embargo,
debido a Su fidelidad, él siempre estuvo en afrenta. Por eso Él pudo decir,
"por amor de ti he sufrido afrenta" (Salmo 69:7), y otra vez,
"me devuelven mal por bien, y odio por mi amor." (Salmo 109:5 - VM).
Si,
en la senda del servicio, somos exhortados a soportar penalidades, procurando
solamente agradarle a Él que nos ha escogido, recordemos que
Cristo pudo decir, "yo hago siempre lo que le agrada."
(Juan 8:29). Nada pudo mover al Señor de la senda de absoluta obediencia al
Padre. Él trabajó, teniendo en vista los frutos de Su trabajo, pues Él pudo
decir, "Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que
el día dura." (Juan 9:4). Ahora Él ha terminado la obra que Dios le dio
para hacer; las penalidades y el trabajo han finalizado y le vemos resucitado y
coronado de gloria y de honra, para recibir allí en resurrección "el fruto
del trabajo de su alma." (Isaías 53:11 - VM). Entonces, en nuestra senda
con su medida de penalidades y trabajo, 'acordémonos de Jesucristo'.
(V.
9). No solamente tenemos el modelo perfecto del Señor Jesús en Su senda de
penalidades y trabajo, sino que tenemos el ejemplo del apóstol Pablo quien, en
su consagración para dar a conocer el evangelio, participó en una medida no
menor de las penalidades de la vida de Cristo. En lugar de estar en honra en
este mundo, él padeció hasta prisiones a modo de malhechor. Así él siguió en
las pisadas de Su Maestro quien fue acusado por el mundo religioso de Su día de
ser "un hombre comilón y bebedor de vino" (Lucas 7:34), de tener
"demonio" (Juan 8:48), y de ser un "pecador." (Juan 9:24).
Sin embargo, ninguna persecución por parte del mundo puede impedir que la
bendición alcance al escogido de Dios. El mundo puede poner en prisión al
predicador: no puede encarcelar la Palabra de Dios. En realidad, la enemistad
del mundo que encarceló a Pablo sólo se convirtió en una ocasión para llevar el
evangelio ante los grandes de la tierra, y además para escribir las Epístolas
de la prisión que revelan tan maravillosamente nuestra vocación.
(V.
10). Puede ser que nosotros no estemos preparados para soportar mucha penalidad
ni mucho insulto, pero el apóstol puede decir, "todo lo
soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación
que es en Cristo Jesús con gloria eterna." Alguien ha dicho, '¡Cuán pocos
aventurarían decir estas palabras como siendo la experiencia de sus propias
almas desde ese día hasta el día de hoy! No obstante, podemos desearlo
fervientemente en nuestra medida; pero esto supone en el creyente no meramente
una buena conciencia, y un corazón ardiendo en amor, sino a él juzgándose a sí
mismo minuciosamente, y ¡Cristo morando en su corazón por la fe! (William
Kelly).
Los
escogidos de Dios obtendrán sin duda la salvación y alcanzarán la gloria. Sin
embargo, en el camino a la gloria todo el poder de Satanás, la enemistad del
mundo, y las corrupciones de la Cristiandad, se habrán puesto en formación de
batalla contra ellos. Así que será a través de prueba y penalidad que ellos
alcanzarán la gloria. Para hacer pasar a los escogidos a través de tales
circunstancias se necesitará toda "la gracia que es Cristo Jesús"
ministrada, como a menudo lo es, a través de Sus siervos fieles.
(Vv. 11, 12a). Para animarnos a recordar a
Jesucristo y seguir el ejemplo del apóstol de aceptar la senda de penalidad y
trabajo, se nos recuerda la palabra fiel, "Si somos muertos con él,
también viviremos con él." Si somos llamados a soportar "todo",
incluso la muerte, no olvidemos que podemos dejar ir la vida a la luz de la
gran verdad de que habiendo muerto con Cristo de cierto viviremos con Él. Y no
sólo viviremos con Él, sino que, "si sufrimos, también reinaremos
con él."
(Vv.
12b, 13). Existe, sin embargo, la solemne advertencia, "Si le negáremos,
él también nos negará. Si fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede
negarse a sí mismo." La negación aquí no es una caída aislada, por muy
vergonzosa que ella sea, como en el caso del apóstol Pedro, sino la línea de
conducta continuada de aquellos que, independientemente de la profesión que
hacen, niegan la gloria y la obra del Hijo. Los tales serán negados, tal como
se ha dicho verdaderamente que 'Dios dejaría de ser Dios, si Él consintiera la
deshonra de Su Hijo.' Entre toda la infidelidad de la Cristiandad hacia Cristo,
"él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo."
De
esta forma, los versículos de apertura de este gran pasaje demuestran
claramente que, para discernir la parte de Dios en un día de ruina y, sobre
todo, para andar fielmente este camino frente al abandono, la oposición y la
maldad, no se necesita pedir poder divino para aplastar a nuestros enemigos,
sino la gracia que es en Cristo Jesús que nos permitirá tomar nuestra parte en
el sufrimiento - la gracia que busca con ojo sencillo agradar a Aquel que nos
ha escogido; la gracia que nos conducirá a luchar legítimamente, rechazando
todos los métodos carnales y mundanos; y la gracia que prepara para el trabajo
paciente mientras se esperan los frutos de nuestro trabajo.
Además,
necesitaremos, no sólo gracia ministrada desde el Señor en gloria, sino en
entendimiento espiritual que el Señor solo puede dar, y sobre todo tener al
Señor mismo ante nosotros como nuestro único Objeto - un Hombre verdadero de la
simiente de David, pero un Hombre vivo en la gloria más allá del poder de la
muerte
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