Los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham, Gálatas
3.9. Abraham, el cual es
padre de todos nosotros, Romanos 4.16
En Abraham tenemos el más destacado ejemplo de la fe en toda la Biblia. Somos identificados con él como creyentes y somos hijos espirituales suyos por la fe. Cuando Dios le llamó de su tierra, no había ni una sola palabra de las Sagradas Escrituras en forma escrita; Dios había comunicado sus propósitos a sus escogidos por revelaciones y visiones, como en los casos de Enoc y Noé. Sin embargo, Abraham obedeció por la fe la llamada celestial y, como un niño, puso su mano en la mano de Dios sin vacilar.
Peregrino
No sabiendo para dónde iba, dejó
atrás la ciudad de Ur con su antigua civilización e idolatría, para no volver
nunca. Su anciano padre se entusiasmó para acompañarle, aunque Dios no le había
llamado. Taré estaba dispuesto a seguir por sólo la mitad del camino, y no
cruzó el río. Así, Abraham fue detenido hasta que murió el anciano, y luego se
encontró libre para continuar la marcha.
Muchos creyentes han sido estorbados
y detenidos en su progreso cristiano por causa de sus familiares. Nuestro Señor
advirtió que los tales no son dignos de ser llamados discípulos suyos; Lucas
14.26,27.
El río
constituía el lindero entre la vida anterior y la nueva. En Génesis 14.13 este
hombre recibe un nombre nuevo, Abram el
hebreo, el cual significa que procedía del otro lado del río. Así la gente
del país reconoció que era extranjero y peregrino entre ellos. El diablo es el
autor de confusión y quiere mezclar a los que son de Dios con los que son
suyos. “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la
simiente de Dios permanece en él”, 1 Juan 3.9
Al llegar
Abraham a Siquem, Jehová se le apareció y le comunicó una promesa muy
importante: “A tu descendencia daré esta tierra”. Abraham edificó su primer
altar, confesando delante de los cananeos que era creyente en el Dios vivo y
verdadero.
Su altar
fue de piedras, de carácter permanente como un testimonio, para ofrecer
holocausto y así acercarse a Dios. Cada creyente debe tener su altar familiar,
empezando el día con la lectura de la Biblia y la oración, con la familia
reunida. Es una práctica que puede ocupar unos diez o quince minutos, según el
tiempo disponible. En Hebreos 13.10 leemos que nosotros tenemos un altar. Es
Cristo como nuestro Salvador y Sustentador.
Abraham
llegó cerca de Bet-el (casa de Dios),
donde plantó su tienda y edificó su segundo altar a Jehová. Allí invocó el nombre
de Dios, reconociéndole como Señor soberano. Nos hace recordar Romanos 10.9:
“... que, si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu
corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”. Para Abraham era un
altar de oración y adoración.
Soldado
Llegamos a
Génesis 14 y vemos a este hombre como soldado, impulsado por amor a su sobrino
Lot y rescatándole de un enemigo poderoso. Con sólo 318 de sus criados, y los
varones Aner y Escol de Mamre como acompañantes, salió Abraham en persecución
de los cuatro reyes y sus ejércitos victoriosos. Su fe en Dios le infundió
coraje y confianza invencible. Sorprendido el enemigo en un ataque nocturno,
fue herido y huyó, dejando atrás los cautivos y los despojos.
En Efesios
6.11 al 18 el apóstol Pablo nos enseña de las huestes espirituales de maldad
que están en contra nuestra. Nos explica la armadura provista para que el
creyente pueda defenderse, tal como son el escudo de la fe y la espada del
Espíritu. También en 1 Timoteo 6.12 hay la exhortación: “Pelea la buena batalla
de la fe, echa mano de la vida eterna”.
Es una
batalla sin tregua contra el mundo, la carne y el diablo. ¿Cómo vamos a salir
en esta batalla que es la vida? ¿Seremos vencedores o vencidos? “No seas
vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”, Romanos 12.21. Hay una
palabra animadora en 1 Corintios 15:57: “Gracias sean dadas a Dios, que nos da
la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”.
Anfitrión e intercesor
En Génesis
18 Abraham es un buen hospedador. Las palabras de Hebreos 13.2 — “... por ella
[la hospitalidad] algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” — probablemente se
refieren a ese caso. Abraham y Sara agasajaron a visitantes ilustres: “Estando
él sentado a la puerta de su tienda en el calor del día ... he aquí tres
varones que estaban junto a él ...” Nuestro Señor hace referencia a los que
darán comida, etc. en un día venidero a uno de “sus hermanos más pequeños”.
Dice que será como darle a él mismo; Mateo 25.40.
En el
mismo capítulo encontramos a este hombre de fe rogándole a Dios por Sodoma. Empieza
con cincuenta justos y persevera hasta llegar a diez. ¡Qué paciencia muestra
Dios con él! Nosotros contamos con la promesa de 2 Pedro 3.9: “El Señor no
retarda su promesa ... sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que
ninguno perezca”.
Adorador
La prueba
suprema de consagración está narrada en el capítulo 22. Abraham construye su
cuarto altar, y es el último porque con éste llegó al cenit de su comunión con
Dios. El ofrece a su hijo. En el versículo 5 encontramos la primera referencia
en la Biblia a la adoración: “Iremos hasta allí y adoraremos”. ¿Cuál es la
calidad de la adoración nuestra? En la cena del Señor, por ejemplo, ¿es
superficial, formal, o de todo corazón?
En el
capítulo siguiente Abraham es un ejemplo de honradez en los negocios, cuando
compra una parcela para sepultar los restos de su esposa. El no acepta el
terreno como regalo ni regateado, sino da el precio completo y los moradores de
la tierra observan su conducta.
Amigo
Abraham se
graduó con honores de la universidad de Dios, obteniendo el título de M.A.: Mi amigo. “Pero tú ... descendencia de
Abraham mi amigo”, Isaías 41.8. “Abraham creyó a Dios, y le fue contado por
justicia, y fue llamado amigo de Dios”, Santiago 2.23.
En Hebreos
11 vemos que fue su esperanza gloriosa que le hizo peregrino en la tierra. 1
Pedro 1 habla de nuestra esperanza viva, herencia incorruptible y
peregrinación. El porvenir del creyente es motivo sobrado para llevar una vida
de separación de las cosas de este siglo malo.
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